Entrevistas y Reportajes

Nancy Guzmán «La Justicia al Banquillo». Por Mario López M.

Santiago, Chile.

Mario López M.

“La Justicia al banquillo”, de Nancy Guzmán, su autora, no es un libro que nos muestre más de lo mismo, pero con distinto tipo de letra o retórica. Plantea el desafío de entrar al juego de sus estilos periodísticos tratados magistralmente de manera “rebelde” para hablarnos desde otra mirada, su propia mirada y sentir.

Plantea temas que a la sociedad actual incomodan: Los pactos de silencio no solo son de los opresores, de los victimarios. También de la sociedad e incluso de las víctimas, con mayor razón al Estado.
Representa la insensibilidad que como país hemos tenido de “mirar para el lado”, sea por comodidad o interés. Del cómo se fue haciendo fácil participar del sistema que nunca se ha logrado cambiar, incluso para aquellos que juraban que lo cambiarían.

De las tareas pendientes, los sueños inconclusos, las esperanzas perdidas, la rebeldía sumisa. De la dictadura que fue vencida en las urnas, pero jamás derrotada, como asegura.

Una justicia que tarda, no es justicia y, en Chile, ha tardado mucho, es el grito que recorre sus páginas. Años de experiencias al lado de las víctimas en tribunales, le da la autoridad para presentarnos este contundente texto que, de seguro, lo tendrá atento de principio a fin.

Relatos de mujeres y hombres inéditas, entrevistas a víctimas y victimarios, en fin, sea usted, estimado lector, quien juzgue este magnífico trabajo de recopilación de años de experiencia.

Lo primero Nancy, es indagar sobre este juego de estilos periodísticos que utilizas, una forma de escribir que se transforma en un juego, una estética con el uso del lenguaje, distintas figuras que en definitiva son modos distintos y entremezclados de expresar el periodismo. ¿Por qué nació la manera de expresar así tu historia?

N: Primero que nada, porque no había modo de hablar de un tema que para mí era importante. O sea, aquí se habla de las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura y por lo general se centra en el tema de la desaparición, la ejecución, que son obviamente lo más dramático, ¿no?

Pero no son menos dramáticos el exilio, el empobrecimiento que sufrió la población durante un tiempo.
Entonces busqué la forma de cómo relatar para que se entendiera de verdad lo complejo, lo doloroso, lo difícil que es el exilio y sobre todo el retorno.

El retorno tras una dictadura es muy, muy duro porque volver al país, primero que nada… al país soñado. Porque yo hablo de eso, del país soñado, pero ese país soñado ya no está porque cambió durante los 17 años.

Entonces cómo cambió el país y también cambia la persona que se exilia y vuelve. Y por la misma edad que vuelve hay un cambio. Y, por otro lado, la cultura que de alguna manera se impregna del lugar de exilio también te cambia y cambia los tiempos también.

Luego, son muchos cambios que tienes que asumir, porque tú vienes con la ilusión de un país, que es el país que dejaste, pero no es. Y tú no eres tampoco la persona que dejó este país.

Por eso, no había forma. Y comencé con una crónica, con un relato de una persona, de una tercera persona que vuelve.

Primero que nada, lo hice en tercera persona, rompiendo un poco los principios del periodismo, donde el periodista nunca está en el eje de una información, de una noticia, ni de un libro, ni de nada, ¿no? Es periodista. Me puse yo, pero yo en tercera persona, o sea que pudo haber sido cualquiera.
Porque yo vi y viví también como otros esa misma esa misma dificultad de volver.

Entonces voy usando diferentes estilos periodísticos. La entrevista que es el cerebro del periodismo, la entrevista en la crónica, el periodismo interpretativo. Voy usando todo lo que el periodismo me permite y que yo creo que los periodistas debemos hacer es usar justamente los estilos para dar cuenta de informar o para escribir libros.

Otra cosa que llamó la atención al leer fue algo que no había escuchado ni había leído antes. Es común hablar de lo que son los pactos de silencio habidos entre militares, represores, etc., y que están vigentes hasta hoy día.

