Opinión

El aporte de Miguel Enríquez y el MIR a la Izquierda chilena

Chile

Carlos Antonio Vergara, abogado y periodista

Carlos Antonio Vergara

Abogado y periodista

Miguel Enríquez
No debe sólo medirse por la reivindicación de la ética política y el heroísmo

Miguel Enríquez debe ser considerado entre los grandes héroes políticos de las luchas populares junto al ex presidente Salvador Allende, mártir de la democracia mundial.  

Cuando el cinismo, la falta moral política en Chile sacude a casi todos los partidos, recordar a Miguel Enríquez cuando se cumplen 50 años de su muerte, es rememorar a uno de los íconos de la coherencia y consecuencia. 

La acción política – según el gran sociólogo Max Weber – está irremediablemente condenada al riesgo, al fracaso, a la desmesura, al imprevisto.   

Hay una critica al MIR, como al Partido Socialista, al Mapu dirigido por Oscar Guillermo Garretón y al Partido Izquierda Cristiana, colectividades integrantes de la coalición de gobierno de la Unidad Popular (UP) por no haber apoyado irrestrictamente al gobierno del ex presidente Salvador Allende como lo hizo el Partido Comunista, que lo apoyó lealmente. 

La revelación de los archivos desclasificados de la CIA prueba que Estados Unidos (EEUU) habría actuado de la misma forma cual hubiera sido esa actuación política. 

No se sabe si ello habría evitado el golpe de Estado. 

Pero es algo que queda en el campo de la elucubración. 

El MIR y estas colectividades impulsaron reivindicaciones económicas que excedían el programa de la UP, con ocupaciones de fundos y hasta microempresas que por su menor envergadura debían permanecer en el área privada. 

Ello permitió alejar a las capas medias de la UP. Entregó armas políticas a la oligarquía golpista encabezada por el Partido Nacional y al ala sediciosa del Partido Demócrata Cristiano a través de sus medios que desarrollaron una campaña de terror.  

NUEVO CONCEPTO DE LOS MARGINADOS SOCIALES

El MIR tuvo lucidez política al captar sin saberlo – desde el análisis – la determinación irrevocable del gobierno de Richard Nixon de derrocar a como diera lugar a Allende.  

Algo raro hoy. 

Sabía que la elección de Allende impulsaba en Chile la aspiración de una sociedad más justa y el MIR no se interpuso en ese afán, aunque permaneció fuera del gobierno.  

El MIR a diferencia de los partidos Comunista (PC), Radical y el sector socialista de los llamados “guatones”, y de Allende mismo, quienes confiaban en el respeto a la institucionalidad democrática de las Fuerzas Armadas y de Orden, siempre dudó de su supuesta convicción republicana. 

Fue certero en considerar que obedecerían en su esencia, a los intereses de la oligarquía, tal como sucedió. 

Entre los aportes del MIR a la izquierda chilena está el haber acuñado el concepto sociológico de «los pobres del campo y la ciudad», adelantándose a su época y a la  reformulación que debieron hacer posteriormente los partidos marxistas en casi todo el mundo que se autodenominaban representantes del proletariado.  

El capitalismo mutó, incorporando a la marginación del poder y la riqueza a otras capas sociales más allá del proletariado industrial. 

Disminuyó en número la presencia proletaria con la automatización y robotización del proceso productivo. 

El marxismo clásico definía al proletariado como la clase rectora de la revolución. 

Además, se transnacionalizó de manera inimaginable. 

China es la demostración elocuente.  

LAS GRANDES TOMAS DE TERRENOS 

El MIR se empeñó en incorporar a otras capas sociales como los pobladores a la lucha social, que no necesariamente estaban incorporados al proletariado. 

Desarrolló la reivindicación por la vivienda a través de grandes y pequeñas tomas de terrenos. 

Ya lo había hecho el PC, pero el MIR amplió su escala, aprovechando el proceso de migración a las grandes ciudades de campesinos pobres. 

Quedan como las más emblemáticas, la actual Población Nuevo Amanecer, en la comuna de La Florida, que a principios de los años 70 fue bautizada como Nueva La Habana. 

Su líder, el electricista Alejandro Villalobos Díaz, conocido como Mickey, también pasó a formar parte de los mártires: 

Fue asesinado a quemarropa en Valparaíso tres meses después que Miguel Enríquez, el 15 de enero de 1975.

Permanece también en la memoria urbana de Santiago La Población Lo Hermida en Peñalolén, uno de cuyos partícipes fue José Calderón Ovalle, conocido como “el viejo” de lo Lo Hermida, detenido desaparecido desde el 17 de febrero de 1975. 

Su líder, Daniel Herrera, presidente de todas las Juntas de Vecinos de Lo Hermida, sobrevivió a la tortura y la prisión y tendría algo que decir, pero a nadie le importa la historia de los derrotados. 

El MIR también trabajó políticamente con los peones, trabajadores campesinos temporales que vivían de allegados y se desplazaban de zonas geográficas de acuerdo a las labores agrícolas. 

Ni siquiera eran asalariados formales en los fundos. 

Con ellos nutrió la creación del Movimiento Campesino Revolucionario. 

Empujar reivindicaciones sociales con los más marginados de la sociedad fue novedoso, le otorgó réditos políticos y consiguió que el MIR lograra notoriedad y emergiera como alternativa a la izquierda tradicional a fines de los años 60 y principios de los 70 sumado a la reivindicación de la lucha armada que lo hicieron célebre con los asaltos a bancos. 

Sin embargo, seis meses antes de la elección de Allende detuvo su accionar para no perjudicar las posibilidades del futuro presidente. 

