Según datos del Instituto Nacional de Estadísticas, en 2024 se registraron 135.539 nacimientos en Chile. Aunque esta cifra suele interpretarse como una señal de alerta frente a la continua disminución de la tasa de natalidad, cuando hablamos de salud mental materna es preciso mirar estos números desde otra perspectiva.
Detrás de cada uno de esos nacimientos hay una mujer que atraviesa un proceso de transición: el embarazo, parto y puerperio. Son 135 mil mujeres que comienzan a transitar una etapa profundamente transformadora y vulnerable de sus vidas, llena de desafíos emocionales, físicos, sociales y mentales. Mujeres que necesitan ser acompañadas, sostenidas y protegidas de forma respetuosa.
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SALUD MENTAL EN LA MATERNIDAD
Si bien no todas estas madres tendrán algún diagnóstico en salud mental, un estudio denominado «Salud mental en madres en el período perinatal» publicado el año 2021 en nuestro país indica que la prevalencia de depresión a las ocho semanas postparto es de 20,5%. Mientras que, un 41,3% de las mujeres presentaría sintomatología depresiva y/o ansiosa entre los 2 y 3 meses posparto.
La depresión postparto tiene diversas consecuencias negativas, como mayor prevalencia de conductas de riesgo en las madres, alteraciones en la interacción madre-bebé y problemas en el desarrollo cognitivo y socioemocional del niño. Por ello, la promoción del bienestar emocional y el diagnóstico precoz son esenciales.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Estamos realmente construyendo un entorno social, laboral y cultural que valore, acoja y sostenga la maternidad? La Red Chilena de Salud Mental Perinatal ha advertido sobre múltiples barreras que afectan directamente el bienestar de las madres: la invisibilización del trabajo de crianza, la desigualdad en las licencias parentales, la escasa cobertura de salas cuna y jardines infantiles, la dificultad para acceder a empleos con horarios flexibles, y entornos laborales que aún discriminan la maternidad.
Ante este escenario, surge una nueva interrogante ¿es posible que, al identificar estos riesgos y limitaciones, muchas mujeres decidan postergar o incluso renunciar a su deseo de ser madres? Un factor que, sin duda, podría estar influyendo en la sostenida disminución de la natalidad en nuestro país.
MATERNIDAD EN SOLEDAD
Es clave reflexionar sobre la urgencia de garantizar espacios de contención, cuidado y escucha para cada madre, reconociendo que su bienestar emocional individual es también parte fundamental de una sociedad más justa y saludable. Y también hacer un llamado a la acción, a no olvidar que todos y todas tenemos un rol en este proceso.
La maternidad no puede ni debe transitarse en soledad. Tenemos una responsabilidad colectiva, las organizaciones, las políticas públicas, los equipos profesionales y la comunidad entera tienen la misión de acompañar y facilitar esta vivencia, considerando sus múltiples contextos y sus particularidades.
Cada maternidad y cada madre es única. Existen madres en duelo, sin redes de apoyo, madres con bebés enfermos o prematuros, madres migrantes que enfrentan barreras culturales y lingüísticas, o aquellas que deben volver al trabajo antes de estar emocional y físicamente preparadas. También están las madres adolescentes, las que maternan solas, las que enfrentan violencia o exclusión, y tantas otras que viven su maternidad en condiciones de vulnerabilidad.
Si estas cerca de una madre hazle saber que es vista y escuchada, que está bien si no puede con todo, que no está sola. Quizás no necesitas decir nada, solo demostrar que estás ahí. Si cuidamos a una madre, también estamos cuidando a un niño o niña, a una familia y a la sociedad en su conjunto.