Política

Jorge Donoso Pacheco: A 50 años del testimonio moral, político e intelectual de la Declaración de «Los 13 del 13»

Santiago, Chile.

Mario López M.

Jorge Donoso: «No le veo parangón a lo sucedido entonces con estos momentos. Espero equivocarme».

A 50 años del golpe de Estado que ha dejado profundas y desgraciadas huellas en la memoria colectiva de este país, historias de mucho dolor en miles de familias y ha horadado de manera importante la moral colectiva, vale la pena recordar a un grupo de dirigentes e insignes militantes de un partido que, siendo opositor a la Unidad Popular, fue capaz de levantar su voz para reconocer e inclinarse ante el presidente depuesto por “el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional”, lo que demuestra una estatura moral, política e intelectual, unida a una consecuencia valiente, indiscutible.

Uno de ellos, Jorge Donoso Pacheco, abogado y periodista -fue presidente del colegio de la orden-, quien lanzó hace algún tiempo un libro en conjunto con Grace Dunlop Echavarría llamado “Los 13 del 13”, donde plasmaron los testimonios de quienes concurrieron a suscribir esa histórica declaración.

Con retrospectiva y humildad se siente orgulloso de haber estado allí, en la vereda correcta de la historia. Hubiera querido otra conducta en ese entonces, más decidida por parte de su colectividad.

Hoy, la valiente y visionaria acción de estos demócratas es reconocida en su partido. Ignacio Walker, Fuad Chahín y ahora Alberto Undurraga, han sido los presidentes DC que les han rendido homenaje. Pero pasó mucho para eso. El mismo Patricio Aylwin dijo en su oportunidad que la declaración de los 13 debió ser la postura oficial del conglomerado.

Cuando Donoso mira la Democracia Cristiana de estos días, añora y espera que existan no solo dirigentes, sino que militantes modestos, gente de base del partido, de aquellos que no aparecen en la primera plana de los diarios, que tengan la talla moral, política e intelectual de los Leighton, Fuentealba y otros.

Recuerda una frase de Radomiro Tomic que le hace mucho sentido. Él decía que: “el partido era grande por sus raíces, de aquellas que no salen a la superficie, sino que son otros los que aparecen como los brotes, las flores, etc.”

“Así que creo y confío que en las bases haya gente de esas características”, comenta.

Mariano Ruiz Esquide y Jorge Donoso y Waldemar Carrasco son los tres firmantes de esa declaración que sobreviven. El cuarto era Belisario Velasco, que ya no está.

A 50 años del golpe ha vuelto a instalarse una discusión: hablamos del golpe y sus consecuencias o también analizamos los hechos previos a este. ¿Son temas contradictorios? Ello, porque la declaración asume ambos términos, además de asumir las responsabilidades compartidas, lo que muchos no quieren hacer.

-La Declaración de los 13, en primer lugar, rechaza categóricamente el golpe de Estado y destaca, “Nos inclinamos respetuosos ante el sacrificio que él hizo de su vida en defensa de la Autoridad Constitucional”.

Pero a continuación dice que lo que nos llevó a la tragedia es responsabilidad de todos, pues nadie puede escapar a su responsabilidad de cuidar la democracia. Señalamos de manera categórica que es responsabilidad de todos, Gobierno y Oposición, porque el deber de mantener una democracia no puede ser eludido por nadie.

Y ahí analiza las que podrían ser las causas del golpe y sus responsables, desde el sectarismo de la Unidad Popular, la irresponsabilidad de la ultraizquierda, pero también de la utilización de la derecha económica que, con fría determinación, aprovechó los errores de la UP para crear un clima de tensión, de ceguera y de pasión política que, unido a lo anterior, hizo imposible un consenso mínimo al descalificar a quienes lo buscábamos con objetividad y con cordura.

Estas fueron, si hablamos de causas, no las únicas, pero sí las principales.

También señala algo que paradojalmente hoy está en discusión: ¿era evitable el golpe?

-Creo que sí. En primer lugar, una cuestión que debió haber ocurrido era un acuerdo entre la Unidad Popular y la Democracia Cristiana. En ambos sectores hubo oposición a que esto se lograra. Desgraciadamente eso no se pudo. Pero sí está probado que efectivamente Allende iba a llamar a un plebiscito que, sin duda, era una de las opciones que tenía en ese momento.

