La sobreexposición a noticias de guerras, atentados y tensiones internacionales puede tener consecuencias directas en nuestra salud mental, incluso cuando nos encontramos lejos de las zonas de conflicto.
Así lo advierte el Dr. Raúl Sánchez, director del Centro Clínico del Ánimo y Ansiedad, quien señala que «El cerebro humano no distingue con facilidad entre una amenaza real e inmediata y una potencial o lejana».
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Esta confusión puede activar el sistema nervioso como si estuviéramos en peligro directo, generando un estado constante de hiperalerta.
CONFLICTOS
Este fenómeno se ve amplificado en el contexto actual, donde los conflictos bélicos y las tensiones geopolíticas ocupan gran parte de la agenda mediática.
Organizaciones como la Confederación Salud Mental España y Mental Health America (MHA) han alertado sobre los efectos psicológicos de este tipo de exposición constante, especialmente en los sectores más vulnerables como niños, niñas y adolescentes.
La ansiedad, el estrés postraumático, los trastornos depresivos y el sentimiento de impotencia son algunas de las consecuencias más comunes.
CUIDADO PERSONAL
Frente a este escenario, el Dr. Sánchez propone una estrategia de cuidado personal: «En el lenguaje técnico hablamos de una ‘higiene informativa’, así como la higiene del sueño o alimentaria. Aprender a dosificar las noticias que consumimos, elegir fuentes responsables y desconectarse de ciertos contenidos es una forma de autocuidado emocional frente al ruido del mundo exterior».
La MHA también coincide en la necesidad de establecer límites con la información que consumimos, promoviendo rutinas saludables, la conexión con la comunidad y la búsqueda de apoyo profesional si las emociones se vuelven difíciles de manejar.
CUIDADO EMOCIONAL
Para el Dr. Sánchez, el cuidado emocional en tiempos de crisis global debe centrarse en lo esencial: «Cuando las tensiones globales parecen escalar, las personas deberían volver a lo esencial: cuidar sus rutinas, fortalecer sus vínculos significativos y conectar con su cuerpo a través de prácticas como la respiración consciente, el ejercicio o el descanso».
Tanto expertos como organizaciones internacionales coinciden en que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en este contexto.
Mostrar la violencia como espectáculo no solo vulnera la dignidad de las víctimas, sino que también intensifica el dolor emocional en la audiencia. La invitación es clara: informar con ética, cuidar nuestra salud mental y priorizar la humanidad por sobre cualquier interés político o militar.