Casi cinco meses después del accidente que involucró a 35 estudiantes del Internado Nacional Barros Arana (INBA), quienes resultaron quemados tras manipular bombas molotov en un baño del establecimiento, uno de ellos sigue internado en la Posta Central desde el momento de la tragedia.
Otro compañero fue dado de alta el viernes, después de haber sido ingresado en tres ocasiones debido a diversas complicaciones.
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En el ámbito académico, 16 de los 35 jóvenes cursaban cuarto medio. Estos fueron promovidos con la autorización de la Seremi de Educación, ya que ninguno corría el riesgo de repetir el año escolar.
ESTUDIANTES
De los 19 restantes, dos estaban en primero medio, nueve en segundo medio, y ocho en tercero medio.
Todos los estudiantes dados de alta antes del 15 de enero (30 de los 35) fueron sometidos a una investigación interna por parte de la dirección del colegio, y se les abrió un «debido proceso», conforme al reglamento escolar, con la posibilidad de apelación.
Solo tres apoderados se presentaron para expresar que sus hijos colaborarían con la investigación y prestarían declaración. El resto optó por no responder, por lo que fueron notificados a través de cartas certificadas.
INVESTIGACIÓN
La investigación interna fue cerrada sin establecer responsabilidades directas, aunque se concluyó que los estudiantes estuvieron en el lugar de los hechos debido a las lesiones sufridas. No se pudo determinar sus niveles de participación.
Sin embargo, varios de los involucrados ya tenían antecedentes disciplinarios en el INBA. Según el reglamento, esto hubiera podido resultar en sanciones como la cancelación de matrícula o la expulsión. Ante la notificación del inicio del «debido proceso», los apoderados de 16 estudiantes decidieron retirarlos del INBA y enviarlos a otros colegios.
Al menos seis de ellos se trasladaron al Liceo de Aplicación.
INBA
Uno de estos estudiantes, por ejemplo, había estado bajo condicionalidad en el INBA, luego de ser sorprendido con dos bidones de combustible en el colegio dos meses antes de la tragedia.
En ese momento, se definió su condicionalidad, considerando su buen comportamiento previo, su destacada labor académica y el compromiso de su familia.
En la actualidad, solo tres de los heridos continúan matriculados en el INBA, de los cuales dos asisten a clases. El tercero sigue hospitalizado en la Posta Central, y según las proyecciones médicas, necesitará un plan escolar especial, ya que probablemente no podrá asistir al colegio en el corto plazo.
En el ámbito penal, aún se espera saber si la fiscal Macarena Cañas, de la Fiscalía Metropolitana Centro Norte, ha avanzado en su investigación. La fiscal, que lleva cuatro años investigando la violencia estudiantil en liceos emblemáticos, llegó al INBA poco después de la tragedia.
CHISPA
Con el paso del tiempo, surgen nuevos detalles sobre lo sucedido aquel miércoles 23 de octubre. Alrededor de las 10:30 de la mañana, un grupo de estudiantes en el baño del patio Siberia protagonizó una de las tragedias más graves de la historia escolar chilena: el fuego quemó sus ropas y causó quemaduras en la piel y las vías respiratorias de todos.
Sin embargo, este incidente no ha sido ampliamente debatido públicamente. Durante las primeras 48 horas, la noticia inundó las redes sociales, pero luego se produjo un largo silencio.
Más allá de un informe general sobre los heridos, centralizado en el Minsal, que ordenó a los centros hospitalarios no divulgar información debido a la ley de derechos de los pacientes, no se conocieron más detalles sobre el estado de los alumnos ni el apoyo brindado a sus familias.
ACCIDENTE
El accidente ocurrió cuando un estudiante encendió un fuego artificial dentro del baño, donde varios jóvenes con capuchas y bombas molotov se habían ocultado para evadir a la rectora María Alejandra Benavides, quien realizaba una inspección en los patios. Otro grupo, que también llevaba acelerantes, trataba de cambiarse después de un fallido intento de salir a la calle.
Este encendido fue suficiente para que los gases acumulados provocaran una explosión y el posterior incendio.
