Opinión

«La voz de los sin voz» por Luis Conejeros Saavedra

Santiago, Chile.

Luis Conejeros Saavedra

Periodista

Mi padre era director de la radio Chilena, la radio del Arzobispado de Santiago, cuyo eslogan era “la voz de los sin voz”. Era fines de los ’70.

Yo tenía unos 7 años y me causaba gracia que al papá, raudo su mini rojo con patones y escape libre, siempre lo seguía un auto que -según él- era de la CNI, el organismo de seguridad del gobierno militar. En las mañanas, cuando nos iba a dejar al colegio, mi papá saludaba a los señores de lentes oscuros, los agarraba a garabatos o jugaba a escabullirse en medio del tránsito.

Algunas noches los mismos señores que siempre nos seguían agarraban a patadas la reja de la casa y hacían sonar las sirenas. Pero nunca entraban. Mi papá hacía como que le causaba gracia. Pero igual me fue a dejar y a buscar al colegio hasta cuarto medio. La idea de que yo y mi hermana no podíamos salir solos a la calle le quedó marcada hasta bien entrados los ‘90.

Años después entendí que no todo era tan inocente. Con la complicidad y el aval del Cardenal Silva Henríquez, mi papá autorizaba que “la radio de los curas” leyera las noticias que casi nadie se atrevía a divulgar y programaba a cada rato el “amigo negro José”, canción de Illapu adoptada como himno en centros de prisión y tortura.

Con los años mi padre confesó otras andanzas. En alguna oportunidad con curas y periodistas amigos fue a tirar a un par de colegas por la pandereta de la Nunciatura para que se asilaran. En otras, por su rol de periodista, hizo de correo entre fuerzas de seguridad y grupos de izquierda para lograr “entregas pacíficas”.

La verdad es que nunca nos pasó algo grave. A lo más, algunas noches tuvimos que ir a dormir a casa de alguien. Eran jornadas de “operativos de seguridad” en los cuales los detenidos con suerte eran interrogados con métodos hoy impensables. Aunque eso no salía en la TV, sólo la radio.

Un alto oficial de Carabineros, corriendo no poco riesgo, solía avisar a mi papá que “hoy no te conviene dormir en la casa”. Increíble, pero incluso en medio de la noche más oscura, en todos lados había algunos y algunas tratando de hacer lo correcto.

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