Opinión

Recuperar los sueños Por Abraham Santibáñez

Abraham Santibáñez

Periodista titulado en la Universidad de Chile. Elegido presidente del Colegio de Periodistas, el 25 de Julio de 2008. Es miembro del Consejo acreditador de la Sociedad Interamericana de Prensa (CLAEP) con sede en Buenos Aires. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua.

Mejor es pensar que el alma de Chile, de la que hablaba con fervor el cardenal Raúl Silva Henríquez, sigue viva y no se rinde.

La larga e intensa saga del “Caso Hermosilla”, que empezó con la difusión por Ciper de la grabación de una conversación entre tres personas, ha tenido una serie interminable de consecuencias escalando a los niveles más altos de la república. Se destaca, aunque no es la única institución afectada, la Corte Suprema.

Pero también está sometida a cuestionamiento la llamada “clase política”.

Hoy se considera urgente la reforma judicial postergada por años y que, paradojalmente, fue sepultada por los dos intentos extremadamente polarizados por cambia la Constitución.

Hay corrupción, sin duda, pero cabe preguntarse porqué nunca antes inquietó verdaderamente el funcionamiento del Estado y sus poderes sobre la base de amistades, intereses y conveniencias personales o de grupo.

El “besamanos”, indispensable para ascender en el escalón judicial, no es novedad. Ni siquiera un misterio. Se le consideraba parte del oficio.

Es un caso extremo, pero no único.

Con no poca soberbia, los chilenos nos sentíamos al margen de los usos de otros lugares. Pagarle a la policía para evitar un “parte” en el tránsito nos parecía inimaginable. Pero, simultáneamente se producían actos aún más deleznables con un costo que hoy se estima en miles de millones de pesos (euros o dólares).

El nivel municipal está plagado de desfalcos y, como si eso no fuera suficiente, de acusaciones de abusos sexuales o laborales.

Lo más importante, desde el retorno a la democracia (los permanentemente denigrados “30 años”) ha sido el esfuerzo por garantizar la probidad en la gestión pública. El castigo de violadores a los derechos humanos en la dictadura es solo una parte de ese proceso que no debe ser banalizado ni, mucho menos, “celebrado” como sostienen los primorosos jóvenes del Partido Republicano.

Pero es solo una parte de lo ocurrido.

¿Significa eso que los chilenos, enfermos crónicos de depresión, deberíamos hundirnos en el pesimismo? ¿Protestar porque la delincuencia, local o importada, nos tiene a todos con el alma en un hilo? ¿Deberíamos cuestionar el despliegue de entusiasmo que marca la celebración de estas Fiestas Patrias?

Mejor es pensar que el alma de Chile, de la que hablaba con fervor el cardenal Raúl Silva Henríquez, sigue viva y no se rinde. Como se ha escrito en la prensa, “la gran cantidad de días feriados resultan un bálsamo para los chilenos, quienes ven en estos días una oportunidad de compartir con sus familias o, incluso, viajar”.

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Es, sobre todo, un momento para una reflexión serena: cuál puede ser nuestro aporte para recuperar el Chile unido y optimista que todos añoramos, en especial tras la dura experiencia de la dictadura.

Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo 2015

Puedes mirar su blog: www.abe.cl

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