En contraste con la baja general, algunos hospitales han registrado un alza en los nacimientos de mujeres extranjeras, particularmente de nacionalidad venezolana.
La brusca disminución de nacimientos no ha pasado desapercibida en el sistema privado de salud. En los últimos diez años, varias clínicas del Gran Santiago han experimentado un colapso en sus cifras de partos.
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Uno de los casos más significativos es el de Clínica Dávila, donde los nacimientos descendieron de 8.000 en 2014 a 1.500 en 2024, lo que representa una baja del 81%.
CLÍNICAS
Desde Clínicas de Chile, asociación gremial del rubro, indican que «Se ha observado a nivel nacional un decrecimiento en el número de partos, en torno al 10% anual, que podría atribuirse, entre otras causas, a la caída de las tasas de natalidad y fecundidad en Chile».
En línea con esta tendencia, el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) informó que en 2024 la tasa de fecundidad llegó a 1,03 hijos por mujer.
Esta cifra es la más baja registrada desde que existen registros modernos en Chile. Para ponerlo en perspectiva, en el año 2000, la tasa era de 2,1 hijos por mujer, cifra que garantizaba el reemplazo generacional. Hoy, Chile se encuentra muy por debajo del nivel de reemplazo, lo que ha encendido alertas en organismos internacionales como la ONU y la OCDE.
MINSAL
Desde el Ministerio de Salud reconocen que este descenso representa un desafío para el sistema de salud, no solo por el rediseño de las maternidades, sino por la necesidad de fortalecer políticas públicas de apoyo a la crianza.
Durante su tercera Cuenta Pública Participativa, la ministra de Salud, Ximena Aguilera, abordó los desafíos actuales del sistema sanitario chileno, incluyendo el impacto de la baja natalidad.
Según explicó, el país enfrenta una caída sostenida en los nacimientos, lo que está generando cambios importantes en el sistema de salud.
«El país debe avanzar hacia una mejor conciliación entre trabajo y vida familiar, junto con un acceso real y universal a servicios de salud reproductiva», señaló la ministra.
Esta tendencia demográfica implica no solo una transformación en la organización de los servicios, sino también la necesidad de revisar políticas de apoyo a la crianza, adaptaciones estructurales y nuevos enfoques en salud reproductiva.
La situación ha encendido alertas sobre el futuro envejecimiento poblacional, con posibles efectos en la fuerza laboral y en la sostenibilidad del sistema de salud.
FACTORES ESTRUCTURALES
El descenso sostenido de la natalidad en Chile responde a causas estructurales que se alinean con tendencias globales, pero que adoptan características propias dentro del contexto nacional. Así lo explicó María Carolina Rodríguez Domínguez, matrona, magíster en Salud Reproductiva y directora de la carrera de Obstetricia en la sede Concepción de la Universidad Andrés Bello para Está Pasando.
Uno de los factores centrales es el retraso en la edad del primer embarazo. En Chile, la edad promedio para convertirse en madre por primera vez ha pasado de 23,1 a 26,1 años en la última década. Este fenómeno, según Rodríguez, está vinculado tanto a la mayor autonomía de las mujeres como a las condiciones sociales desfavorables para criar.
La especialista contextualizó esta situación en un escenario más amplio, señalando que no es exclusivo del país. En muchas naciones, especialmente desarrolladas, la edad del primer nacimiento ya supera los 30 años, producto de «la extensión de la educación femenina, el ingreso al mercado laboral, la incertidumbre económica y la falta de políticas de conciliación entre vida familiar y profesional». A esto se suma lo expuesto en el informe del UNFPA 2025, que advierte que “la verdadera crisis de fecundidad” se manifiesta en la imposibilidad de las personas de cumplir sus objetivos reproductivos debido a barreras estructurales.
IMPACTO EN LA SALUD
El envejecimiento poblacional asociado a esta baja natalidad también plantea desafíos para el sistema de salud, especialmente en el ámbito privado, históricamente orientado a la atención obstétrica. Rodríguez indica que, si bien los recursos deberán adaptarse al aumento de enfermedades crónicas y cuidados de personas mayores, esto no debe traducirse en una desinversión en salud materna. Por el contrario, se requiere una transformación en el enfoque: «Una atención más personalizada, de calidad, centrada en la experiencia del parto y el respeto de la autonomía reproductiva».
En esa línea, recalcó la necesidad de fortalecer la formación de matronas y matrones con competencias en atención intercultural, enfoque de derechos humanos y herramientas para acompañar partos seguros y humanizados.
POLÍTICAS PUBLICAS
Rodríguez enfatizó que incentivar la maternidad sin vulnerar derechos reproductivos pasa por promover un entorno que respete la autonomía y el bienestar.
Esto incluye facilitar el acceso a técnicas como la criopreservación de óvulos, junto con potenciar la educación sexual y reproductiva desde un enfoque preventivo y de empoderamiento.
Citó nuevamente el informe del UNFPA (2025), el cual plantea que para garantizar la capacidad de acción en este ámbito es fundamental un entorno que combine «Igualdad de género, estabilidad económica, acceso a servicios y confianza en el futuro».
Además, afirmó que reconocer modelos familiares diversos, como las familias homoparentales, contribuye a ampliar las posibilidades de maternidad y paternidad, sin imponer formas normativas únicas para vivir estas experiencias.
NUEVOS DESAFÍOS ANTE LA MIGRACIÓN
Otro punto abordado en la conversación fue el aumento de partos en mujeres extranjeras, en un contexto general de disminución de nacimientos. Esta situación plantea retos importantes en términos de equidad y calidad de la atención, dado que muchas veces existen barreras culturales y lingüísticas que dificultan el acceso efectivo a una atención adecuada.
Frente a esto, Rodríguez hizo hincapié en la urgencia de incorporar un enfoque intercultural en el sistema de salud: “no solo que reconozca las diferencias, sino que las acoja como oportunidades para enriquecer el modelo de atención”. Para lograrlo, es clave contar con profesionales empáticos, preparados y conscientes de la diversidad cultural presente en el país.