Jorge Silva Ortiz partió fiel a su compromiso: «Lealtad». Vistió su uniforme de aviador con honor y consecuencia. Sufrió por ello.
A días de su partida, Jorge Donoso Pacheco, Abogado y Periodista, confiesa a Está Pasando que siente alegría de haebrlo conocido y una profunda pena por su partida.
El pasado sábado se confirmó la muerte de Jorge Silva Ortiz, exCapitán de la FACH que estuvo a cargo del departamento de Contrainteligencia de la Fuerza Aérea hasta el ’73.
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Desde ese lugar ayudó a desbaratar un plan para asesinar a Salvador Allende antes que saliera electo. Y esa fue una de las razones por las que fue detenido en octubre de 1973 acusado de traición y brutalmente torturado. Un precio bastante caro por ser “consecuente con su responsabilidad”, como relata Jorge Donoso Pacheco, quien lo conoció desde su juventud.
Silva nunca se consideró como un hombre de izquierda, sin embargo, ese capítulo de su vida lo marcó para siempre.
“El denunció un complot en contra del Presidente Allende, antes de que él asumiera y eso le significó después del golpe una persecución brutal, fue detenido y torturado en la Academia de Guerra de la Fach (AGA), incluso por personas que eran muy cercanas a él, algunos decían ser sus amigos”, recuerda Jorge Donoso.
Finalmente, Jorge Silva Ortiz fue catalogado como “prisionero de guerra”, siendo torturado en el Estadio Nacional y en los subterráneos de la Academia de Guerra Aérea, condenado a 20 años.
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Fue derivado a la Cárcel Pública de Santiago, donde fue compañero de celda del General Alberto Bachelet Martínez, viéndolo morir luego de un infarto fulminante ocasionado por las torturas. Y junto a Álvaro Yáñez del Villar, lo asistieron al momento del colapso.
“Muchos han querido ser el último que tuvo a Bachelet en sus brazos, pero la verdad es que sólo estábamos el doctor Yáñez y yo. Nadie más”, relató desde el exilio Silva Ortiz a algunos medios.
Más tarde, le rebajaron su condena de 20 años de cárcel a 5 años, por “incumplimiento de deberes militares”.
Tras sufrir 3 años y medio de cárcel efectiva se le permitió abandonar el país en septiembre de 1977. Las opciones de refugio político eran, Estados Unidos, Alemania, o Inglaterra, eligiendo esta última porque allí podría estudiar.
Un hombre para recordar
Jorge Silva Ortiz es recordado como un buen amigo, buena persona y, sobre todo, cumplidor con su deber. Donoso relata que lo conoció cuando eran dos adolescentes en el grupo de aspirantes de la Universidad Católica de la Parroquia Santa Clara.
“Ahora último, por supuesto no nos vimos, porque él se radicó finalmente en Inglaterra. Pero yo siempre lo vi como una persona que cumplía con su deber”.
Demostró su lealtad y amor por la patria, actuando con integridad al enterarse que se estaba orquestando un plan para asesinar a Salvador Allende. Él no quiso ser parte ni cómplice de un “crimen político”.
Por el contrario, él pensaba que actuar de esa manera iba a ocasionar un desprestigio muy grande hacia las Fuerzas Armadas y la Fuerza Aérea.
Sus últimos días
En enero de este año, la esposa y compañera de vida de Silva falleció. Hecho que según relatan sus cercanos lo habría golpeado fuertemente, sobre todo en su estado anímico. Llegando a influir de manera directa en su salud física.
Silva sufrió brutales y dolorosas torturas, ocasionándole secuelas que lo acompañaron durante toda su vida.
“Esto (las torturas) le provocaron un daño renal, tenía que dialisarse día por medio, en forma permanente. Eso se complicó con una diabetes que le provocó un problema en las piernas: se las iban a amputar. Él prefirió desde ese momento no seguir medicándose, sino que esperar su deceso. Se agregó, además que su señora -que era enfermera, chilena- había muerto hace unos meses atrás”. Relata con mucho cariño y dolor su amigo Jorge Donoso a Está Pasando.
Los últimos días de Jorge Silva fueron muy difíciles, teniendo periodos en los que entraba y salía del hospital, hasta que, finalmente lo internaron y quince días después falleció.
Su hija lo acompañó hasta el final, relata Donoso, “ella lo acompaño los quince días que estuvo internado en el hospital”.
Aunque Jorge Silva ya estaba lejos del país que tanto daño le ocasionó, los fantasmas y tormentos de antaño lo acompañaron hasta su muerte. Su hija relataba que Silva “casi no dormía y que muchas veces se despertaba sobresaltado diciendo que no lo siguieran torturando, que por favor dejaran de torturarlo”.
Ha partido un hombre bueno y consecuente a su amor a la Patria, esa que sirvió respetando la Constitución.
Jorge Silva Ortiz, partió y lo hizo siendo fiel al lema de su institución: «Quam Celerrime Ad Astra» (Cuan raudo hacia las estrellas).