Especial 18-O

Estallido Social: Testigos en primera persona de la revuelta

María Fernanda Pavez

Estallido social
Foto: Agencia Uno.
A cinco años del estallido social es posible recordar y analizar, con más calma, el legado que dejó una revuelta que prometía potentes y positivos cambios para todo el país, sin exclusiones.

El aumento en el precio del transporte público fue la chispa que el 18-O hizo explotar una bomba cargada de demandas que jamás transitaron por el camino directo a la solución. El estallido social. Una crisis social y política que había estado gestándose durante décadas.

“Lo que comenzó a verse desde ese día era realmente lo más impresionante que había presenciado en mis 42 años. Todo lo que mirabas, escuchabas y te informaban era una película. Todavía siento escalofríos cuando lo recuerdo”, cuenta José Miguel Dunas, profesor de música y residente de la comuna de Santiago.

«Siempre lo he dicho: Chile no despertó, Chile explotó porque vino a dañar a responsables e inocentes sin discriminación alguna», agrega.

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Con fundamentos basados en problemáticas que apuntaban a la desigualdad social, corrupción, abusos de poder, colusión y desempleo, el 18 de octubre de 2019 se fusionó la rabia con la desesperanza y cientos de jóvenes dejaron en evidencia su intención de no bajar sus brazos ni seguir conformándose con promesas.

UNA LUCHA GENERACIONAL

“La mayoría de los chiquillos que saltaron a pelear por el país no tenían el temor de los que conocieron la dictadura. Yo tampoco la conocí, pero crecí con ese miedo que había de parte del entorno, independiente del lado político que fueras. Hoy, para ellos, ese discurso histórico de la opresión no es más que un relato de cobardes”, asegura el músico.

Sobre lo que presenció durante el estallido social nos narra una secuencia de hechos. Pide que no lo interrumpamos, pues no desea saltarse nada de lo que aun mantiene en su retina.

“En ese entonces vivía en un edificio ubicado en Vicuña Mackenna. Podía mirar casi todos los ángulos, pero eso que en un comienzo sentí como privilegio, después ya no era más que angustia”.

“Lo que estaba en las calles era una lucha generacional. Plasmaban sus molestias con mensajes escritos y gritos que hacían alusión a temas de salud, educación, aborto libre, no +AFP y otros, algo que siento que la gran parte del país también anhelaba”.

“Por otro lado, todo eso lindo se manchaba de negro. Cada vez que se formaba una turba se generaba una batalla campal. Ellos son los responsables de la destrucción urbana, los saqueos en el comercio, negocios destruidos e infraestructura dañada”.

«LAS COSAS COMO SON»

Agrega: “No quiero que nadie piense que pertenezco a un lado o a otro. Estoy poniendo sobre la mesa lo que nunca había podido contar. A las personas les molesta cuando alguien quiere decir las cosas como son”.

“En cada día de manifestación aparecían jóvenes y adultos de distintas clases sociales. Muchos hombres y mujeres que, si bien hoy podían darse el gusto de vivir en el barrio alto, admitían que para llegar ahí habían transitado un camino de esfuerzo iniciado en un escenario de mucha humildad”.

“Eso daba gusto, pero bastaba que carabineros pusiera un pie en el lugar y comenzaba una lucha salvaje. Claramente los uniformados, so pena de los disturbios, reaccionaban, lanzaban agua, perdigones, balines, todo lo que pudieran utilizar”.

Una vez pudimos interrumpir a nuestra entrevistado de su corolario y le preguntamos directamente por las conclusiones que hoy, a casi un lustro del momento que Chile despertó, puede analizar del estallido social.

“Es difícil centrarme en solo una. Tengo puntos específicos que la construyen. Siento que todo el daño, sensación de incertidumbre y crecimiento en los problemas de salud mental trastocaron una acción que pudo ser un ejemplo para los jóvenes de las próximas generaciones. Finalmente, quedó demostrado que buscar soluciones rápidas nunca generará nada más que nuevos problemas”, sentencia José Miguel.

«PEOR POSICIÓN POLITICA Y ECONOMICA»

Desde un análisis profesional, el sociólogo de la Universidad de Chile Felipe Cruz comenta: “A cinco años del estallido social los chilenos han dado un giro rotundo en su valoración».

Añade que «encuestas dan cuenta de ello, evidenciando una caída de 23 puntos en su percepción positiva – de 67% en 2019 a 44% en 2024 -, y pasando de 74% que creía que tras el estallido Chile era un mejor país, a 63% que cree que estamos peor”.

“Si bien durante los primeros meses las explicaciones sobre las causas del estallido versaban sobre una profunda y creciente desigualdad, el paso del tiempo ha dado cabida a un análisis más elaborado y propio de sociedades complejas”, agrega.

TRES MOTIVOS

Y detalla: “Pese a que hasta ese entonces Chile había mejorado ostensiblemente sus indicadores, incluidos los de desigualdad, el malestar se encontraba cada vez más presente. ¿Por qué? Creemos que hay tres principales motivos”.

Una economía que venía en franco estancamiento, con nuevas generaciones enfrentadas a una falsa promesa del sueño meritocrático, provocando una profunda frustración.