Inmediatamente electo Allende, el MIR creó su escolta, el GAP, con militantes socialistas. 

El MIR era la única formación que oficialmente daba instrucción militar a sus miembros. 

No lo hizo por conveniencia sino por ética política. 

Además, con pragmatismo se incorporó a la lucha legal durante los tres años de la Unidad Popular (UP).   

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ERRORES DE EVALUACIÓN POLÍTICA

Más allá del heroísmo, que todos los observadores imparciales valoran, su Comisión Política (CP) se equivocó al evaluar la profundidad de la derrota del movimiento popular del 11 de septiembre de 1973, el retroceso más importante del siglo XX. 

Así, impulsó la política el «MIR no se asila»

Creyó que la dictadura duraría como máximo cinco años. 

Esa política era correcta, pero no percibió la necesidad de un repliegue ordenado. 

Esto fue advertido a principios de 1974 por un grupo de militantes denominados la Colonia de Valparaíso, donde premonitoriamente le hicieron ver en una carta a la CP lo que sucedería si no sacaba del país a sus mejores cuadros para preservarlos del genocidio que practicó Augusto Pinochet. 

Indicó que extremar esa línea política constituía romanticismo. 

Precisaron que no había infraestructura suficiente para mantenerlos al interior del país. 

La caída de la casa donde se refugiaba toda la CP en 1975 en una parcela de Malloco les dio razón: debieron asilarse. 

El biógrafo de Miguel Enríquez, Mario Amorós, menciona a la Colonia Valparaíso en su libro. 

En fin, los héroes también se equivocan. 

Tres años después, en 1978, se repitieron los errores de apreciación política que se pagaron con vidas humanas al impulsar el retorno clandestino de sus exiliados. 

La reanimación del movimiento popular no permitió la inserción de esos militantes en frentes sociales que los protegieran. 

Muchos de ellos fueron asesinados. Esa decisión se practicó además, con autoritarismo. Se marginó a quienes se opusieron. 

Testigo es el ex militante del MIR Gonzalo Martner Fanta en París. 

Estas equivocaciones hicieron que el congreso del MIR en 1985 se transformará en un verdadero ajuste de cuentas personal y político. 

El MIR se dividió. 

Las diferencias no fueron resueltas aplicando algo tan simple como la democracia interna sino el centralismo democrático que no es lo mismo. 

Entre sus aciertos durante la dictadura estuvo la creación el 18 de febrero de 1980 del Comité de Derechos de la Mujer (Codem), dirigido por mujeres miristas universitarias y pobladoras. 

EL FEMINISMO A LAS POBLACIONES EN LOS 80

«El Codem nace para interpretar a la mujer…. tejiendo una gran cadena nacional, activando la participación, formando una conciencia crítica frente a nuestra condición de persona discriminada», señalaron. 

El Codem trabajó en crear conciencia de sus derechos a las mujeres conjunta y paralelamente con una determinada lucha contra la dictadura. 

Sus integrantes fueron a las poblaciones a explicar algo tan manido hoy: que se reconociera el trabajo de la mujer dueña de casa y explicar el doble trabajo que realizaban las asalariadas. 

El Codem logró proyección nacional durante sus diez años de existencia hasta inicios de la transición democrática cuando el MIR ya no existía. 

En la misma línea, fue un éxito político la creación del Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (Codepu). 

Su equipo jurídico defendió a los presos políticos que habían empuñado las armas y que no quería atender la Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado de Santiago por estar vinculados a «hechos de sangre». 

Sus abogados defendieron no sólo miristas también miembros del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. 

Codepu fue un eje articulador de la lucha contra la dictadura apoyó las organizaciones legales e ilegales. 

El Codem se articuló estrechamente con el Codepu, aunque nunca se quisieron vincular orgánicamente al MIR, pero no lo desmintieron. 

Quizás, porque al interior de sus filas se practicaba también la discriminación machista y a las minorías  sexuales. 

Antes de 1973 sancionó a un ex integrante del GAP por homosexualidad. Es un detenido desaparecido. 

Entre 1980 y 1990 el Codem alcanzó notoriedad nacional. Su mayor testimonio histórico es la publicación del boletín Vamos Mujer. 

En 1985 elaboró y redactó el Pliego de los Derechos de la Mujer.  

El MIR no sobrevivió políticamente al término de la dictadura como lo hizo el grupo guerrillero urbano Tupamaros en Uruguay. 

Claro, en ese país no se practicó el genocidio: la mayor parte fue encarcelada en condiciones inhumanas. 

Más de 500 militantes miristas fueron ejecutados o fueron detenidos desaparecidos. 

Los ex Tupamaros – cuyo mayor emblema es el ex presidente José Mujica – lograron regresar a la política y gobernar Uruguay. 

El ex dirigente del MIR, Osvaldo Torres, hizo una tesis de doctorado con un paralelo entre ambos procesos.  

El último de sus líderes carismáticos, Jecar Neghme, fue asesinado por la Central de Informaciones (CNI) en 1989. 

No se sabe fehacientemente el móvil, congruente con el pacto de silencio entre los violadores a los Derechos Humanos. 

Quizás, pensaron que Neghme podría reunificar al MIR. La CNI le temía militar y políticamente.  

En ese sentido, otro ex dirigente del MIR, de otra facción, que estuvo en la clandestinidad desde 1989, el periodista y ex director de la revista Punto Final, Manuel Cabieses, señaló en sus memorias que junto al cura Rafael Maroto intentó reunificar a la colectividad ese mismo año. 

«No tardamos en darnos cuenta que nos proponíamos un objetivo irrealizable. El MIR se había fracturado en mil pedazos que se revolvían y peleaban entre ellos con suma ferocidad».

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