Internacional

Alto el fuego sin paz: la guerra que todos dicen haber ganado

Por Allan Santander

Periodista

paz
Donald Trump, el ayatolá Ali Jameneí y Benjamin Netanyahu
Pese al alto el fuego promovido por Trump, Irán, Israel y EE.UU. se adjudican un triunfo en un conflicto que dejó instalaciones nucleares devastadas, un uranio enriquecido desaparecido y una región aún al borde del abismo.

El martes por la mañana, Donald Trump anunció con fanfarria un alto el fuego entre Irán e Israel, adjudicándose el rol de mediador de una paz duradera. Sin embargo, la realidad en terreno desmintió rápidamente ese optimismo. A pocas horas del anuncio, Israel interceptó misiles lanzados desde territorio iraní, mientras Teherán negó cualquier ataque y advirtió que había “impuesto” la tregua a sus enemigos.

Pese a las declaraciones triunfalistas de las partes involucradas, el balance estratégico sigue sin resolverse. El conflicto dejó instalaciones nucleares arrasadas, misiles sin identificar y, lo más preocupante, 400 kg de uranio altamente enriquecido cuyo paradero es desconocido.

“Hay material equivalente a 10 armas nucleares (60 % UME) fuera de control y el OIEA desconoce su ubicación. Debería ser la principal preocupación”, alertó Ian Stewart, experto del Centro James Martin para Estudios de No Proliferación.

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EL ALTO EL FUEGO DE TRUMP

El cese de hostilidades, anunciado por Trump como “eterno”, se tambaleó apenas iniciado. Desde la Casa Blanca, el mandatario lanzó críticas a ambos bandos, pero arremetió especialmente contra Israel. Les pidió detener sus bombardeos, advirtiendo que continuar la ofensiva sería “una violación importante”.

Acorralado políticamente, el primer ministro Benjamín Netanyahu trató de calmar al presidente estadounidense. Su gobierno afirmó haber eliminado “una doble amenaza existencial, tanto en la cuestión nuclear como en lo que respecta a los misiles balísticos”. Pero la presión sobre Netanyahu fue fuerte y después anunció que respetaría el alto al fuego.

Aunque, antes de eso, ejecutó un ataque aéreo «contundente» en el corazón de Teherán, que dejó un saldo de cientos de muertos entre las fuerzas de seguridad iraníes y combatientes del grupo paramilitar Basij.

INSTALACIONES NUCLEARES DEVASTADAS

Las ofensivas aéreas conjuntas de Israel y EE.UU. lograron una destrucción significativa. Imágenes satelitales muestran daños extensos en Natanz, Fordow e Isfahán. Según Rafael Grossi, director del OIEA, aunque algunas bombas antibúnker no alcanzaron las zonas más profundas, “se espera que hayan causado daños muy significativos, dada la extrema sensibilidad de las centrifugadoras a las vibraciones”.

No obstante, el golpe más delicado no se encuentra entre los escombros visibles, sino en lo que ya no está. El OIEA confirmó que ha perdido el rastro de los 400 kg de uranio enriquecido al 60 %, suficiente para fabricar hasta diez ojivas (cabeza explosiva de un misil o proyectil) si se eleva al 90 %. Este material era vigilado remotamente en Isfahán antes del ataque. Desde entonces, su ubicación es un misterio.

“Es difícil exagerar la importancia de esto… esta guerra podría resultar un desastre para la no proliferación”, alertó James Acton, del Carnegie Endowment. “Si el ataque deja al régimen actual, o a uno muy similar, en el poder con una opción nuclear, habrá sido un fracaso estratégico”, advirtió el académico Jeffrey Lewis.

¿PUEDE IRÁN FABRICAR UNA BOMBA?

Según Lewis, Irán necesitaría unos cinco meses para producir suficiente material fisible si optara por fabricar armas nucleares. La infraestructura para hacerlo existe. Un segundo sitio en Natanz, excavado bajo una montaña, no fue alcanzado por los bombardeos. Además, el conocimiento técnico ha sobrevivido al asesinato de varios científicos nucleares en años anteriores.

Estados Unidos y el OIEA coinciden en que, antes del ataque, no existían indicios de que el ayatolá Alí Jamenei hubiera ordenado construir una ojiva. El temor ahora es que la ofensiva lo empuje a concluir que solo un arsenal nuclear puede garantizar la supervivencia del régimen.

“Por lo tanto, el ataque del señor Trump corre el riesgo de precipitar lo que queremos evitar”, escribió el exsecretario de Estado Antony Blinken en el New York Times.

DISUASIÓN O ACUERDO

La estrategia de destrucción preventiva, esbozada por Trump y respaldada por Israel, difiere radicalmente del enfoque diplomático del acuerdo nuclear firmado durante la administración de Barack Obama. Mientras aquel trató de limitar el programa iraní mediante verificación y diálogo, este opta por bombardear instalaciones, confiando en ataques repetidos para impedir su reconstrucción.

La apuesta es, por lo menos, arriesgada. La infraestructura puede ser reubicada, las capacidades dispersadas y los avances ocultos en edificaciones anónimas. Como escribió Blinken, los simulacros militares dejaron en claro los peligros de un “juego del gato y el ratón” con un régimen decidido a resistir.

CAMBIO DE RÉGIMEN

Tanto Trump como Netanyahu han sugerido abiertamente que el conflicto podría allanar el camino para un cambio de régimen en Irán. Hasta ahora, sin embargo, el aparato teocrático se mantiene firme. Golpeado, pero intacto.

El rechazo popular hacia el gobierno de los ayatolás existe, pero los bombardeos han desplazado momentáneamente ese descontento. Grupos prodemocráticos, como los que encabezaron el movimiento “¡Mujer, vida, libertad!”, hoy ven diluidas sus voces en medio de una narrativa de resistencia nacional.

“La impotencia del régimen frente a los ataques externos puede resultar una grieta fatal en todo el edificio”, señaló un diplomático occidental a The Guardian, “pero por ahora no hay señales de fracturas”.

UNA PAZ ENDEBLE

Aunque Irán, Israel y Estados Unidos se atribuyen una victoria, la realidad por el momento es difusa. Iraníes y israelitas entra a una paz, pero, ¿cuánto durará?. Además, el uranio enriquecido no aparece, las capacidades militares no han sido neutralizadas por completo y el régimen iraní no ha sido derrocado. La paz, si existe, es frágil. La victoria, relativa.

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