Entrevistas y Reportajes

Fuego amigo: las confesiones de “El Papudo” Valenzuela. «Ya no temo por mi vida»

Santiago, Chile.

Mario López M.

«No temo por mi vida, ya no»

Corría 1984, había sido un año agitado, tanto en lo interno como en la relación con el más importante de nuestros vecinos, dada la longitud de límites comunes. Ese año, el 22 de marzo de 1984 se establecía el Estado de Emergencia Constitucional, como respuesta a las protestas populares. Más tarde, el 29 de noviembre, Argentina y Chile firmaban el Tratado de paz y amistad que puso término al denominado “Conflicto del Beagle”. Ese mismo mes, otro hecho marcaría la pauta en materia de DDHH. Sin cita de por medio, a las puertas de la entonces revista Cauce, se apersonó un muchacho que se identificó como Andrés Valenzuela, (apodado Papudo), quien era por aquel tiempo, un suboficial activo de la Fach y además oficiaba de agente del, hasta entonces, desconocido Comando Conjunto.

SOY DESERTOR

Luego de insistir que le atendiera la periodista Mónica González, ex directora de CIPER Chile, se ofreció, voluntariamente, a relatar los hechos de que conocía en el ejercicio de sus funciones y que daban cuenta de atrocidades cometidas por los organismos de seguridad del régimen y por miembros de las FFAA., de los que él formaba parte. Estaba, en los hechos, desertando. González ha relatado que el temor se apoderó no solo de ella, al escuchar el largo testimonio, sino que además de todos los presentes en aquel momento en ese lugar. Una vez que se verificaron algunos de los antecedentes entregados por el “Papudo” y que hubo cierta consciencia de la veracidad de los relatos, desde el medio contactaron a la Vicaría de la Solidaridad, de caer Valenzuela en manos de sus ex camaradas de armas, era hombre muerto y se perdería de paso sus importantes confesiones.

Ya en conocimiento de la dictadura la deserción y en sospechas fundadas de que las confesiones saldrían a la luz pública, el Gobierno impuso Estado de Sitio, clausurando las revistas opositoras que podían hacerse eco de la información. Desde luego, Cauce. No existiendo medio interno que pudiera -o se atreviera- a publicarla, González aplicó el efecto “rebote”, darla a conocer a un medio extranjero para que por esa vía se replicara en Chile. Y así lo hizo, en diciembre de ese mismo año, la publicó en El Diario de Caracas, de Venezuela.

En ella, un militar confesaba cómo los servicios de seguridad y las FFAA secuestraron, torturaron, asesinaron e hicieron desaparecer a opositores de la dictadura. Su gran mérito, está en ser el primero que formalmente reconoce los actos bestiales cometidos con opositores y también con otros miembros de los propios organismos de seguridad que se “desviaban”, según sus superiores. También identificó la existencia del Comando Conjunto, desconocido hasta esa fecha. No solo eso, dio a conocer a sus integrantes, los esquemas de poder e incluso reconoció a detenidos desaparecidos que pasaron frente a él en los campos de detención ilegales, como los hermanos Weibel Navarrete, por ejemplo…

LUCHAS INTESTINAS

Aparte de permitir conocer el destino de muchos detenidos que pasaron por las manos de los organismos de inteligencia de la FACH y quiénes formaban parte de ese ente represor, Valenzuela abrió una arista que, aunque se sospechaba, no se conocía su intensidad. Las violentas disputas entre la DINA y los otros organismos que mantenían las otras ramas de las FFAA activas y Carabineros.

La “inoperancia de la DINA”, como la calificaban los superiores en la FACH, según Valenzuela, dio paso a coordinaciones externas al órgano represor dirigido por Manuel Contreras que concluyeron en el hasta entonces, desconocido Comando Conjunto. También la brutalidad aplicada en casos de “deslealtades”.

Un hecho relatado por Valenzuela, grafica lo señalado: “¿Recuerda usted detalles de la “operación Bratti”? le pregunta la periodista González, a lo que “el Papudo” respondió: “En ese tiempo nosotros estábamos viviendo en la casa de Bellavista, éramos ocho agentes más o menos. Me pasó a buscar Adolfo Palma Ramírez alrededor de las diez de la noche y me dijo que había una operación. Nos fuimos a ‘La Firma’, como le llamábamos nosotros, que es la casa de calle Dieciocho, el ex local del diario Clarín. Allí había otros oficiales de Carabineros, de la Marina. Estaban todos los jefes del Operativo Conjunto. Me sorprendió que hubiera pisco en la mesa, una especie de cóctel pequeño. Uno de los presentes me dio una pastilla y me dijo que me la tomara. Yo me di cuenta de inmediato que era droga.

«EL PAQUETE»

La conversación siguió hasta que el trago se terminó. Yo no sabía de qué se trataba. A un centinela le dijeron que trajera ‘el paquete’, así llaman a los detenidos. En ese momento vi que entraron con Bratti esposado y los ojos vendados”, comienza el relato de Valenzuela acerca de quien había sido su compañero en la FACH y luego en el Comando Conjunto.