Una cultura identitaria y subjetivista que hizo sentir, en especial a los jóvenes, que las experiencias consideradas injustas eran motivo suficiente para reclamar.

Y un sistema político fragmentado que no estaba dando respuesta a los nuevos problemas sociales.
“A cinco años del estallido social el país se encuentra en una peor posición económica y política, lo que dificulta aún más la salida de esta situación de malestar y frustración”, dice Cruz.

“No es buen indicador que en el país siga muy presente la falta de diálogo entre las élites políticas, hecho que, de no ser enmendado, podría derivar en liderazgos de corte populista y autoritario”, asegura el sociólogo de la Universidad de Chile.

“Para superar esta situación es menester un amplio y sincero acuerdo político que permita, en primer lugar, un sistema que dé estabilidad al país y, en segundo lugar, una estrategia de desarrollo económico que permita a Chile entrar en una nueva fase productiva, acorde con las nuevas necesidades culturales y del mercado. Solo así se podrá retomar el camino al desarrollo y paz social que los chilenos anhelan”, sentencia.

JORNADAS DIFÍCILES

Los daños en el contexto del estallido social a la infraestructura crítica como el metro, buses, supermercados y servicios básicos en general, junto a las empresas, fábricas, locales y comerciales fueron significativamente cuantiosos.

Pérdidas económicas que, en su mayoría, han sido irreparables.

El empresario textil Alan Roldán es testimonio de ellos. Luego de 20 años de trabajo y esfuerzo en familia, fue víctima de la energía incontrolable de la delincuencia.

“El 18 de octubre nos dimos cuenta de que serían jornadas difíciles, pero no esperábamos que fueran así de terribles. Los días más dolorosos que vivimos con el estallido fueron el 12 y el 26 de noviembre”, comienza relatando.

“Vimos cómo se vino abajo todo lo que formamos, el sacrificio de años. Los ‘lideres’ de la lucha política le dieron el poder y la autoridad a un montón de cobardes que saquearon y destruyeron mi fábrica”.

En rigor fueron dos etapas, dos días en que los manifestantes no mostraron un mínimo de piedad.

“Después del 18 de octubre ya se comenzaron a sentir los efectos de algo que, a vista de todo trabajador, era sumamente perjudicial. Falta de transporte público y calles con imposibilidad de transitar, complicaban la llegada a los lugares de trabajo. Esa fue la primera señal que las secuelas del despertar de Chile provocarían daños en quienes tenían más necesidades”, recuerda.

En 2014 habían llegado a Santa Rosa a levantar una fábrica textil «en la que daríamos trabajo a personas que estuvieran desempleadas y sintieran la motivación de realizar labores», rememora sobre sus inicios empresariales.

“Fue un muy largo camino, como todo negocio, en el que entregamos muchísimo tiempo, energía y dinero. Lo logramos y nos ganamos el reconocimiento. Por supuesto queríamos seguir creciendo y el estallido social nos quitó la posibilidad de cumplir nuestras metas”.

«LA PÉRDIDA FUE COMPLETA»

El primer día de saqueo Alan recibió la advertencia de que las instalaciones de su empresa estaban siendo intervenidas. “Llegué y habían roto unas panderetas, robaron todo lo que encontraron. Teníamos unas 15 mil prendas listas para despacharlas al retail y habían arrasado con todo. Se dieron el lujo de cargar camionetas completas de telas y máquinas. Nos dejaron prácticamente sin nada”.

Eso no fue todo. Un segundo ataque fue dirigido a la infraestructura del lugar.

“Estar en ese momento ahí era un peligro. Esa noche la pérdida fue completa. Quemaron hasta vehículos, solamente por hacer daño, nada ganaban con eso. Si nosotros nos hubiéramos quedado ahí nos habrían matado”.

La empresa de textiles contaba con un personal compuesto por 25 hombres y mujeres. Todos sintieron el temor de perder su fuente de ingreso.

Pese a lo ocurrido, Roldán se resistió a dejar a su gente en la calle y continuó entregándoles su sueldo con la misma puntualidad que había tenido siempre. La diferencia es que ya no tenían absolutamente nada.

«NADA QUE CELEBRAR»

“Se tomó el país un grupo de gente que aseguró venir por un cambio a favor de la sociedad. Un cambio que contribuiría a la igualdad y mil ideas más en ayuda de un país que sería mejor. Una burla”.

Reflexiona: “Pedían cosas y destruían todo lo que el Estado y las personas de esfuerzo construían. Quemaron, robaron y rompieron propiedades y cosas de gente honesta y luchadora. Ellos tuvieron que financiar todo, o simplemente lo perdieron porque no contaban con los ingresos para volver a empezar. Gente que no pudo salir de sus casas porque al quemar el metro no podían trasladarse a su lugar de trabajo”.

“Muchos no recibieron ingresos. ¿Ese era el cambio que tanto hablaban? Díganme, dónde están los logros para aplaudirlos. Cuanto favor le hicieron a la economía del país. Acá no hay nada que celebrar”, plantea con molestia.

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