Opinión

Envejeciendo juntos

Tebni Pino Saavedra, Periodista

Magister en Comunicaciones, con amplia experiencia en medios nacionales e internacionales

Noguera
Mi gata Thelma, un espejo que me retrata…

Envejeciendo juntos

Debo confesar en principio mi absoluta ignorancia respecto de la vida animal. Como todos los que no somos médicos veterinarios creemos que cada año de un perro o un gato debe significar más o menos entre 6 y 7 años de los humanos.

Lo cierto es, con todo, que mi gata Thelma nació en el año 2009 lo que le da exactamente 16 años y por las cuentas supuestamente correctas, si fuera humana estaría cumpliendo un siglo (96 años) o poco más.

Pero estas cuentas tienen solamente una razón. Estamos envejeciendo juntos. Más aún. Estoy conviviendo con una anciana a la que hay que saber entender pues sus ojos no tienen la misma visión que cuando era joven.

Tampoco la agilidad

Le cuesta subirse a la cama para acurrucarse a mi lado como lo ha hechos desde que llegó a nuestras vidas. Su espalda pegada a mi pecho y ese dulce ronroneo que antecede al sueño son cada vez más frecuentes y prolongados. Nada que decir entonces en invierno cuando ni aún temblando, se aleja de su puesto… entre las sábanas.

Y fue precisamente reflexionando acerca de sus mañas que percibí algo que los humanos con raras excepciones tenemos respecto de las personas de edad avanzada. Nos incomodan sus olvidos, sus cosas perdidas, sus relatos repetidos, sus chistes sin gracia.

Y en el caso de la “vieja Thelma” su constante buscarme cuando estoy sentado cómodamente en un sillón e insiste en subirse a mi regazo.

También interponerse entre el escritorio y el lente del computador justamente cuando estoy transmitiendo para el programa de televisión y su carita se impone en la pantalla al otro lado del teclado y provoca más de un comentario de los televidentes.

Pero, ¿quitarla de en medio? Jamás. Seguro no se molestaría y tal vez hasta me miraría desde lejos con carita de pena.

Porque está envejeciendo, porque olvida detalles de su vida pasada, porque cuenta chistes repetidos, porque se ríe de sus anécdotas sin gracia… perdón, ese soy yo.
En definitiva, porque como dije al principio estamos envejeciendo juntos y todo esto me pasa a mi pues Thelma, definitivamente, es mi socia, mi amiga, mi propietaria, mi compañera, sin defectos más allá de sus años.

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