En los primeros seis meses de 2025, Rusia duplicó su gasto en reclutamiento militar, desembolsando cerca de 25.674 millones de dólares para reforzar sus filas con 200.000 nuevos soldados. La cifra, publicada por el portal independiente Re: Russia, marca un salto sin precedentes en el esfuerzo financiero del Kremlin para sostener su ofensiva sobre Ucrania y refleja el carácter prolongado y costoso de una guerra que consume el 2 % del PIB ruso y casi el 10 % del presupuesto federal.
Los incentivos para atraer nuevos reclutas se han disparado. En las doce regiones más activas en reclutamiento, los pagos por firmar contrato alcanzan los 2,7 millones de rublos —unos 30.000 dólares—, sumados a salarios mensuales y compensaciones para familias de heridos o fallecidos. De mantenerse esta tendencia, el gasto en personal militar podría superar los 51.000 millones de dólares en 2025.
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AVANCE COSTOSO Y LIMITADO
A pesar de la inversión, los avances rusos sobre el terreno siguen siendo modestos. Según la plataforma DeepState, en el último mes las tropas rusas ganaron 556 km² de territorio ucraniano, el mayor avance mensual desde el inicio de la invasión, aunque insuficiente para alterar sustancialmente la situación estratégica. Analistas estiman que, a este ritmo, tomar el control total de Ucrania tomaría más de 70 años.
La ofensiva se concentra actualmente en Sumy, en el noreste; en el eje Pokrovsk–Kostyantynivka, al este; y en sectores adyacentes del Donbás. En Sumy, las tropas rusas lograron una penetración de entre 10 y 12 kilómetros, aunque fueron detenidas por la resistencia ucraniana. En Pokrovsk, Moscú ha concentrado más de 111.000 soldados en un intento por forzar una retirada ucraniana mediante una táctica de cerco parcial, conocida como “caldero”.
TÁCTICAS DE DESGASTE
El avance ruso se apoya en una estrategia de desgaste, con unidades pequeñas que atacan a pie o en motocicleta. Esta modalidad responde a la alta tasa de bajas entre tropas rusas y a la eficacia de los drones ucranianos, que neutralizan rápidamente vehículos blindados. El modelo ruso “Gerbera”, por ejemplo, ha sido clave en inutilizar rutas logísticas en el este del país.
“La ruta que usamos hace dos meses ya no sirve. No se puede circular ni de día ni de noche”, señaló el sargento ucraniano Viktor Pyasetskyi, de la 93.ª Brigada Mecanizada. Además del daño físico, estos ataques tienen como objetivo minar la moral civil mediante bombardeos a zonas residenciales.
COLABORACIONES
El conflicto también ha sumado elementos externos. Se han documentado presencias de tropas norcoreanas y municiones suministradas por Corea del Norte, utilizadas especialmente en la reconquista de Kursk el año pasado. Sin embargo, tras recuperar esa región, los avances rusos en la frontera han sido escasos, limitados por combates en localidades que cambian de manos con frecuencia.
En el plano simbólico, la propaganda sigue siendo un arma fundamental. Imágenes de soldados rusos en Dnipropetrovsk circularon esta semana en medios progubernamentales, pero las autoridades ucranianas lo desmintieron y aseguraron que ese grupo fue neutralizado.
El Instituto para el Estudio de la Guerra advierte que, aunque pudieran existir incursiones aisladas, su valor estratégico es nulo. El mayor Viktor Trehubov, portavoz del grupo operativo Khortytsya, considera que estos gestos son puramente propagandísticos.
GUERRA SIN FIN
Mientras la línea del frente se mueve lentamente, el conflicto se intensifica en profundidad. Los ataques a infraestructuras civiles, la militarización acelerada de la economía rusa y los gastos colosales del Kremlin revelan una apuesta por una guerra larga y sin compromisos diplomáticos a la vista.
Con una economía cada vez más orientada al esfuerzo bélico —que incluye la nacionalización de activos privados por 50.000 millones de dólares en los últimos tres años, según Kommersant—, el Kremlin parece dispuesto a mantener la presión sin importar el costo humano o financiero.