Pero tú hablas de pactos de silencio de la sociedad, que es un tema que me resultó novedoso e interesante. Una sociedad que se autoimpone el no querer hablar de aquello que naturalmente debería. ¿Cómo es eso?

N: Creo que aquí los pactos de silencio a nivel de poder fueron muchos. Porque no solamente fueron los militares. Para que los militares dieran un golpe de Estado y cometieran todas las barbaridades que cometieron tuvieron que tener una base. No solamente una base, sino una base social civil. Lo que llamó el presidente Piñera: los pactos fácticos. Entonces, eso está en la sociedad. Están, incluso, en el nivel más bajo.

Si una piensa, yo entrevisté tres veces a Manuel Contreras, incluso tengo la foto de cuando lo entrevisté, él me dice, yo tenía 5 mil informantes. Y entonces le pregunto, ¿de dónde? Bueno, por barrio. O sea, había gente que era informante por barrio.

Esa gente también es parte de esos pactos de silencio porque hubo muchos hechos en los barrios.
Hubo gente que fue arrastrada al secuestro mientras todo el barrio estaba mirando. Y nadie habló.

Es más, la casa Domingo Cañas está en un barrio. No está alejada como Villa Grimaldi, que estaba en una zona alejada. Y La Venda Sexy está en un barrio. Tiene vecinos tan cercanos como cualquier casa en este momento. Londres 38, está en el centro de la ciudad.

Y los gritos de la tortura no son gritos comunes y corrientes. Entonces sí se sabía que esos lugares existían. Los vecinos sabían. Veían llegar los camiones, bajarse la gente vendada, sacar camiones con gente, que desaparecían y sin embargo está el día de hoy, esos vecinos nunca dijeron nada. O sea, ahí hay pactos tácitos de silencio dentro de la sociedad.

Hay que reconocer que hubo empresarios que denunciaron a sus trabajadores. Hay que reconocer que hubo agricultores que prestaron su casa para que se torturara y se asesinara en ella, que prestaron sus patios, que ayudaron a tirar gente a los ríos, a los lagos. Entonces, aquí los pactos de silencio son bastante extendidos. Y si no nos damos cuenta de eso y de qué sociedad somos, estamos en una sociedad muy compleja.

Por eso es que normalmente no se quiere hablar, incluso en la familia no se quiere hablar. El tema no se toca, el tema se soslaya y si una hace una pequeña alusión es simplemente molesta y se instala un silencio inmediato. Eso es bastante complejo y creo que nos convierte en una sociedad muy de doble estándar.

– Mucha gente creyó que es necesario olvidar para avanzar. Y eso se institucionalizó en una lógica judicial maquiavélica, “vamos a condenar a las cúpulas. Y, entonces vamos a tener a 100 personas condenadas a 1000 años”. Cuando en realidad sabemos que eran más de 100, los que violaron los derechos humanos.

N: Bueno, yo creo que esa es una copia, muy buena copia de lo que sucedió en la Alemania hitleriana. Lo que se llevó a Núremberg fue simplemente a la cúpula. Es más, muchos de ellos fueron protegidos por los Estados Unidos y por la Iglesia Católica y trasladados a América del Sur.
(Walter) Rauff…tenemos un montón de nazis importantísimos que trabajaron con las dictaduras de América Latina. Entonces, hay un antecedente histórico que sirvió como funcionamiento, porque en realidad en Alemania sí se restableció el país, se creció, se desarrolló y la gente aceptó de buenas maneras que así fuera.

Lo mismo pasó en España. Hay que acordarse que en España hubo un pacto, “el acuerdo de La Moncloa” y en el acuerdo de La Moncloa participó inclusive el Partido Comunista español que había sufrido enormes pérdidas, enorme cantidad de muertos.

