Con el 60 % de los votos en las primarias del pacto Unidad por Chile, Jeannette Jara se convirtió el 29 de junio en la candidata presidencial del oficialismo, superando ampliamente a Carolina Tohá (28 %). Pero con la campaña ya en marcha, la discusión que tensiona a su equipo no es solo cómo ganar adhesión, sino hasta qué punto conviene mantener el vínculo explícito con el Partido Comunista (PC), colectividad de la que es militante desde los 14 años.
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Exministra del Trabajo y Previsión Social en el gobierno de Gabriel Boric (2022–2025), Jara es reconocida por su perfil técnico, especialmente tras impulsar la ley que redujo la jornada laboral a 40 horas y por liderar una de las reformas previsionales más ambiciosas del último tiempo. Sin embargo, esos logros no han sido suficientes para romper el techo de crecimiento electoral que enfrenta.
Hoy, los sondeos la sitúan en torno al 20 % de las preferencias, muy por debajo del líder republicano José Antonio Kast (30%).
UN RESPALDO QUE INCOMODA
Tras su victoria en las primarias, la Democracia Cristiana (DC) decidió sumarse a su candidatura. Pero el respaldo no estuvo exento de consecuencias: se produjeron renuncias internas en la falange por diferencias ideológicas con el PC, lo que evidenció que el principal obstáculo de Jara para expandirse podría estar dentro de su propia coalición.
Pese a ello, la candidata ha intentado marcar distancia. “Esta es una candidatura de toda la centroizquierda, no solo del Partido Comunista”, ha reiterado. Desde el propio PC, la secretaria general ha validado esa visión: “Ella tiene autonomía, el partido es uno más dentro de la coalición”.
¿HASTA DONDE LLEGA ESA AUTOESTIMA?
La estrategia de Jara apunta a consolidar una imagen más amplia y moderada, sin abandonar su base política. Pero la contradicción está a la vista: mientras ella insiste en proyectar un liderazgo transversal, las señales públicas de su entorno —donde aún predominan figuras comunistas visibles— siguen reforzando una identidad de izquierda tradicional que dificulta conectar con el electorado moderado.
Varios analistas coinciden en que este doble discurso ha contribuido al estancamiento en las encuestas. “Mientras no logre despegarse de los símbolos rígidos del PC, le será difícil crecer más allá de su base fiel”, afirma un consultor político que ha seguido de cerca su campaña.
CAPITAL TÉCNICO VS CARGA SIMBÓLICA
Paradójicamente, el principal activo de Jara —su rol reformista y su capacidad de gestión— está siendo opacado por el debate sobre su identidad política. En los círculos empresariales y en el votante moderado, aún pesa la desconfianza hacia el Partido Comunista, especialmente en momentos de incertidumbre económica.
Por eso, algunos asesores le han recomendado recentrar su mensaje en logros técnicos y alianzas amplias, evitando una sobreexposición de vocerías comunistas. En otras palabras: actuar como candidata de coalición más que de partido.
¿DEBE O NO ALEJARSE DEL PC?
La respuesta no es binaria. Jara no puede ni debe renunciar al PC, ya que forma parte de su biografía política y es clave para sostener su candidatura desde las bases. Pero sí debe moderar las señales públicas que la vinculan exclusivamente a ese mundo, y reforzar la idea de que representa a un bloque amplio de centroizquierda, con vocación de gobernabilidad.
En términos estratégicos, la apuesta correcta parece ser el equilibrio: mantener la base, pero ampliar el mensaje.