Ha comenzado el último mes de 2024. Ha sido un año complejo. En los últimos días las noticias de violaciones y abusos sexuales se han multiplicado, no se sabe si es porque hay más delincuencia o si es, simplemente, porque más personas -habitualmente mujeres- que se atreven a denunciar.
Es un fenómeno que va más allá de nuestras fronteras.
En más de un mes, un nombre de gran fortuna, asumirá el gobierno en Estados Unidos. Los votos de millones de ciudadanos le permitirán que sus excesos se olviden. Un príncipe real en Escandinavia está procesado. Y un difunto en Londres enfrenta póstumamente a la justicia. Es una realidad abrumadora. La policía del Reino Unido acaba de revelar que el fallecido magnate egipcio Mohammed Al Fayed habría violado y abusado de más de 111 mujeres durante casi cuarenta años. La víctima más joven es una niña de 13 años.
El escándalo ha llevado a investigar eventuales complicidades policiales, por el prestigio social y económico de Al Fayed, cuyo hijo Dodi murió junto a Diana de Gales, en un accidente en París.
En Chile, por lo que se sabe de los casos más conocidos, no hay sospechas similares. Pero no se puede ignorar que se trata de personajes como el exsubsecretario Manuel Monsalve o el futbolista retirado Jorge Valdivia, de gran connotación pública. La gran pregunta -no solo por estos hechos- es si podemos tener la certeza de que las instituciones funcionan como debe ser.
Hay una, sin embargo, que nos permite seguir siendo optimistas: nuestro sistema electoral.
Ya se había advertido a fines de octubre en las elecciones municipales y regionales. Su excelente desarrollo se confirmó un mes después en la segunda vuelta de gobernadores. Más allá de sus consecuencias políticas, sobresalen dos aspectos: la normalidad de los procesos y, no menos importante, la derrota de los extremismos en importantes regiones, incluyendo el triunfo de Claudio Orrego en la Metropolitana. La rueda de la fortuna no está clavada, pero es sintomático ver cómo hay candidaturas futuras que se consolidan y otras que se tambalean.
Ya habrá tiempo para análisis más profundos. Aparentemente por ahora debe venir una cierta calma. El espíritu navideño no es obligatorio, pero sí nos importa todavía.