Y aceptó el acuerdo de La Moncloa, que era no tocar nada, entonces aquí se hizo una mezcla parecida de decir en algún momento -porque en algún momento también se intentó cerrar con el caso Letelier y el triple degollamiento- cerrar todas las investigaciones y decir bueno, de aquí en adelante todos vamos a reconciliarnos y vamos a llegar a una sociedad del perdón.

Y en Chile fue tanto así que se creó un eslogan que lo repetía todo el mundo como un mantra, o sea, decía: “En ningún país del mundo se ha juzgado y detenido al director de los servicios de inteligencia. Nosotros somos los únicos que lo hemos hecho”.

Ese eslogan era para convencer a la sociedad de que llegamos hasta ahí, ese era nuestro tope, que pagarán 5 años por un crimen cometido, un crimen terrorista cometido en Washington.

Y eso era todo. O sea, aquí lo que rompe esa lógica, es algo bien curioso porque me corresponde a mí, que fue la entrevista a Osvaldo Romo, qué rompió el acuerdo establecido entre el Gobierno Aylwin y el Ejército. El general Pinochet, no el Ejército en su totalidad. Fue el general Pinochet el que firmó el acuerdo.

Eso va a romper y va a abrir nuevas heridas porque ya no era solamente la desaparición. Aparecían nuevamente, la oscuridad de la tortura y ahí fue un nuevo rompimiento con este pacto que estaba establecido entre un grupo de sectores económicos, militares y políticos.

Porque tampoco le interesaba a los sectores económicos que el país viviera en permanente situación de lo que llamaban un desfilar de militares por los tribunales. Porque se veía feo. Ellos querían hacer negocio y mostrar un país próspero. Un país que no tenía complejos con su pasado, un país que salía adelante. Había una serie de slogans. De hecho, parte de ello fue lo que hizo el gobierno en la feria de Sevilla, que mandó un iceberg: la pureza, la transparencia, el frescor de este país, algo que no era así.

Entonces, esos pactos fueron bastante amplios. Y no fueron los únicos en el mundo y el mundo siempre tiene aprendizaje. Ese aprendizaje se hace carne en otros países. Dicen: “Bueno, si a ellos les funcionó, ¿por qué a nosotros no nos va a funcionar?”

Y además hubo mucha gente que estuvo dispuesta a que fuese así. Mucha gente que había sido de izquierda, que había perdido amigos, que había tenido familiares en situaciones de mucha complejidad, aceptaron esta lógica, fueron parte del Gobierno. O de los gobiernos.

Y algunos que tampoco fueron parte de los gobiernos. Pero se instalaron muy bien en la sociedad. Y pensaron que, si esto seguía, a lo mejor también sus propios negocios tampoco iban a estar tan bien.
Yo creo que ahí hubo una un pragmatismo de ciertos sectores que, además, se separan de lo que va a ser las organizaciones, las organizaciones de Derechos Humanos.

– La Rusia post zarista donde se generaron tribunales populares en distintas partes. En China hubo situaciones similares, luego de la llegada de Mao. En Francia después de la Segunda Guerra Mundial o en Holanda con los colaboradores. Distintos países intentaron ejecutar la justicia en su plenitud. Directamente. ¿Lo lograron?

N: Eso ocurre siempre en los procesos que son muy violentos. Hay que recordar que al duce y a su amante – o sea ¡que tenía que ver la amante! – pero a los dos los cuelgan. De cabeza. Los golpean, dan la posibilidad de que cualquiera los golpeara. Los escupa. O sea, es de una humillación tremenda, una muerte horrorosa como castigo. Por haberse aliado con los nazis. La muerte y la persecución en Italia, por haber generado la muerte y la persecución en Italia.

También ocurre eso en Francia con los colaboracionistas, mujeres que habían colaborado son rapadas en la calle y humilladas. Personas que habían prosperado con la invasión nazi, son expulsadas, quitadas de sus fortunas, incluso. Y relegado de la sociedad y eso dura muchos años. Y en la propia Alemania, los juicios de Núremberg terminan con un ahorcamiento. O sea, ahí no hay fusilamiento. Son ahorcados y hay bastante público. Entonces son momentos de la historia de derrota de esos sectores.

