A comienzos de septiembre, se difundió un video en el que una mujer recogía palomas con la aparente intención de ofrecerlas para consumo humano.
Sin embargo, esta práctica podría traer riesgos inesperados, ya que las plumas de estas aves, tanto oscuras como brillantes, contienen uno de los químicos más peligrosos de la naturaleza.
CONTAMINACIÓN URBANA
Esto ha convertido a las palomas que habitualmente se ven en plazas y calles en verdaderos indicadores de la contaminación urbana. Así lo revela un reciente estudio de la Universidad de Chile, publicado en la revista Journal of Hazardous Materials, que examinó plumas de palomas de Chile, México, Brasil, Irán, Francia y Corea del Sur, buscando comprender cómo se acumula el plomo en ambientes urbanos y cómo afecta a estas aves que conviven con las personas.
El estudio, dirigido por Fallon Nacaratte e Isaac Peña junto a Renata Novoa, Verónica Palma, Pablo Sabat y Sylvia Copaja, determinó que los niveles de plomo en las plumas varían según el tipo de paisaje, la cantidad de lluvia y el color del plumaje.
«Nos sorprendió que no siempre las ciudades más urbanizadas tenían más plomo. En zonas con mayor impermeabilización del suelo y más lluvias, el agua actúa como un mecanismo de limpieza, arrastrando el metal de las superficies», explica Peña. Sin embargo, advierte que esta «limpieza» no resuelve el problema, sino que simplemente desplaza los contaminantes hacia otros ecosistemas.
PLUMAS
El análisis también mostró que las palomas de plumaje más oscuro acumulan más plomo, cobre y zinc que las blancas, debido a la melanina, un pigmento que se une a los metales pesados. «En cierto modo, las plumas funcionan como filtros: en un ambiente contaminado, las aves más oscuras toleran mejor la presencia de plomo porque lo almacenan en el plumaje y lo sacan de circulación en su organismo», agrega Peña.
Este estudio continúa una línea de investigación iniciada en Santiago, donde el equipo de la U. de Chile había demostrado que la coloración de las palomas refleja las condiciones ambientales, desde la contaminación hasta las islas de calor. Ahora, con un enfoque global, los investigadores muestran que las palomas no solo son centinelas locales, sino también indicadores internacionales de cómo la urbanización, el clima y el paisaje influyen en la presencia de plomo en las ciudades.
CAPITAL
El caso de Santiago es particularmente significativo: las palomas de la capital mostraron niveles de plomo comparables a los de zonas industriales en Corea del Sur, evidenciando la persistencia de este contaminante en el suelo urbano, pese a la eliminación de la gasolina con plomo en Chile en 2003.
Más allá de las aves, estos hallazgos tienen implicancias para la salud humana. El plomo es considerado uno de los diez químicos más peligrosos según la OMS y, incluso en bajas concentraciones, puede causar daño neurológico y cognitivo. Por eso, Peña enfatiza que «Las palomas nos están diciendo algo que no vemos: seguimos expuestos a contaminantes invisibles en los lugares donde vivimos y trabajamo»..
PALOMAS BLANCAS
Además, Peña realizó un seguimiento del color de las palomas en Santiago, observando que solo el 2% son blancas, un porcentaje que ha ido disminuyendo con el tiempo. Según la investigación, esto podría deberse a que las palomas blancas no toleran la contaminación ambiental como las aves más oscuras o melánicas. El estudio abarcó 2.200 palomas desde San Bernardo hasta Las Condes, revelando que la distribución del color del plumaje depende de las condiciones ambientales.
El trabajo también conecta la historia urbana de Santiago con las palomas, especie que ha servido como un «termómetro» para medir la evolución de la ciudad. Peña destaca que el plumaje de estas aves es ancestral, previo a su domesticación: «Todos los colores que observamos en las ciudades podrían ser el resultado de múltiples mutaciones en los genes responsables de la pigmentación de las plumas».
No obstante, la variación en la coloración está asociada a factores humanos, como la contaminación, el aumento de la temperatura urbana y la heterogeneidad del paisaje. En áreas con mayor urbanización, como Santiago Centro, las palomas tienden a ser más oscuras y presentan más genes vinculados a la coloración.
INVESTIGACIÓN
Durante la investigación, se tomaron muestras de sangre, plumas y piel, lo que permitió identificar cómo las condiciones ambientales afectan a las palomas. Entre los hallazgos se incluyen presencia de metales traza, cambios en rasgos del sistema inmunológico, variaciones en la actividad mitocondrial, daños oxidativos y diferencias en la expresión de genes relacionados con la coloración y la respuesta al calor, entre otros.
Peña señala que la ciudad y sus costumbres han cambiado en las últimas décadas. Originalmente, la paloma se criaba en casas y palomares, al menos hasta 1885, según el naturalista Rodulfo Amando Philippi, y hasta la década de 1930 se vendía para consumo en el mercado central. Posteriormente, hubo un cambio en la alimentación hacia el pollo, dejando a la paloma en un segundo plano. Esto está respaldado por estudios de alimentación en Chile de 1940. «Sin embargo, en el inconsciente colectivo esto no está presente», concluye Peña.