Entrevistas y Reportajes

El 18-O no se vio venir ¿Se verá venir el próximo?

Andrea Bostelmann

El 18-O no se vio venir ¿Se verá venir el próximo?
Fotos: Agencia Uno
Analistas coinciden en que los problemas que provocaron el descontento ciudadano continúan existiendo.

Antes del 18-O nunca tantas personas salieron a marchar en Chile. De izquierda, de derecha, de centro, hombres, mujeres, niños, de minorías y de mayorías, todos abrazaron una esperanza de cambio.

Un sueño de un país justo, una patria buena, como alguna vez lo definió el presidente Patricio Aylwin al principio de la transición a la democracia, donde también la añoranza de “algo mejor” hinchaba los corazones.

«Hasta que la dignidad sea costumbre» y “Chile despertó”, fueron mantras que se repitieron día tras día.

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Así las cosas, el 25 de octubre de 2019 más de un millón 200 mil personas se tomaron las calles de Santiago, según cifras oficiales. Y lo hicieron básicamente en paz.

No hay claridad de cuántas participaron a lo largo del país, pero se cree que fueron más de tres millones en total. También mayoritariamente en forma pacífica.

Convocada y seguida en redes sociales como «la marcha más grande de Chile» tras una semana de protestas en el país, fue considerada como la más masiva desde el retorno de la democracia.

Fue convocada para exigir al gobierno del presidente Sebastián Piñera medidas concretas para atacar los problemas de desigualdad que aquejaban a Chile.

Comenzaba a retumbar el grito de “asamblea constituyente”.

EL ENEMIGO SIN FORMA

Nadie hizo caso a la advertencia del Mandatario de que con el 18-O Chile estaba “en guerra conta un enemigo poderoso”.

Tan poderoso que no tenía forma, nombre, soldados ni mando.

Más bien les resonaron las palabras del general Javier Iturriaga del Campo, jefe de la Defensa Nacional durante el estallido social y luego comandante en jefe del Ejército, que pasó a la historia por su frase “soy un hombre feliz” y “no estoy en guerra con nadie”.

Tan grande fue la movilización que el propio Mandatario reconoció a través de X (entonces Twitter) «la multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza».

«Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado. Con unidad y ayuda de Dios, recorreremos el camino a ese Chile mejor para todos», agregó quien fue criticado por haber reaccionado muy tarde al estallido y por haber sacado los militares a la calle.

“ESTO NO PRENDIÓ”

Errático.

Así se podría definir el comportamiento de las autoridades frente al polvorín que nadie vio, pero que crecía a vista y paciencia de todos hasta que finalmente estalló el 18-O.

Tan poco lo vieron venir que el entonces presidente de Metro, Clemente Pérez, emitió la histórica frase de “cabros, esto no prendió” cuando los estudiantes saltaron los torniquetes, y el presidente de la República partió en la noche a una pizzería a celebrar un cumpleaños cuando la incertidumbre y el fuego se expandían por el país.

Lo que siguió fue como un alud que incluyó sentidos mea culpas y promesas de que en adelante las cosas se harían mejor. Que sí era cierto que había injusticia, que “el chancho estaba mal pelado”, que en realidad no éramos un oasis y que, como dijo una iluminada primera dama Cecilia Morel, habría que empezar a “compartir nuestros privilegios”.

CUATRO MOMENTOS

Campearon los saqueos, las quemas, los enfrentamientos recurrentes de la primera línea con Carabineros: los viernes de Plaza Italia, rebautizada como Plaza Dignidad.

Los heridos, los muertos, el vandalismo, la destrucción, las denuncias de apremios, los ojos rotos.

El protagonismo del Mandatario se limitó a cuatro momentos clave después del 18-O: la revocación del alza del transporte público –que fue la mecha que prendió el movimiento; la cuestionada declaración afirmando que «estamos en guerra; la propuesta de una «nueva agenda social», calificada de «insuficiente» por la mayoría de la oposición, y la convocatoria de un diálogo con todos los actores políticos de la cual se restó parte importante de la oposición como el Partido Socialista, el Partido Comunista y el Frente Amplio.

El 15 de noviembre parlamentarios de gobierno y oposición, junto a presidentes de partidos políticos, excepto del PC y el FRVS, firmaron un acuerdo por la Paz Social y nueva Constitución. El actual Presidente, Gabriel Boric, adhirió a título personal, como independiente y no por Convergencia Social, porque la presidenta de la tienda frenteamplista, Gael Yeomans, no respaldaba el acuerdo.

Consensuaron el mecanismo por el cual los chilenos y chilenas elegirán como se redactaría la nueva Carta Fundamental del país, que incluía un plebiscito ciudadano.