Aquí no. La verdad es que la dictadura no fue derrotada, quedó instalada.

Todo su proyecto económico y de sociedad hasta el día de hoy. Y fue perfeccionada durante la transición.

Entonces, la verdad es que no hubo una derrota. Hubo un plebiscito donde Pinochet no pierde tampoco, así de manera escandalosa. No es el 80% del país que está contra la dictadura, sino que ellos obtienen un cuarenta y tantos por ciento que era muy alto. Y, por lo tanto, es muy difícil llevarlo a una situación de colgarlo en la plaza pública ¿o no?

Además, había una conciencia de que nadie quería venganza; quería justicia, ese es el asunto. El asunto es que en este país tempranamente la gente recurrió a la justicia; no a la venganza. Aquí hubo muy pocas acciones – El atentado a Pinochet, el de Roger Vergara – se cuentan con los dedos las acciones contra personas de alto poder dentro de la dictadura, o sea, son muy pocas.

– El Poder Judicial en el tiempo y en mucho tiempo fue de la idea de encapsular los castigos solo a la cúpula de la represión. Después solo se centra y se encapsula en los casos de ejecuciones y desaparición. Más tarde pasa a un tercer nivel, en que se empieza a reconocer la tortura. Luego de eso viene una nueva etapa, se empieza a reconocer la tortura sexual y que es algo que estaba muy callado. Y por último falta la última etapa, por cierto, que es el exilio y ahí, no ha habido justicia ni reparación. ¿Qué opinas tú?

N: Yo creo que tienes razón. Esto ha sido por etapas y en contrapelo porque a 50 años llevar a juicio a quienes mataron de manera horrenda a Víctor Jara y a Littre Quiroga. 50 años es como mucho tiempo. Es la agonía permanente de sus familiares y eso es hasta el día de hoy. Todavía hay causas que no las han comenzado a investigar de personas desaparecidas. Pobladores que desaparecieron, que los tomaron detenidos en diferente campamento en esas redadas posteriores al golpe de Estado y que todavía no tienen un juicio.

Ahí hay, esa primera parte que todavía está inconclusa, que es las desapariciones y la ejecución y luego está la tortura, que fue algo muy difícil de entrar a cuantificar porque el tamaño de la tortura es enorme. Creo que lo que dice la Valech 1 y la Valech 2…Todavía hay gente que queda pendiente y que nunca va a hacer nada porque o murió, o porque viven en zonas donde no le llega toda la información y por lo tanto, da lo mismo. No pueden desplazarse. Son tan empobrecidos. En fin.

Pero es demasiado, o sea, se habla de 30 y tantos mil, pero yo creo que supera con creces esa cantidad. Estoy en este momento trabajando los barcos del terror en Valparaíso, los barcos cárceles y el primer día, todos cuantifican y más o menos una piensa en el estadio Playa Ancha, el estadio de Las Salinas y que todo eso después, los llevan a los barcos en la misma noche del 11. Y ya había gente. O sea, estamos hablando de al menos del primer día de más de 600 personas. Esos barcos se mantuvieron por lo menos 3 meses, pero en un lugar.

Lo mismo me pasó cuando fui a la reconstitución del Estadio Nacional. La cantidad de gente que hubo supera realmente la cantidad de gente de la que se hablaba, la que había en los camarines, eso tú lo multiplicas.

Hombres, mujeres, niñas acostadas en cuclillas porque no alcanzan a extenderse en los camarines. La verdad es que fue una cantidad impresionante de gente, el primer, segundo y tercer día.
Entonces estamos hablando de algo realmente impresionante, la cárcel política y la tortura fueron extendidísimas.

Y el exilio es algo que siempre se ignoró.

Si bien hubo una reparación, fue una reparación tan mala que para lo único que sirvió fue para enriquecer algunos vivos. Lo que dieron fue simplemente un – con el cupón que o un papel que a una le permitía importar un auto – y la gente que pudo se fue a Iquique, compro auto.

