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A 50 años del asesinato de Carlos Berger: ¡Cobardes, mírenme de frente!

A 50 años del asesinato de Carlos Berger: ¡Cobardes, mírenme de frente! La Caravana de la Muerte y la secuela de horrores que arrancó la vida a este joven abogado y periodista.

A los 35 años era director de la radio El Loa, en Chuquicamata. Fue detenido el 11/9 del 73. Condenado a 60 días por un Consejo de Guerra, luego secuestrado desde la cárcel por la Caravana de la Muerte.

Lo acribillaron en el desierto junto a otros 25 presos políticos. Trataron de ponerle una capucha, pero Berger exigió que le fuera sacada. ¡Cobardes!, les gritó. ¡Mírenme de frente!

Un oficial le disparó una ráfaga.

Alrededor de las 10 de la mañana del día del golpe, el coronel Eugenio Rivera, comandante del regimiento de Calama, le ordenó suspender Inmediatamente las transmisiones y ponerse a disposición de las nuevas autoridades.

La radio fue ocupada militarmente. Carlos Berger reunió al personal y les comunicó que se retiraran a sus casas. Él se quedó y mantuvo la emisora en el aire.

A las once 30 de esa mañana, lo subían a un camión militar, detenido y luego incomunicado en el cuartel del regimiento, en Calama.

Paradojalmente, esa noche pudo volver a casa en libertad. De madrugada, un contingente militar fuertemente armado allanó brutalmente su domicilio y fue nuevamente apresado.

Ésta vez ya no volvería.

Del regimiento de Calama lo trasladaron posteriormente a la cárcel. A fines de septiembre, un consejo de guerra presidido por el coronel Eugenio Rivera lo enjuició junto a otros prisioneros políticos.

El fiscal militar fue el mayor Fernando Reveco, comandante de la unidad militar de Chuquicamata.

La pena impuesta fue de 60 días para Carlos Berger, quien sólo fue acusado de no haber cumplido la orden de suspender las transmisiones de la radio El Loa.

Del Consejo de Guerra al secuestro

Carmen Hertz, cónyuge de Carlos Berger, asumió, como abogada su defensa en el Consejo de Guerra. Ya dictada la sentencia, todo indicaba que sería cosa de tiempo.

Sin embargo, la dictadura había dispuesto otra cosa. El 19 de octubre de ese año, intempestivamente, sacaron a la mitad de los presos políticos con rumbo desconocido.

Recuerda Carmen Hertz que Carlos le comentó cerca de las 5 de esa tarde: «Sacaron a la mitad de los compañeros, entre ellos a Haroldo Cabrera.

El trato fue muy inusual. No sabemos a dónde se los llevaron. Esto fue una cosa extraña”. Alguien que no se identificó, llamó más tarde a la abogada.

El hombre le dijo que “habían sacado de la cárcel a todos los presos políticos y que no se sabía adonde los habían llevado”. Luego colgó.

«Los fusilaron a todos»

Las llamadas se sucedieron unas a otras, nadie contestaba nada certero, negaban el hecho y luego decían que los habían llevado a declarar. Todo era una nebulosa, en medio del toque de queda.

Al día siguiente, al llegar a la Gobernación, «una persona amiga, abogada de la gobernación, me abrazó y me dijo entre sollozos: Los sacaron y los fusilaron a todos”.

Carmen no creyó, o quizás no quiso creer. Recorrió muchos lugares y golpeó decenas de puertas. Nada. Nadie sabía nada o no lo querían reconocer.

El monstruoso crimen

Ese 19 de octubre, una docena de cabos fueron reunidos en el patio central donde se les comunicó que habían sido seleccionados para «una misión secreta».

A cargo del capitán Carlos Minoletti, quien era jefe de la Compañía de Ingenieros, fueron llevados al sector denominado Topater, lugar al que más tarde llegaron los miembros de la Caravana de la Muerte, con excepción del general Arellano.

También estaban presentes, según da cuenta el expediente, los oficiales y suboficiales de la Sección Segunda de Inteligencia: mayor Luis Ravest; capitán Carlos Langer, teniente Hernán Núñez sargentos Misael Ramírez, Emilio Pardo y Wilson Pacheco, entre otros suboficiales.

