El expresidente sirio Bashar al Asad, depuesto y exiliado en Rusia, reapareció hoy desde Moscú para emitir su primera declaración pública tras la caída de Damasco hace nueve días.
En sus declaraciones, negó haber considerado en ningún momento la posibilidad de dimitir o pedir asilo en otro país antes de que los insurgentes tomaran el poder en Siria.
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Según él, su salida del país fue una medida de emergencia gestionada por Rusia y no una traición a su pueblo o ejército, como algunos han insinuado.
«Durante los recientes acontecimientos, jamás me planteé la posibilidad de renunciar ni de solicitar refugio en otro país, y tampoco recibí propuestas en ese sentido», afirmó.
Bashar al Asad, reveló que el 8 de diciembre supo de la caída de Damasco mientras permanecía en una base militar rusa, adonde las fuerzas rusas lo trasladaron tras intensificarse los ataques insurgentes.
Aseguró que su salida no se planeó previamente ni se realizó durante las últimas horas de la batalla, como afirman algunas versiones.
Indicó que Rusia gestionó su evacuación para protegerlo de un ataque inminente contra la base.
SIRIA EN MANOS DE TERRORISTAS
En un tono desafiante, el exmandatario describió la situación actual de Siria como «un país en manos de terroristas».
Según sus palabras, la coalición insurgente liderada por grupos islamistas que ahora controla el territorio representa una amenaza directa para la estabilidad de la región y para los intereses de Siria.
Al Asad rechazó las acusaciones de traición, afirmando que su decisión de abandonar el país no implica un abandono de su compromiso con el pueblo sirio.
El exlíder, que gobernó Siria durante más de dos décadas, ha enfrentado numerosas críticas tanto internas como internacionales desde que los insurgentes se hicieron con el control.
Sin embargo, insistió en que nunca renunciará a su papel como defensor de la soberanía siria, incluso desde el exilio.