Pero resulta que había una gran masa de gente que no tenía un peso y por lo tanto terminó vendiendo el bono a empresas. Hay que recordar que Fra Fra se hizo mucha plata porque en ese entonces él importadora de Nissan y él compró esos papeles para traer Nissan importados.

Otros compraron para traer autos de lujo y venderlos a precios de oro y fue un negocio fantástico para muchos.

Vi afuera de la comisión como habían “buitres” que estaban esperando que saliera la gente para decirle que le compraban el papel a tal valor. A cien mil pesos, a 200 mil pesos. No sé. Eran empresas, muchas de socialistas y de gente de izquierda.

Era realmente una cosa muy contradictoria y dolorosa. Era como darle unas migas.

Fue muy difícil y eso nunca, nunca, se volvió a tocar. El estado, dijo, ya lo reparé. Les di lo que tenía que darle y nada más.

Eso fue el exilio. Así que fue la sanción menos reparada por el Estado. Donde no hubo lista, libros, reconocimiento, explicación sobre el dolor, porque mucha gente se suicidó en el exilio.
Mucha gente perdió familia, perdió hijos y en el exilio fue algo muy terrible. En general, el exilio fue algo terrible.

– Hablas en el libro, de la rebeldía, cuéntanos un poco de eso.

N: Para mí la rebeldía, es el motor de una sociedad. Estoy hablando de la idea, de la rebeldía en la idea. Yo siempre he pensado que si Einstein no hubiese sido rebelde con la física hoy día estaríamos en un estadio de sociedad distinto. Todos esos genios y esa gente rompen con lo establecido, en ellos hay el germen de una rebeldía y la dictadura nos mató esa rebeldía, ese derecho a pensar distinto a otro y pensar distinto a otros, como forma de llegar a un punto de transformación de tu sociedad, de mejorar tu sociedad, de aportar en esa mejora de esa sociedad.

Aquí todos repiten el mismo discurso, las mismas palabras. No hay una rebeldía frente a esa homogeneidad. Tú me preguntabas al principio de por qué yo uso diferentes estilos periodísticos en los libros, es una forma también de romper, de revelarme a una forma tradicional, como lo hizo Cortázar con la Rayuela, como lo hizo el Gabo, pero yo no estoy a esa altura, por supuesto, de ninguno de los dos.

Pero cada uno se rebeló a una literatura, a un tipo de literatura, esa es la rebeldía. Es decir, como yo quiero cambiar y qué voy a cambiar y que aporte voy a hacer con el cambio que yo propongo. Para mí eso fue extirpado, desaparecido. Al mismo tiempo que desaparecieron los cuerpos, desaparecieron la rebeldía en esta sociedad.

Quedó la rabia, pero no la rebeldía. Quedó la ira, pero no la rebeldía. No ese pensar de cómo yo transformo las cosas, como yo aporto, como yo propongo y como yo creo cosas distintas.
Y hoy día vivimos en un país bastante uniforme. En términos de pensamiento, en términos de acción, en términos de mirar las cosas y de no atrevernos a decir cosas que pueden ser en el momento disonantes o conflictivas, pero que tarde o temprano terminan siendo un aporte porque nos da la pauta para refrendar eso y pensar de manera más amplia.

– Aunque ya lleves años acá, qué se siente cuando vuelves a un país donde los sectores más pobres, más desposeídos, los sectores que se han pretendido representar, como los pueblos originarios, las mujeres son las que votan mayoritariamente por la derecha, como en las últimas elecciones.

N: Bueno, yo creo que eso pasa cuando las sociedades se despolitizan. La dictadura, lo que hizo fue, esa gran tarea. Por eso digo que la dictadura todavía está presente y nunca fue derrotada. La dictadura lo que genera es un desafecto por la política.

