Rusia no tiene intención de abandonar Oriente Medio tras la derrota estratégica sufrida con el derrocamiento en diciembre pasado del líder de Siria Bashar al Asad, quien gobernó el país durante 24 años.
Así lo aseguró el ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Serguei Lavrov, quien afirmó, además, que la embajada rusa en Damasco no ha cerrado sus puertas y que mantiene contactos «diarios» con las nuevas autoridades.
Añadió que «estamos dispuestos a ser útiles en los esfuerzos de normalización de la situación y esto, por supuesto, exige un diálogo nacional inclusivo en Siria».
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Aseveró terminantemente que «nosotros no nos vamos de Medio Oriente», pero no se refirió a la situación en torno a las bases militares rusas en el país árabe: la base naval de Tartus, en la costa mediterránea, y el aeropuerto militar de Jmeimim, cerca de Latakia.
Ambas son cruciales para el tránsito de los efectivos militares hacia el territorio africano, según las agencias internacionales de noticias.
Según al Institute for the Study of War, la pérdida de esas bases «probablemente interrumpirá la logística rusa, los esfuerzos de reabastecimiento y las rotaciones del Cuerpo de África, debilitando particularmente las operaciones y la proyección de poder de Rusia en Libia y el África subsahariana».
«HAN VIVIDO CAMBIOS»
Lo planteado por Lavrov va en la misma línea de lo expuesto con anterioridad por el presidente ruso, Vladimir Putin, quien descartó que la caída de Asad supusiera una derrota estratégica para Rusia en Siria.
«Le aseguro que eso no es así (…) Rusia ha logrado, a grandes rasgos, sus objetivos en Siria».
Recordó, asimismo, que el ejército ruso fue desplegado en Siria «hace diez años para que allí no se creara un enclave terrorista».
Eso sí, admitió que la situación en Siria está cambiando rápidamente y que incluso los grupos que combatieron desde 2011 contra Damasco, también «han vivido cambios internos».
En esa línea, la Duma o cámara de diputados aprobó en diciembre una ley que permite excluir de la lista de organizaciones terroristas al Organismo de la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al Sham), que ahora controla Damasco.