¡Cobardes! mírenme de frente

Allí fueron llevados los prisioneros, con las manos amarradas a la espalda. A todos se les puso una capucha, amarrada al cuello, con alambre.

Carlos Berger antes de ser acribillado, exigió que le fuera sacada la capucha. Les gritó ¡cobardes!, exigiéndoles mirarlo de frente mientras lo mataban. Un oficial le disparó una ráfaga.

Los oficiales presentes hicieron uso de sus fusiles AKA, todos los prisioneros fueron brutalmente asesinados, incluso algunos lo fueron por corvos.

Escondieron con saña su vergüenza

Acribillados e irreconocibles -según dan cuenta los testimonios judiciales de los propios militares-, lanzaron los cadáveres al camión conducido por el cabo Germán Gautier, donde entre palas, chuzos y picotas, subieron los militares que pisaban los cuerpos para instalarse.

Media hora duró la travesía al interior del desierto, en búsqueda de un lugar en que enterrar los cuerpos.
Los lanzaron en una zanja, “cubriéndolos de cal, tierra y arena”.

Con corvos mutilaron algunos cadáveres para arrebatarles las argollas matrimoniales. A Carlos Berger, molesto un oficial por haberlo encarado, “le hundió el corvo en la pierna derecha y así lo arrastró para enterrarlo aparte de las otras víctimas”.

Años estuvieron allí enterrados, más de 5, hasta que decidieron en 1978 removerlos en la llamada “operación retiro de televisores”, ordenada por Pinochet, para ocultar los crímenes.

Arellano alega inocencia

Para borrar las huellas, ese año se les trasladó a otro lugar, pero previamente se les redujo a fragmentos por medio de explosivos.

“En los careos Arellano llega a decir que su jefe de Estado Mayor, el Coronel Sergio Arredondo, era el que hizo todo a sus espaldas.

Resulta muy inverosímil que un subordinado de un general en aquel entonces súper poderoso que era Delegado personal del dictador, -señaló la abogada y diputada Carmen Hertz- pudiera ser sobrepasado por un simple Coronel.

As bajo la manga

Pues bien, Arredondo en un careo sacó a relucir una carta que le había enviado Arellano, de su puño y letra en 1978, con ocasión de que Arredondo no fue ascendido a general”.

La carta es de un contenido conceptuoso y revela una gran cercanía y amistad entre ellos, Arellano señala, textualmente, que “lamenta mucho que un patriota como Arredondo, no sea considerado para ser ascendido a general”.

Arredondo no sólo guardó la carta, sino que también el sobre. “Al ver la carta Arellano quedó bastante descompuesto, pues era un tremendo desmentido a su falsa teoría del desconocimiento y el culpar a Arredondo de actuar a sus espaldas”, asegura Carmen Hertz.

Con corvos los destrozaron

En el relato de las masacres hubo partes impactantes, pues allí participaron oficiales del Regimiento de Calama, a todos los cuales sometió a proceso el juez Montiglio.

El magistrado, consideró que la obediencia debida -que alegaron muchos al sentirse obligados a participar por los miembros de la Caravana-, no se aplica en actos criminales, como los allí acontecidos.

Oficiales y suboficiales, hoy ya en retiro, reconstituyeron ante el juez, de manera minuciosa, las horripilantes escenas que condujeron a la desaparición de prisioneros políticos, incluyendo a Carlos Berger.

Falsearon los certificados

Las declaraciones judiciales de esos oficiales dan cuenta de la masacre horrenda ocurrida allí, en que se usaron corvos (cuchillo de guerra utilizado por el Ejército).

En Calama, al médico lo obligaron a entregar certificado de defunción que señalaba que: habían muerto por “destrucción del tórax y región cardiaca”.

Dichos certificados fueron considerados judicialmente, como instrumentos ideológicamente falsos, por el juez.

Fue difícil encontrarlos e identificarlos

Se han recuperado hasta hoy sólo dieciséis cuerpos, luego, los restantes ejecutados continúan como desaparecidos o «secuestrados», de acuerdo a lo establecido por la Sala Penal de la Corte Suprema.

Y el secuestro es del tipo penal de ejecución permanente, al que no se puede aplicar amnistía ni prescripción, de acuerdo a la legislación chilena y a los tratados internacionales, que califican todos estos crímenes como de «lesa humanidad».