Además, la Democracia Cristiana había dado la posibilidad de que renunciaran tanto los parlamentarios como el presidente, pero eso ni siquiera se llegó a analizar. O sea, había caminos como para evitar el golpe de Estado y restablecer el orden.

Pareciera que, producido el golpe, en todos los sectores del país existía la sensación mayoritaria de que la junta militar que asumía pondría orden y reestablecería el poder a la civilidad. Algo de eso aparece también en la carta. En particular, ¿compartías esa visión?

-No es mi caso. Siempre pensé que si se daba un golpe de Estado iba a ser de larga duración. Es difícil interpretar a gente que falleció, pero no me cabe duda que Bernardo Leighton pensaba lo mismo y es posible que también algunos otros dirigentes de la Democracia Cristiana. Por eso fueron tan categóricos en rechazar el golpe de Estado.

Lo preguntaba porque el punto 5° de la declaración señalaba: “La Junta Militar ha manifestado su intención de restituir el poder a la voluntad del pueblo y respetar las libertades públicas. Esa intención la recogemos como positiva para la restauración democrática y la paz social y esperamos que se cumpla sin demora al tenor de las declaraciones formuladas”.

-Es una declaración de buenas intenciones, pues en ese momento habría sido contraproducente anunciar lo que venía y temíamos. Era preferible tomarse de una declaración que hizo la junta para que cumpliera con lo que se había comprometido. Pero no significa que, al menos en mi caso, creyéramos que esto iba a ser una cosa breve e iban a cumplir con restituir pronto el régimen democrático.

Sin ser “pitoniso”, bastaba mirar lo que acontecía en casi toda América, con dictaduras de distintos signos que buscaban perpetuarse en el poder y con una brutalidad tremenda.

-Está el ejemplo de varios países que habían sufrido la misma situación de largas y feroces dictaduras. Tuve la experiencia de haber estado en República Dominicana y en Uruguay, donde ocurrieron muchas cosas parecidas a lo que ocurrió acá en Chile.

Y además había tenido bastante contacto con la situación de Brasil donde, entre otras cosas, conocí una especie de “cartilla” donde se describían las distintas torturas que allí se aplicaban y que desgraciadamente eso mismo luego se hizo en Chile, asesorado al principio por militares brasileños.

Entonces, tenía antecedentes para pensar que esto podía ser una cosa brutal también.

La Democracia Cristiana tuvo “una actitud complaciente”, como ha señalado con tremenda honestidad su presidente actual Alberto Undurraga. El mismo expresidente Patricio Aylwin dijo en su momento que la actitud de los 13 era la que debió asumir el partido. ¿Hubo contacto con la directiva antes de sacar la declaración por ustedes?

-Yo distingo, para llegar a firmar la declaración, tres etapas anteriores que definen muy bien la relación que hubo con la directiva del partido: la primera es, el Tanquetazo, en que la directiva del partido va a la casa de don Bernardo Leighton y desde ahí Aylwin llama a Allende para darle su solidaridad, etc.

La segunda es la declaración de la Cámara de Diputados, en que nosotros vamos invitados por Patricio Aylwin al partido. Y la tercera es la del golpe mismo, en que no hubo ningún contacto con la directiva, al menos que yo sepa.

En ese tiempo la DC como postura oficial pasó de la complaciente a la que, tras pocos días, asumió la “independencia, crítica y activa”. Ya era crítica con lo que estaba sucediendo, pero aún no abierta oposición, como lo fueron ustedes. ¿Cuál era la idea de esa postura aparentemente no definida?

-La idea de buena parte de la directiva era evitar que el gobierno civil militar cometiera las barbaridades que se cometieron. Por eso incluso se llegó a permitir -con mi desacuerdo, por cierto-, que cuatro militantes a título personal accedieran a cargos de gobierno.

Aquello duró muy poco, pues rápidamente la DC entendió que no era posible cambiar el rumbo de lo que se venía. ¿Desde la DC hubo críticas a la Declaración de los 13?

-Por lo menos a mí nunca me las hicieron y eso que seguí asistiendo a las reuniones del Consejo Nacional, del cual formaba parte. Pudo existir crítica, pero a mí nunca me la manifestaron.

De la complacencia a la independencia le sucedió una abierta oposición de la DC a la dictadura. ¿Cuándo se produce eso?

