Thomas Müller protagonizó ayer una noche inolvidable en su adiós al Allianz Arena, combinando lágrimas, gratitud y el abrazo de sus compañeros y seguidores.
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Thomas Müller cerró ayer su etapa de 25 años en el Bayern Munich con un triunfo 2-0 sobre el Borussia Mönchengladbach en la jornada 33 de la Bundesliga. Además de levantar su 13° título liguero en el mismo césped que lo vio nacer como leyenda.
En el minuto 83, el número 25 del Allianz Arena brilló por última vez. Müller salió ovacionado de pie mientras sus 750 apariciones con el club quedaban imborrables en la memoria de todos. Previamente, le habían entregado el trofeo de campeón en un gesto que mezcló triunfo y nostalgia
El ambiente se impregnó de emoción cuando Müller, con la voz entrecortada, agradeció “a cada aficionado, cada compañero y cada empleado del club” que formó parte de su viaje desde niño hasta consagrarse referente mundial. Esa despedida incluyó un tifo gigante en la Südkurve y cánticos que retumbaron en Fröttmaning, convirtiendo su “living room” en un escenario casi sagrado.
Sus palabras resonaron en el Allianz: “Nadie me preparó para este momento”, confesó Müller, emocionado ante sus padres y ante ídolos como Manuel Neuer, Joshua Kimmich y Harry Kane, quienes le rindieron homenaje con abrazos que mostraron el respeto de toda una generación.
Antes del pitazo final, el club y los aficionados rindieron homenaje a Eric Dier y otros jugadores que también se despidieron. Pero fue el de Müller el que marcó un antes y un después, sellado con lágrimas y aplausos en cada grada.
La noche concluyó con un mensaje de optimismo lanzado por Müller al club: “Entrego el testigo con confianza, este equipo llevará nuestra pasión aún más lejos”, alentó, dando paso a la siguiente era bávara.
Así, la despedida de Müller en el Allianz se convirtió en más que un adiós. Fue la celebración de una carrera irrepetible y el punto de partida de un legado que seguirá inspirando al Bayern Munich y al fútbol mundial.