En la previa, se sabía que Japón sería el rival más exigente de la fase de grupos del Mundial Sub-20. Y así fue. La Roja de Nicolás Córdova no logró sostener la presión inicial, terminó desbordada y dejó escapar un partido que puede costar caro.
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Chile intentó proponer desde el arranque. Con Willy Chatiliez y Emiliano Ramos abiertos en las bandas, buscó incomodar la salida de los asiáticos. Sin embargo, la intensidad duró poco. Japón ajustó, tomó la pelota y comenzó a mostrar un libreto claro: bloque compacto, recuperación rápida y ataques directos.
Las falencias en el último toque volvieron a aparecer. Juan Francisco Rossel, único centrodelantero de la nómina, luchó más de lo que definió, mientras que las llegadas de Arce y Chatiliez carecieron de precisión. La Roja tuvo que elaborar demasiado para acercarse, mientras Japón simplificaba cada ataque.
La primera gran polémica fue a los 32 minutos, cuando el árbitro marroquí Jalal Jayed cobró penal por una supuesta falta de Matías Pérez. Sebastián Mella se lució al atajar el remate de Takaoka, pero la alegría fue pasajera. En el segundo tiempo, otro penal, esta vez más claro, le dio la ventaja a los nipones gracias a la ejecución de Rion Ichihara (55’).
La desesperación chilena llevó a abrir espacios. Los ingresos de Vicente Álvarez y Rodrigo Godoy no lograron torcer la historia. Con más ganas que claridad, Chile adelantó líneas, pero volvió a mostrar carencias en la definición. La sentencia llegó en el minuto 82, cuando Yumeki Yokoyama marcó el 2-0 definitivo con un disparo ajustado.
El Estadio Nacional se sumió en silencio. El sueño de avanzar como primero del grupo A prácticamente se esfumó. Ahora, la Roja Sub-20 tendrá que jugar una “final” contra Egipto, que perdió sus dos partidos. La clasificación depende de ese resultado, pero las dudas sobre el nivel mostrado siguen vigentes.