Si una hiciera un análisis de todos los eslóganes contra la política y los políticos hechos por la dictadura en circunstancias de que ellos estaban haciendo política – porque no hay nadie ni nada que no sea político – generaron esta desafección, desafección que fue en creciendo en la medida que la política de la transición se convirtió en una eterna negociación y donde no hubo ideas nuevas.

Entonces ese sector que quedó rezagado, ese es el sector más de despolitizado. El sector que tiene ausencia de Estado en sus espacios. ¿Por qué? Porque antes, por ejemplo, el Estado construía las viviendas y podemos ver que hasta el día de hoy estas viviendas se mantienen impecable a pesar de los terremotos, a pesar de la lluvia, a pesar de lo que pasa en el país. Esas poblaciones están y existen y la gente vive bastante más digna de lo que vive hoy día mucha gente que compra casa y se la llevan los ríos, se la llevan las lluvias o se la lleva un terremoto.

Entonces, antes había esa presencia de Estado que reafirmaba al sujeto con la política, lo unía a la política.

Hoy día eso no existe, la política se hace a puerta cerrada en el Congreso. Se hace a puerta cerrada en La Moneda y el ciudadano se entera por los matinales, por la televisión adónde van los diputados a programas de variedades.

Y no está esa seriedad de la responsabilidad que tiene un político con su sociedad. Y, por lo tanto, ¿qué es lo que hace ese sector que quedó rezagado de la sociedad? que es apolítico, que se define como apolítico, que siente que unos crecen mientras ellos disminuyen. Disminuyen en su estándar de vida.

¿Qué es lo que piensan?

Piensan que mejor hay que buscar en otro lado, entonces se van con sectores que justamente no están dentro del espectro político que hoy día está en el Congreso o está en debilidad en el Congreso. Y por eso que hoy día crecen los republicanos, ese Partido de la Gente que creció como la callampa después de la lluvia. Y murió como la callampa cuando ya termina la lluvia.

Porque la gente va buscando dónde y quiénes le solucionan los conflictos. El problema es grave porque hoy día la gente encuentra que quienes le solucionan sus problemas no son la política, son los narcotraficantes.

Ayer esta estuve en Pudahuel y ahí me contaban que los narcos le hacen completada para los cumpleaños de los niños. Le pasan unas pocas monedas a las personas que tienen problemas. Después le cobran, obvio que sí, pero es la carencia de Estado. Hoy día tenemos un problema, dejado por la dictadura que debilitó la presencia de Estado.

Por ejemplo, tenemos todas estas fundaciones que supuestamente debieran hacer la tarea del Estado, pero tampoco la están haciendo. Esa privatización del Estado es la que hoy día tenemos como resultado que a estos sectores abandonados no les interese. Buscan en lo nuevo, en lo que les dice el señor que le lleva al televisor, el señor que le llevó un saco de tomates, el que le lleva choclo o humita

– No he encontrado en el libro una autocrítica, que creo que es necesaria. Me da la impresión de que la culpa no solo la tienen la dictadura o la gente que de alguna manera es “tonta, que no le interesa nada”. Pero, ¿no hay responsabilidad de los sectores populares?

N: Hay que decir que durante la unidad popular. Y durante el Gobierno de Eduardo Frei, todos los sectores populares fueron los ejes de la política. Era donde los presidentes iban y hacían la política, era donde los diputados. senadores iban, hacían política ahí con ellos. Estaban pendiente, iban los fines de semana, hablaban con la gente, solucionaban los conflictos. En fin.

Estaban en presencia de estas necesidades. Y, por lo tanto, había una relación cercana con la política.

Si, la política es fundamental. El germen está en la dictadura. Lo que pasa es que después de que termina la dictadura, se acentúa porque no se recupera esa relación donde el estado se hace presente a través de sus instituciones, que es el Poder Ejecutivo, el poder Legislativo, incluso el judicial.

Eso queda fuera. Hay, un sector que lo deja afuera. No lo acoge, no le resuelve los problemas, sino que busca resolver hoy día los problemas a través de esas instituciones que crean negocio, que son estas fundaciones. Es la externalización de la función del Estado y la política. Porque el Estado es la política.