Se asomaba el primer proceso constituyente.

Pero todo salió mal.

Dos veces.

Tal vez la señal más clara del derrumbe del sueño fue la confesión de Rodrigo Rojas Vade, “El Pelao Vale”, quien se alzó como una suerte de niño símbolo de la revuelta por su supuesta lucha frontal en la calle contra el cáncer -a tal punto que fue electo para la Convención Constituyente-, de que la enfermedad era mentira.

¿CAMBIA TODO PARA QUE NO CAMBIE NADA?

“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie” dice Tancredi Falconeri a su tío don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina (en Sicilia, isla italiana), en la novela “El Gatopardo” (1958), del escritor Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

De ahí el término gatopardismo para referirse al fenómeno de “cambiar todo para que nada cambie”, alterar la parte superficial de la estructura de poder, pero intencionalmente conservando su esencia.

A la vuelta de cinco años del 18-O, de sueños, de anhelos, de destrozos, de muertos, de desorden, de heridos, de dos procesos constitucionales fallidos, la última encuesta Cadem planteó que el estallido social sigue siendo la expresión de un descontento generalizado para 58% de la población. El 57% cree que fue necesario para visibilizar los problemas del país.

Para el 80% las demandas sociales no han sido resueltas y han empeorado.

La encuesta Pulso Ciudadano de Activa, en tanto, mostró que a septiembre solo el 27,5% de la ciudadanía cree que tuvo un impacto positivo para el país, mientras que 61,2% siente que el impacto fue negativo.

Según la misma medición, el 36,3% de la ciudadanía ve al estallido social como una mezcla entre demandas sociales legítimas y delincuencia, 28,2% lo percibe como una manifestación legítima por demandas sociales y 19,8% estima que fue una expresión de solo delincuencia y destrucción de bienes.

¿UN NUEVO ESTALLIDO SOCIAL?

Desde la ONU Derechos Humanos, su jefe, Jan Jarab, advirtió que en Chile “las causas estructurales del malestar social siguen vigentes” cinco años después del 18-O y que existe una “profunda desigualdad en el acceso a los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales”.

En Chile, el analista Patricio Navia apunta a que la forma como se respondió al estallido social hace cinco años no fue del todo correcta: “el descontento ciudadano era con el abuso, con las malas pensiones, no con una nueva constitución”, afirmó.

“Me da la impresión de que la respuesta que dio la elite política fue una respuesta equivocada”, dijo a Está Pasando.

“Ofreció una nueva constitución como una píldora mágica que solucionaría todos los problemas de Chile, cuando los problemas de Chile se tenían que solucionar con instituciones más fuertes, con mayor crecimiento económico y no con refundar el país con una nueva constitución”, agregó.

Su lectura es que “el proceso constituyente fracasó, porque estaba mal diseñado y pues, sí, los problemas de descontento ciudadano continúan”.

En todo caso, no cree que en el corto plazo se pueda producir un nuevo estallido, porque, a su juicio, normalmente no ocurren contra gobiernos de izquierda, sino contra los de derecha.

“El cometario irónico ahí es que cuando la izquierda está en el gobierno los que hacen los estallidos sociales están gobernado y no tienen tiempo para hacer estallidos sociales. La derecha en general sale mucho menos a las calles que la izquierda”, aseveró Navia.

UN CHISPAZO

Paulo Hidalgo, licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de York-Inglaterra y académico de la Facultad de ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Talca, tiene otra lectura.

Él cree que “no es descartable que pueda existir un nuevo estallido social”.

Recordó en conversación con Está Pasando que el 18-O “implicó un alzamiento de miles de personas totalmente desconectadas de la política tradicional y de la elite política, sin ningún líder que fuera la voz de esa protesta social, como una suerte de llamado desesperado a considerar los problemas de fondo”.

Entre ellos, la desconexión total de la ciudanía con su elite política, la no solución de largo arrastre de problemas sociales, pensiones y salarios muy bajos, la frustración de las clases medias, la falta de crecimiento económico o graves problemas del sistema de salud, por mencionar algunos.

“Las causas y los temas de fondo que expresó de forma muy dura y violeta el estallido social siguen presente”, advirtió Hidalgo.

“Esas causas siguen latentes, tras las sombras”, añadió.

“Están todos los factores presentes allí para que en cualquier momento y por cualquier chispazo pueda haber una protesta social generalizada, abierta, sin liderazgo, antipolítica o antipartidos políticos tremendamente fuerte”, detalló.

Y nadie podrá decir que no la vio venir.

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