Internacional

Terremoto agravó la crisis humanitaria en Myanmar

Editado de agencias y medios internacionales por Cristian Navarro H.

Periodista

Myanmar
Foto: Publicada en X por @ReporteYa
“Este terremoto llega en el peor momento posible. Myanmar no puede soportar otro desastre”, advirtió Sheela Matthew, del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

El  potente sismo de magnitud 7,7 que sacudió el sudeste asiático el pasado 28 de marzo, con epicentro en Myanmar, puso a la vista los problemas por los que atraviesa el país, devastado por la guerra civil. El desastre natural llega en el peor momento posible para un país sin paz, sin democracia y sin horizonte claro.

GOLPE DE LA NATURALEZA A UN PAÍS EN RUINAS

La tierra tembló y Myanmar se quebró aún más. La tragedia del 28 de marzo dejó a su paso más de 1.600 muertos y al menos 2.300 heridos, según cifras preliminares de las autoridades militares. Pero el Servicio Geológico de Estados Unidos advierte que el número de fallecidos podría superar los 10.000. En un país fracturado por la guerra, la cifra exacta es difícil de confirmar.

El epicentro se localizó a 17,2 kilómetros de Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, escenario frecuente de enfrentamientos entre las fuerzas prodemocráticas y la junta militar. El terremoto, con una profundidad de apenas 10 kilómetros, provocó colapsos estructurales en edificios como el Sky Villa Condominium y agravó una ya crítica situación humanitaria.

ONG y voluntarios temen que la ayuda internacional solicitada por la junta no llegue a las zonas bajo control opositor. El acceso está limitado, y la distribución de los recursos ya ha sido motivo de controversia en catástrofes anteriores.

“Este terremoto llega en el peor momento posible. Myanmar no puede soportar otro desastre”, advirtió Sheela Matthew, del Programa Mundial de Alimentos (PMA).

EMERGENCIA POLITIZADA

China, Rusia, India y Singapur ya han enviado ayuda de emergencia. Sin embargo, la historia reciente genera desconfianza: durante el tifón Yagi, la junta fue acusada de distribuir la ayuda de forma selectiva, priorizando zonas afines al régimen. La ONU acusó al Ejército birmano de utilizar la ayuda humanitaria como instrumento de control.

DÉCADAS DE CAOS E INESTABILIDAD

Myanmar, antigua Birmania, no ha conocido la estabilidad desde su independencia en 1948. Golpes militares, dictaduras prolongadas y un desarrollo socioeconómico bloqueado por sanciones internacionales marcaron su historia reciente.

La apertura democrática en 2011 y el ascenso electoral de la Liga Nacional por la Democracia (NLD), liderada por Aung San Suu Kyi, pareció abrir una nueva etapa. Pero en 2021, tras nuevas elecciones ganadas por el NLD, el Ejército desconoció los resultados y retomó el poder mediante un golpe de Estado.

Desde entonces, la represión ha sido brutal. Más de 5.000 personas han muerto y miles más están encarceladas. Aung San Suu Kyi fue condenada a décadas de prisión en juicios calificados como farsa por la comunidad internacional.

GUERRA CIVIL Y CRISIS HUMANITARIA MASIVA

La toma del poder por parte del general Min Aung Hlaing no fue aceptada por gran parte del país. En respuesta, surgieron las Fuerzas de Defensa del Pueblo (PDF), apoyadas por el Gobierno de Unidad Nacional (NUG), una coalición opositora que desafía abiertamente a la junta.

Hoy, el conflicto se extiende por todo el país. Según la BBC, el régimen controla apenas un 22% del territorio nacional. La guerra ha forzado el desplazamiento de millones y ha generado una dependencia extrema de la ayuda humanitaria.

Antes del terremoto, ya se estimaba que 18 millones de personas necesitaban asistencia urgente. El PMA señala que 15 millones no pueden cubrir sus necesidades alimentarias básicas, y 2,3 millones enfrentan condiciones de hambruna.

LOS ROHINGYAS, SÍMBOLO DEL HORROR

La minoría musulmana rohingya ha sido históricamente perseguida por el régimen birmano. Desde 2017, más de 730.000 huyeron a Bangladesh, donde viven en campos de refugiados sin estatus legal.

Las atrocidades contra esta comunidad provocaron una reacción internacional. En 2024, la Corte Penal Internacional emitió una orden de arresto contra el general Min Aung Hlaing por crímenes contra la humanidad. La propia Aung San Suu Kyi fue criticada por su complicidad política en esta persecución.

LA GUERRA NO SE DETIENE

Pese a la tragedia del sismo, los combates no cesan. Apenas un día después del desastre, el NUG denunció bombardeos de la junta sobre regiones opositoras, incluyendo zonas gravemente afectadas por el terremoto. Solo en la localidad de Naung Lin, siete personas habrían muerto por ataques aéreos.

Mientras tanto, el NUG ha declarado una tregua unilateral para facilitar las labores de rescate, pero no descarta responder militarmente si los ataques continúan.

MYANMAR, ATRAPADA EN UNA «POLICRISIS»

En enero de este año, la ONU advirtió que Myanmar enfrenta una «policrisis»: una tormenta perfecta de guerra, pobreza extrema, colapso institucional y desastres climáticos. El terremoto del 28 de marzo no solo es una tragedia sísmica, sino un recordatorio brutal de cuán frágil y fragmentado está el país.

“En las zonas más afectadas no hay un gobierno funcional ni legítimo. La juventud que normalmente respondería con solidaridad ha sido reclutada por ambos bandos o ha huido”, señaló el académico Nyi Nyi Kyaw, desde la Universidad de Bristol.

El colapso físico y político de Myanmar es total. Y cada día que pasa, el sismo parece menos un evento aislado y más un símbolo de un país que se resquebraja por todas partes.

 

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