Se trataba de Guillermo Bratti Cornejo. “Él ingresó antes que yo. Yo lo conocí el año 1974 en la Academia de Guerra, después dejé de verlo un tiempo hasta que apareció nuevamente trabajando con nosotros”, recuerda Valenzuela, quien relata lo sucedido por su malogrado excompañero: “Le hicieron preguntas. Se notaba que estaba muy choqueado. Estaba drogado.

Le dieron órdenes luego al centinela para que lo sacara de la especie de living en que nos encontrábamos y salimos a los vehículos. Creo que iban dos autos. Adolfo Palma iba en uno de ellos conduciendo. A mi lado iba un agente de Carabineros y otro oficial de Carabineros también. Nos dirigimos al Cajón del Maipo (…) Hay que pasar San Alfonso, El Melocotón y cuando el camino cruza el río, pasábamos el puente e inmediatamente doblábamos a la izquierda. Nos internábamos por un camino de tierra unos 10 o 15 kilómetros, no recuerdo con exactitud. Allí había unos acantilados”, relata.

«ESTÁ FRÍA LA NOCHE»

Bratti llegó a ese lugar vivo, confesó “el Papudo”: “Drogado creo, pero vivo. Lo pararon al frente de una piedra y él insistió en que le sacaran la venda y le soltaran las esposas. Supuso que lo iban a matar. Palma le preguntó que cómo quería morir, si quería arrancar. Se pretendió hacer un juego macabro, por cierto. Bratti dijo que quería morir sin venda y sin esposas.

Estaba muy entero. Palma entonces, se dirigió a mí y me ordenó que le retirara las esposas.

Recuerdo que cuando me acerque a sacarle las esposas, él me dijo que hacía mucho viento y agregó: ‘Está fría la noche Papudo’. Sí, le contesté, pero yo estaba quebrado a pesar de estar drogado. Tenía miedo, pensé que los demás que participaban eran todos oficiales, salvo un agente de Carabineros y que quizás me iba a ir yo también con Bratti p´abajo”.

Valenzuela confiesa haber sentido temor: “Me dio mucho miedo cuando me ordenaron: ‘¡Ya, sácale las esposas!’. Ellos estaban como a diez metros. Cumplí la orden, me devolví donde Palma y me mandaron a los vehículos. No recuerdo a qué fue, si a buscar algo, no sé. Cuando iba caminando hacia los vehículos, en una noche muy clara, sentí la ráfaga. Cuando volví al lugar había cordeles y ya estaba muerto. Me dijeron que lo amarrara y le pusiera unas piedras y lo tiramos por el acantilado”, reconociendo que él, personalmente, lo lanzó al vacío: “Sí, yo lo hice. En ese instante pensé que también me iban a soltar a mí. Me dio mucho miedo,pero lo solté. Después regresamos a los vehículos y volvimos a ‘La Firma’ donde tomamos otra botella de pisco y luego me fueron a dejar a la casa.

CELOS PROFESIONALES

Lógicamente me pidieron que no hiciera comentarios de lo que había sucedido, pero dentro del servicio se sabía de todas las operaciones que se realizaban”.

Recuerda Valenzuela que se les dijo que Bratti era traidor por pasar información delicada a partidarios de izquierda. Años más tarde descubriría la verdadera razón, “celos profesionales” entre los organismos de seguridad: “El año 1979 estuvimos trabajando en Antofagasta, no en subversión. Y Adolfo Palma Ramírez me dejó en una oportunidad en su casa porque viajaba a Chuquicamata. Le cuidé su casa y me dediqué a escuchar casetes. Encontré declaraciones de detenidos, entre ellas las de Bratti. Ahí supe la verdad: se le acusaba de traición por querer pasarse a la DINA. Yo le hice saber a Fuentes que Palma tenía grabaciones con declaraciones de Bratti y de otros detenidos. Para ese entonces ya no estaba Palma en la FACH. Fuentes dijo que estaba bien porque eso iba a ser un respaldo en caso de que mañana él cayera detenido para entregar información”.

Otro hecho relatado por “el Papudo”, el del informante Carol Flores Castillo, ratifica las pugnas, al reconocer que lo mataron “Porque intentó irse a trabajar a la DINA. Fue en 1976, no recuerdo si era DINA o si ya era CNI. En ese problema también estuvo metido Otto Trujillo, era de Patria y Libertad, lo había traído el comandante Fuentes Morrison al servicio. También estuvo implicado en el grupo que se quiso pasar a la DINA. A él lo dejaron en libertad. Por la influencia de Fuentes no lo mataron”.

En 2016 este periodista tuvo la oportunidad exclusiva de entrevistar al «Papudo», cuando regresó a Chile para prestar declaraciones judiciales en el marco de investigaciones por violaciones de DDHH. Su voz era serena, no sentía culpas, estaba convencido de haber hecho y seguir haciendo lo que correspondía. «No temo por mi vida, ya no», me dijo. Esa entrevista, es materia de otro reportaje.

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