Cuando no hay estado, no hay política presente.

– Hoy en día, uno lee las mismas carencias que hace 50 años. Lees el discurso de Frei Montalva en el ex Parque Cousiño. Y el de Allende cuando asume el poder. Los análisis son casi idénticos en los problemas que tenía Chile.

Y si uno extrapola eso y lo trae a tiempo presente y te das cuenta que esos problemas son los mismos con cara distinta.

Ya no estamos hablando del campesinado que se viene a la ciudad. Estamos hablando del migrante que se viene al país. De cómo le sacamos más provecho al cobre. Seguimos vendiendo productos sin elaboración industrial. Este país, en eso, no ha cambiado nada. ¿Por qué las fuerzas populares no son capaces de decir “reunámonos y hagamos algo que no sea identitario, sino que sea pro país”?

N: La política se volvió populista, se transformó en afiches, en pasacalles, en pasar por la televisión o por El Mercurio. La política no revivió después de la dictadura, con los ímpetus que tenía hasta los años 70. Lo que tú dices, es cierto, es más, el proyecto de Tomic era, incluso más revolucionario que el de Allende. Porque era una época en que se pensaba, no en cómo voy yo en este asunto, sino que se pensaba en qué hago yo por este país, en cómo yo transformo esto que no está bien. Y, lo hago de la manera mejor posible, de acuerdo a mi propia ideología.
Hoy día, no.

Hoy día es exhibicionismo. Yo veo mucho exhibicionismo político, veo mucho slogan. En el fondo, es una política bastante populista, más que una política hecha para transformar, una política seria donde la gente diga: “Estoy de acuerdo con esto o estoy en desacuerdo con esto, pero por estas razones”. No. El desacuerdo por el desacuerdo y el acuerdo es por el acuerdo.

No hay en ese debate profundo de sobre qué país queremos para no terminar con él.

Porque en el fondo lo que vamos a hacer es terminar con él. Todo el mundo ahora sueña con que el litio nos va a ser rico. El litio no nos va a ser más rico. El litio nos va a quitar más agua, pero no porque 40 L de agua hacen 1 kg de litio. Entonces una dice “¡UPA! 40 L por 1 kilo”. ¿Será tan buen negocio como se dice para el país? o ¿o es un buen negocio para algunos?

Entonces ahí es donde una dice: Se mira o no se mira ahora, ahora que está en boga, los minerales raros, que son una serie de minerales que están al final de la tabla periódica.
Y que son terribles porque han destruido ciudades, han destruido seres humanos. Pero hay una ambición por esas tierras raras – Se llaman tierras raras – impresionante porque dan una cantidad de plata que supera el litio. Entonces, ahí es donde tenemos que ver porque el progreso no es la destrucción del medio ambiente, no es sacar más de la tierra.

El progreso es cuando nosotros podemos hacer que la tierra fortalezca el bienestar de las sociedades. Y las sociedades no tienen bienestar con estos productos. Tienen bienestar con una vida y un aire, un aire que sea respirable, unas aguas que sean adecuadas, donde no le falte el agua a nadie. Pero estamos en otra cosa. O sea, no hay reflexión sobre eso.

N de la R. El libro de Nancy Guzmán La Justicia al Banquillo, de Editorial Planeta, de 299 páginas, sale a la luz en la conmemoración de los 50 años. Pero no se escribió para solo rememorar la fecha, son años de trabajo. Nancy Guzmán Jasmen, es Periodista y diplomada en Historia. Vivió el exilio por once años, en Colombia.

Ha recorrido todas las plataformas periodísticas, incursionado con éxito como escritora de memorables libros, como “Romo: Confesiones de un torturador”, “Ingrid Olderock, la mujer de los perros” y otras exitosas obras.

Ha sido galardonada, entre otros, con el Premio Planeta a la Investigación.

De Nancy Guzmán «La Justicia al Banquillo», se encuentra en todas las librerías del país.

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