Fue muy difícil encontrar y aún más identificar los restos de los asesinados de Calama. Las viudas y familiares durante años realizaron una infatigable búsqueda, hasta que lograron localizar la fosa donde fueron sepultados inicialmente.

No bastó matar, quisieron destruir

Los explosivos hicieron más tortuoso el camino de la identificación. El primero en ser reconocido fue Haroldo Cabrera, ex Gerente de Finanzas de Chuquicamata.

De él se encontró una falange de uno de sus dedos. Así pudo identificarse su huella digital. La identidad de los pocos que a la fecha han sido identificados, se ha podido lograr tras largos exámenes y estudios de mandíbulas y demás restos óseos.

El último que ha sido identificado, fue justamente Carlos Berger, a partir de los pequeños trozos hallados y que posteriormente fueron entregados a su familia, que los sepultó.

Desafuero de Pinochet

Hay que recordar que ésta causa criminal seguida en contra de la Caravana de la Muerte, generó el primer desafuero en contra del dictador Pinochet.

El mismo que había ordenado al general Lagos, no mencionar a Arellano Stark en el caso, tarjando Pinochet personalmente el oficio que ese general le había enviado dando cuenta de la masacre.

Allí el general lagos señalaba en un lenguaje burocrático y militar que describía lo que ocurrió, que todas las personas que fueron fusiladas o asesinadas, lo habían sido por la Caravana que dirigía Arellano Stark.

De puño y letra

Pinochet de puño y letra le ordena no hacer referencias a Arellano Stark y que sólo dé cuenta de las muertes en su jurisdicción.

Éste oficio lo tenía guardado el general Lagos y lo acompañó en el proceso. Ese fue un antecedente valioso para el desafuero de Pinochet.

Es impresionante cuando Arredondo le dice a Arellano, en un momento de discusión, que “de qué se avergüenza, si lo que había que hacer era lo que había que hacer, que no siga mintiendo, porque lo que se hizo estuvo muy bien”.

General Arellano Stark: “se nos fue de las manos”

Una entrevista publicada por Ercilla, de las pocas concedidas por el ex general antes de fallecer, rescatamos estas respuestas, que denotan la ninguna capacidad de reconocer la verdad y la propia responsabilidad.

General, derechamente, ¿hubo o no atropellos a los derechos humanos?

-La verdad de las cosas es que hubo gente que se nos fue de las manos (…) bueno, conscriptos que se nos fueron de las manos, muchachos de 19 o 20 años que no captaban ciento por ciento el gran problema.

Imposible que lo captaran, no tenían por qué hacerlo, pero ellos decían: «…ahora que somos Gobierno…».

¿Y qué hacían los oficiales?

-Había que sujetarlos, porque en las noches, en los patrullajes, ellos actuaban solos.

La condena

La Corte Suprema a mediados de 2022, dictó sentencias definitivas en contra de miembros en retiro del Ejército por su responsabilidad en los delitos de secuestro y homicidio calificado.

Fueron 26 las víctimas ejecutadas ilegalmente y posteriormente exhumadas de manera ilegal. «Ilícitos perpetrados en octubre de 1973 y comienzos de 1976, respectivamente, en el marco de la operación de exterminio denominada “Caravana de la Muerte. Episodio Calama”.

«La primera sentencia, Rol 104.259-2020, la Segunda Sala del máximo tribunal confirmó la pena única de presidio perpetuo simple impuesta a los exoficiales Pedro Octavio Espinoza Bravo y Juan Viterbo Chiminelli Fullerton por su responsabilidad, como autores, de 21 homicidios calificados y cinco secuestros calificados de víctimas que fueron finalmente fusiladas en el sector del cerro Topater, comuna de Calama.

Carlos George Max Langer von Furstenberg, Hernán Rómulo Núñez Manríquez y Víctor Ramón Santander Véliz deberán cumplir 15 años y un día de presidio como autores del delito consumado y reiterado de homicidio calificado.

El caso de Emilio Robert de la Mahotiere González y Luis Felipe Polanco Gallardo fueron sentenciados s 12 años de presidio, en calidad de autores de delito reiterado de homicidio calificado.

Finalmente, se confirmó la sentencia que revocó la absolución de Óscar Figueroa Martínez y en su lugar se le impuso la pena de 16 años de presidio, como autor del delito reiterado de homicidio calificado.

 

 

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