Más de cinco años después de la muerte de Jeffrey Epstein en una cárcel de Nueva York, su caso vuelve a sacudir la política estadounidense. Pese al cierre judicial de los expedientes y los informes oficiales que niegan la existencia de una “lista de clientes”, el movimiento MAGA ha reavivado las teorías conspirativas y ha puesto al presidente Donald Trump en una posición incómoda frente a su propia base.
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UNA POSTURA AMBIGUA QUE ALIMENTA EL DESCONTENTO
Donald Trump ha intentado proyectar transparencia respecto al caso Epstein, afirmando que su gobierno ha cumplido su promesa de investigar los hechos. Sin embargo, ha evitado la publicación de documentos clave, lo que ha generado molestia incluso entre sus seguidores más fieles. La decisión de no nombrar a un fiscal especial, sumada a la renuencia a desclasificar testimonios del gran jurado, ha alimentado acusaciones de encubrimiento.
“La Administración ha sido transparente”, aseguró la portavoz Karoline Leavitt. No obstante, la falta de acciones concretas —como la publicación de la supuesta “lista”— ha profundizado la desconfianza. En un giro ambiguo, Trump ordenó a la fiscal general Pam Bondi liberar “todos los testimonios relevantes”, pero simultáneamente anunció que demandará a The Wall Street Journal por filtrar una supuesta carta suya a Epstein.
EL DESPIDO DE MAURENE COMEY: ¿REPRESALIA O DECISIÓN POLÍTICA?
En este clima de tensión, el despido de la fiscal federal Maurene Comey —figura central en la condena de Ghislaine Maxwell y en casos sensibles como el del productor musical Sean “Diddy” Combs— fue interpretado como una posible represalia. Hija del exdirector del FBI James Comey, su salida del Departamento de Justicia se amparó en el artículo II de la Constitución, pero fuentes citadas por The New York Times revelaron que Trump había cuestionado en privado su permanencia en el gobierno.
El despido ocurre justo cuando sectores republicanos exigen más respuestas sobre el caso Epstein. Comey, egresada de Harvard y experta en delitos sexuales y crimen organizado, fue ampliamente reconocida por su rol en el juicio contra Maxwell. Su salida reavivó sospechas de una purga política en el Departamento de Justicia.
LAS CONCLUSIONES OFICIALES NO CONVENCEN
En febrero, el Departamento de Justicia y el FBI publicaron un memorando que descarta la existencia de una lista de clientes chantajeados por Epstein y reafirma que su muerte fue un suicidio. También negó la presencia de terceros en la zona donde ocurrió el hecho. Lejos de apaciguar el debate, estas conclusiones provocaron indignación entre las bases de Trump, que acusan al FBI de proteger a las élites.
“Es una traición al compromiso de limpiar el pantano”, declararon activistas vinculados al movimiento MAGA. Para ellos, el gobierno de Trump ha fallado en cumplir la promesa de revelar la verdad sobre la red de explotación sexual que habría operado con la complicidad de figuras influyentes.
FRACTURAS DENTRO DEL GOBIERNO Y PRESIÓN DEL TRUMPISMO
La controversia en torno al caso ha provocado fisuras dentro del Ejecutivo. La publicación del informe del DOJ generó un enfrentamiento entre la fiscal general Pam Bondi y el subdirector del FBI, Dan Bongino, quienes se acusan mutuamente de filtrar información. Mientras tanto, voceros del trumpismo, como Laura Loomer y Megyn Kelly, han acusado a Bondi de encubrir la verdad.
Loomer llegó a llamarla “Scam Blondi” y sostuvo que su presencia daña la imagen de Trump. En respuesta, el mandatario defendió a su fiscal, pero lanzó una advertencia insólita: aseguró que ya no desea el respaldo de quienes insisten en mantener vivo el caso Epstein. “Están haciendo el trabajo de los demócratas”, afirmó.
Incluso aliados cercanos, como el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, han pedido públicamente que se revele toda la información disponible. Por su parte, Loomer exige la designación de un fiscal especial para reabrir el caso y evitar mayores costos políticos para el mandatario.
UN SÍMBOLO DE IMPUNIDAD
Más allá del morbo y el sensacionalismo, el caso Epstein se ha transformado en un símbolo político. Representa, para amplios sectores de la población, la supuesta red de impunidad que protege a las élites estadounidenses. Para Trump, se ha convertido en un terreno pantanoso: si lo impulsa, se arriesga a abrir un frente judicial difícil de controlar; si lo abandona, pierde parte de su base más fiel.
En esta encrucijada, el caso Epstein no solo continúa generando titulares: también amenaza con erosionar la cohesión del trumpismo y transformar un escándalo cerrado en un problema político permanente para la Casa Blanca.
A Trump se le atraganta el caso Epstein. Figuras influyentes del movimiento MAGA y algunos republicanos exigen más información. No se creen que no haya nada extraño. La teoría conspirativa que Trump alimentó durante años se le ha vuelto en contra. @telediario_tve @rtvenoticias pic.twitter.com/w3cKL9z5PM
— Javier Gutiérrez 📺 @javiergutierreztv.bsky.social (@jgnogales) July 16, 2025