Carabineros fue informado casi de inmediato, pues la rectora ya había notado un «movimiento» en el lugar y había alertado a la policía, lo que facilitó la rápida llegada de la ayuda médica.
HERIDOS
Los 35 heridos, con edades entre 15 y 18 años, fueron derivados a varios centros hospitalarios. Cuatro de los más graves fueron trasladados en autos particulares por docentes, sin la autorización de la directora, hasta el Hospital San Juan de Dios, que se encontraba a solo una cuadra del colegio, eludiendo los protocolos internos del establecimiento.
El resto de los estudiantes esperaron en el colegio la llegada de ambulancias del SAMU y otros centros hospitalarios especializados en grandes quemados, donde finalmente fueron atendidos (la Asistencia Pública, la Mutual de Seguridad y la Clínica Indisa).
CAMILLAS
Más de 15 ambulancias llegaron al portón de calle San Pablo del colegio, ya que este era más amplio que el ingreso principal, que es por calle Santo Domingo.
Precisamente en el patio contiguo a ese portón había nueve mesas de ping pong, que normalmente servían para recreación, pero que en esta ocasión fueron utilizadas como «camillas» para que los heridos pudieran descansar mientras llegaba la ayuda médica. Los paramédicos los evaluaron y, según la gravedad de las lesiones, los derivaron a distintos centros de atención.
Algunas ambulancias trasladaban a dos heridos, otras solo a uno, debido a la gravedad de las quemaduras. Al final del día, 25 de los 35 estudiantes quedaron hospitalizados.
«Nunca había visto personas quemadas a ese nivel. Algunos chicos no tenían párpados, otros perdieron el cabello, y otros se desnudaban, quedando sin piel. Todos gritaban, pedían agua, pero ninguno perdió el conocimiento. Algunos corrían, pedían agua… saber después que nueve de ellos estaban en riesgo vital fue impresionante», recuerda un testigo.
GRAVEDAD DE LAS LESIONES
Las horas siguientes confirmaron la gravedad de las lesiones. Al menos una veintena de estudiantes estuvo en UTI o UCI, sedados, intubados o reanimados.
Uno de los chicos aún tenía hollín en sus pulmones una semana después de la tragedia; otro estuvo en riesgo de amputación de una pierna debido a la falta de irrigación sanguínea; y un tercero necesitó una traqueotomía.
Además, algunos tuvieron anemia, mientras que otros no podían regular la temperatura de su cuerpo, sin contar los frecuentes procedimientos quirúrgicos para aseos e injertos.
REHABILITACIÓN
La mayoría de los heridos está siendo rehabilitada en Coaniquem. El último paciente dado de alta de la Mutual de Seguridad lo fue el 30 de enero. En la Posta Central aún permanecen hospitalizados dos estudiantes, mientras que en la Clínica Indisa ya no quedan heridos.
Algunos deben regresar a curaciones regularmente, mientras que otros usan prendas compresivas en diversas partes de su cuerpo (uno de ellos las usa casi todo el día). La mayoría está en proceso de rehabilitación física.
Los que estuvieron presentes ese día recuerdan escenas desgarradoras. «Los chicos gritaban por agua, pedían que les mojaran la boca… pero la instrucción fue solo eso: mojarles la boca», cuenta uno de los presentes.
PISCINA
En medio de la desesperación, uno de los estudiantes intentó correr hacia la piscina para arrojarse al agua. Sin embargo, la piscina tenía agua estancada y cloro, por lo que un inspector de patio impidió que los alumnos pudieran cumplir su desesperado intento. En su lugar, ordenó abrir los camarines y activar las duchas con agua fría.
Testigos aseguran que la rectora estaba cerca del baño donde ocurrió la primera explosión. Las llamas, que se extendieron hacia un pasillo adyacente, causaron que se incendiara parte de su vestimenta. «Desde ahí, les gritaba a los alumnos que salieran, les pedía que si había alguien dentro gritara», asegura una testigo.
Los extintores fueron usados por un inspector y el subdirector, quienes, en un acto instintivo, se enfocaron en apagar las llamas alrededor, evitando que el polvo químico afectara a los heridos. «Eso fue providencial, porque el polvo habría podido infectar mucho las lesiones», explicó un paramédico más tarde.