-Creo que fue una suma, una serie de situaciones. Es posible que la gente no supiera a cabalidad lo que estaba pasando en nuestro país, la brutalidad de lo que hacían, pero la directiva sí debe haber estado informada de lo que sucedía, sobre todo en las poblaciones, en los sectores más modestos.

También hubo actos más concretos que afectaron a dirigentes y militantes del partido. Claudio Huepe fue detenido y estuvo algunos días en esa situación. Luego fue expulsado Renán Fuentealba, sacado violentamente de la oficina, etcétera. Fue una sucesión de hechos y situaciones que fueron cambiando la posición de muchos de nuestros dirigentes, militantes y camaradas.

Jorge, han transcurrido 50 años. En estos tiempos probablemente más de alguna vez has releído la Declaración. ¿Qué sientes?

-Puede parecer un poco vanidoso, pero siento un cierto orgullo. Sobre todo después de haber tenido la oportunidad de participar con gente del nivel de moral, intelectual y político como don Bernardo Leighton, Renán Fuentealba, Ignacio Palma… En realidad los nombraría a todos. Eso es lo que siento en este momento.

¿Eran solo esos 13 DC los que estaban en contra del golpe de Estado, o se trató de una situación de hecho a la que muchos otros adhirieron? ¿Cómo se determinó que esos 13, y no otros, suscribieran la carta?

-No me cabe duda que eso ocurrió. No se trató de que hubiera estado llamando don Bernardo a determinadas personas a firmar. Nos fuimos reuniendo espontáneamente con don Bernardo y las personas que participamos en esas reuniones previas fuimos las que llegamos el día 12 a la casa de él. El referente para todas estas situaciones fue don Bernardo, redactor de la mayor parte de esa declaración.

De hecho, manejó las cosas con cierta arbitrariedad, pues permitió a José Piñera que retirara su firma, pero no así a Fernando Sanhueza, a quien le dijo -una frase típica de don Bernardo-, “el que firmó, firmó”.

¿Te trajo en lo personal alguna complicación el haber suscrito la carta?

-El suscribirla, no, pero desde ese momento asumí una labor más activa en contra de la dictadura, consecuente con lo dicho en la declaración y eso sí trajo consecuencias. Varias detenciones, incluso el 7 de noviembre de 1984 me detuvo la CNI cuando era director del Fortín Mapocho.

¿Cuál fue el fin de la declaración? Porque ciertamente no pudieron prever que 50 años después estuviéramos conversando de ella. ¿Sólo dejar un testimonio? ¿Qué más se hizo?

-Ciertamente era dejarlo, pero era más que eso, fue consecuencia de otras actitudes de don Bernardo. Ese día, don Bernardo, acompañado por Ignacio Palma, quería ir a La Moneda y los que estaban en ese momento con ellos le impidieron hacerlo, por otras razones, por la inseguridad que había en las calles, incluso con tanques.

Se optó por esta declaración. Recordemos que don Bernardo, además, presentó el primer Recurso de Amparo -por teléfono- en favor de varios dirigentes del gobierno de la Unidad Popular.

Cada vez que hubo un movimiento subversivo -como lo recuerdo en el libro Los 13 del 13-, él estuvo con el gobierno de turno; fuera partidario o fuera opositor de él, le daba lo mismo. Él creía que era su deber como demócrata ir ese día a La Moneda. No medía las consecuencias, su consecuencia era más fuerte.

¿Cuál era el ánimo entre los que suscribieron la declaración ese día, aparte de lo que expresa la declaración?

-Entre decepción, preocupación, tristeza y mucha rabia. Rabia, porque no habíamos sido capaces, a lo mejor, de haber conseguido otro camino. Era una rabia que tenía un cauce, no era solamente irracional.

Hoy, ¿podría pensarse que el país atraviesa por una polarización similar al 73? Crispada, la llamó la expresidenta Bachelet.

-Yo no veo un paralelo y me ha hecho sentido mucho lo que me manda un querido amigo mío, que son los titulares de la prensa de la época, que los manda todos los días. Ahí se aprecia la tremenda diferencia entre lo que ocurría en ese entonces y ahora. Los titulares de entonces eran tremendos, en el sentido de la hostilidad, del odio de la descalificación. Y en eso caían todos, cada uno en su estilo, pero caían todos.

No le veo parangón a lo sucedido entonces con estos momentos. Espero equivocarme.

Lee aquí la Carta de Los 13 del 13

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