O’Higgins logró la clasificación Chile 3 en un final de infarto ante Everton, gracias a un penal agónico que devolvió al club a la Copa Libertadores después de once años.
El estadio El Teniente vivió una jornada de tensión, nervios y finalmente euforia absoluta. O’Higgins llegaba a la última fecha con la opción real de obtener la clasificación Chile 3 a la Copa Libertadores 2026, pero nada estaba asegurado. Everton, por su parte, luchaba por evitar el descenso, lo que convertía el encuentro en un partido cargado de urgencia y dramatismo desde el primer minuto.
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El primer tiempo reflejó la presión que pesaba sobre ambas escuadras. Las imprecisiones marcaron el desarrollo del juego, y los porteros prácticamente no intervinieron. O’Higgins sólo registró dos remates al arco, mientras que Everton no logró disparar ni una vez con real peligro. La tensión era evidente en Rancagua, y el ambiente exigía que alguno de los dos equipos se atreviera más en la segunda mitad.
El complemento no cambió demasiado en términos de claridad ofensiva, pero sí en emoción. Cada minuto tenía un peso distinto, especialmente porque el duelo entre Deportes Iquique y Universidad de Chile influía directamente en la tabla. Con el triunfo 3-2 de los azules y el empate parcial en El Teniente, O’Higgins quedaba relegado a la Sudamericana. La clasificación Chile 3 parecía escaparse entre los dedos.
Pero el fútbol, una vez más, guardaba un giro inesperado. En los descuentos, cuando el reloj marcaba los 90+5’, el árbitro cobró penal a favor de los celestes. La responsabilidad cayó en los pies de Francisco González, quien no titubeó. Su disparo ajustado desató la locura en Rancagua. El 1-0 no solo significaba un triunfo agónico, sino el boleto directo a la fase previa 2 de la Copa Libertadores 2026.
La victoria tiene un valor simbólico enorme: O’Higgins volverá a competir en el certamen continental por primera vez desde 2014, cuando clasificó como campeón del fútbol chileno. Hoy, once años después, el Capo de Provincia revive su sueño internacional.
