Opinión

El teléfono del terror

Marcos Borcoski

Periodista

El mentado teléfono de Hermosilla tiene a muchos sin dormir. Basta aparecer en él para ser tachado de corrupto

El teléfono del terror Por Marcos Borcoski

A fines de los años 70 se estrenó en Chile una película con un nuevo estilo de terror, fue Alien.

Más tarde, a comienzos de los años 80, se proyectó Poltergeist y después llegaron Chucky, el Muñeco Diabólico y en la TV abundaron los títulos de este tipo. Pero en Chile nunca imaginamos que el origen más terrorífico, que tiene a muchos muy preocupados y a otros francamente asustados, fuera un iphone13 Pro-Max, el teléfono de Luis Hermosilla.

«El teléfono del terror»

El dispositivo en cuestión contiene 770 mil páginas de chats, conversaciones, mensajes, fotografías, imágenes que revelan el nivel de contactos que tenía el famoso, poderoso y hoy encarcelado abogado Luis Edgardo Hermosilla Osorio. Y cuando, por disposición judicial, se decidiera que el abogado defensor de Hermosilla, su hermano Juan Pablo, abriera los contenidos del dispositivo, se produjo la detonación que este último ya había anticipado porque conocía los nombres que allí estaban.

Las esquirlas de la bomba de tiempo saltaron en varias direcciones y una de las víctimas fue Ángela Francisca Vivanco Martínez.

El estallido remeció los muros y pilares del imponente Palacio de los Tribunales, núcleo mismo de la justicia en Chile, la Excelentísima Corte Suprema. Y la detonación fue tan potente y severa que pocas horas más tarde se llamó a una sesión urgente al Pleno de la Corte.

Los Supremos se reunieron a puertas cerradas, pero fue un detalle porque tan pronto concluyó la sesión, se informaron las decisiones.

Separar a Vivanco de todas sus funciones, abrir un cuaderno de remoción y otorgarle un plazo de 20 días para que entregara un informe del entramado caso.

Soldado que arranca… ¿sirve para dos guerras?

Era obvio que Vivanco sabía la montaña que se abalanzaba sobre ella, y días antes pidió permiso para ausentarse.

Todo lo que pasó por su cabeza durante esos días o esas horas, solo ella lo sabe, pero sin lugar a dudas supo que sus tiempos como respetada magistrada, señalada como simpática, empática y cercana por el mundo judicial y una vez vocera del máximo tribunal, habían llegado a su fin.

Fue como si conduciendo a alta velocidad, su vehículo se hubiese estrellado contras un muro de ladrillos, pero esta vez se estrelló contra la sólida muralla del castillo de ilegalidades que había levantado con la seguridad de quien piensa que ha alcanzado una cúspide tan elevada y hermética en la que no sería posible alcanzarla.

En la realidad terrenal el cuento fue diferente

El sueño de alcanzar un puesto en el máximo tribunal se ha transformado en una pesadilla de la cual no puede despertar.

Y en el centro mismo está el teléfono, ese “teléfono del terror” que tiene a muchos nerviosos.

Ello, porque vaya uno a saber cuán extendidos están los tentáculos del celular y a quiénes va a alcanzar.

El sueño que se está transformando en pesadilla

Y todo porque en ese adminículo celular están las peticiones de Vivanco pidiéndole a Hermosilla que le ayudara a escalar hacia un sillón del máximo tribunal y muestra cómo el trato entre ambos pasó de “usted” a de “tú a tú”, de tratarse de “amigo” o “amiga”.

Y, una vez en el anhelado puesto, tuvo que responder a esos favores, y lo ha pagado caro.

Ahora se dice por ahí que esta es la punta de un iceberg. Pero sea como sea, ya la bomba de racimo hizo su efecto y es transversal porque todo indica que llegará a otros poderes del Estado y sus consecuencias son hasta ahora imprevisibles pero, claro, con todo lo que se ha conocido y el circulo de nombres famosos que han transitado por los titulares de los medios de comunicación, quizás ya habremos perdido la capacidad de asombro.

Este Caso Audio se parece a una novela

Tiene todos los ingredientes, pero es una trama, una telaraña de la vida real y que día a día revela más y más.

Podría ser el guión de una serie, pero qué pena.

Qué pena para quienes hemos confiado en las instituciones, pero por sobre todo, qué pena por Chile.

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