Cada temporada estival revive la misma pregunta: ¿mantiene el Festival de Viña del Mar el título de “el más importante de Latinoamérica” o ese protagonismo ya se reparte entre otros escenarios? La interrogante no es menor en un panorama musical donde los hábitos cambiaron, los fans se organizan online y los artistas priorizan giras propias por sobre los festivales televisados.
Aun así, el Festival de Viña conserva un peso histórico que ningún otro certamen ha logrado igualar: más de seis décadas de continuidad, transmisión internacional y una vitrina que, por años, fue clave para artistas que buscaban consolidarse en la región. Ese prestigio se sostiene, pero enfrenta nuevos competidores que crecieron en popularidad: Lollapalooza, Primavera Sound, Cosquín Rock y los megaeventos urbanos que hoy concentran gran parte del público joven.
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El desafío para Viña pasa por equilibrar tradición y renovación. La “parrilla para todos”, que mezcla pop, baladas, humor y ritmos urbanos, a veces funciona como fortaleza y otras como una limitación frente a audiencias que exigen mayor especialización. A eso se suma el peso del humor, un número que históricamente marca la temperatura social y que puede elevar o hundir una noche completa.
FACTORES
En paralelo, la discusión sobre su relevancia también se cruza con factores externos: el rating televisivo en descenso, el aumento de los shows privados en Chile y la competencia feroz de contenidos en redes sociales. Hoy, una presentación en Viña convive con el escrutinio inmediato de TikTok y X, donde un error, un chiste o una frase se vuelven virales en segundos.
A pesar de todo, el festival mantiene algo que sus rivales no pueden replicar: el “Monstruo”. Esa mezcla de tradición, riesgo y emoción sigue siendo un sello identitario que atrae artistas por la adrenalina del escenario. Incluso figuras con giras consolidadas ven en Viña una oportunidad única para reconectar con audiencias masivas.
¿Es todavía el festival más importante de Latinoamérica? Tal vez la pregunta correcta no sea si mantiene el trono, sino cómo se ha transformado para seguir vigente en un ecosistema musical completamente distinto. Viña ya no es el único gigante, pero sigue siendo un punto de referencia obligatorio cada verano.







