Política

Escandalizarse como ocupación permanente

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

El cultivo de la sospecha importa más que los hechos. Se puede casi afirmar que el régimen de Maduro es el responsable de un secuestro en Chile y si no es así, no importa. El clima de sospecha ya está instalado y es lo que vale.

Escandalizarse como ocupación permanente. Hay algo profundamente antidemocrático en estigmatizar a una persona sobre la base a su militancia.

Es un error fatal creer que, al alimentar el repudio, su efecto se reduce al grupo denostado. Descalificar es contagioso.

Se puede abrir la caja de Pandora, pero no escoger las víctimas que de allí se deriven. Solo un insensato no se da cuenta que esa misma lógica será ocupada por otros, atribuyendo la condición de perversidad intrínseca a sus adversarios.

El método más ocupado para iniciar una espiral de este tipo es un ejercicio, bastante artificial, consistente en reaccionar con escándalo ante cualquier declaración del “enemigo”, buscando que esta respuesta adquiera veracidad por su amplia difusión. Esto tiene algo sospechoso por lo exagerado y continuo.

Cuesta esfuerzo escandalizarse como tarea semanal. Nadie puede darse por indignado tan seguido sin entrenamiento. Hay que reconocer ese mérito.

El método consiste en que una idea sencilla y debatible, pronunciada por un representante de los denostados, es tratada como confesión de maldad infinita.

No se crea que es fácil. Por ejemplo, escucho a muchos sostener que el término de las protestas callejeras ha desincentivado la aprobación de las reformas.

Es solo un juicio, pero aquí viene el truco: si esta misma idea la dice el jefe de la bancada del PC, Luis Cuello, esto es terrible. ¿Por qué? Porque es comunista, un “octubrista”, un partidario del desorden, un promotor de la movilización violenta y lo que quiera agregarle. No importa lo que dice, sino lo que es.

Tiene su dificultad entrevistar un comunista distinto cada semana y usar lo que diga después, de “buen día”, para salir gritando por la prensa, la propia, por cierto.

El empleo de la lógica de la descalificación está en curso y coordina a muchos en distintos partidos. Lo hacen a sabiendas, los más listos y menos escrupulosos; los siguen los más ingenuos, que son los más entusiastas de puro inocentes.

El cultivo de la sospecha importa más que los hechos. Se puede casi afirmar que el régimen de Maduro es el responsable de un secuestro en Chile y si no es así, no importa. El clima de sospecha ya está instalado y es lo que vale.

Se busca establecer que un grupo político resulta tan sospechoso que no puede ser parte de quienes están en el poder. La presencia del PC puede gustar o desagradar, pero esto es algo distinto. Se trata de dejar establecido que ser parte de un gobierno les debe quedar vedado como principio.

En democracia no hay ciudadanos de primera y de segunda. La ciudadanía no se ejerce por grados ni se mutila su ejercicio según el parecer de los adversarios y de lo que a estos les parezca bien permitirles. Si se acepta, es cosa de tiempo que los destinatarios de la descalificación cambien de signo.

Cada uno establecerá su propia Inquisición y considerará digno de la hoguera a sus adversarios con igual arbitrariedad, en un avance general de lo más inhumano que todos tenemos, pero que tendrá permiso para expresarse.

Hay que detener el inicio de esta espiral que se propala silenciosa por la intransigencia de unos y la pasividad de otros. No degrademos la democracia. También la sensatez se irradia cuando es transversal. No importa quien sea el primer descalificado, importa más que ha empezado la descalificación.

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