Política

No había para qué darle continuidad al error Por Víctor Maldonado R.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

Abandonar el terreno seguro es una buena idea de Matthei porque, efectivamente, puede sufrir un desgaste lento si lo que dice es siempre predecible y anodino, mientras Kast puede interpretar mejor el sentir del electorado duro al que se ha dedicado a cortejar y a hacer crecer.

No había para qué darle continuidad al error Por Víctor Maldonado R.

 Se puede escoger entrar en una línea más dura como parte de la campaña presidencial, pero, junto con ello, hay que hacerse cargo de las reglas con las que se establece cualquier debate en el ámbito público.

Asumir riesgos es la idea

Hay muchas maneras de polemizar, pero todas tienen la extraña costumbre de consistir en un intercambio de opiniones desde dos lados.

Además, se tiene que cuidar el nivel en que se establece el debate y este es un aspecto clave.

Abandonar el terreno seguro es una buena idea de Matthei porque, efectivamente, puede sufrir un desgaste lento si lo que dice es siempre predecible y anodino, mientras Kast puede interpretar mejor el sentir del electorado duro al que se ha dedicado a cortejar y a hacer crecer.

Sin embargo, correr con ventaja no es lo mismo que dejar el camino fácil y meterse en el ruedo.

Por la forma en que Matthei se incorporó al debate con motivo de la vinculación del narcotráfico con la política, se ve la falta de costumbre de ser tratada sin tanta deferencia garantizada.

En esto es donde más se muestra la candidatura en rodaje, en busca de su mejor forma de expresión. La primera tentativa fue claramente un error.

Transgrede lo que podría ser considerado el inicio del decálogo del polemista: “escoge los temas en los que tengas ventaja y puedas seguir profundizando, para dejar a los demás obligados a replicar a la defensiva”.

En este caso no ocurrió así.

Se puede ver que la prensa atendió a las declaraciones de Matthei, registró la respuesta del oficialismo, trató de darle seguimiento en el mismo nivel de generalidad que la alcaldesa de Providencia les dio a sus palabras, pero se detuvo de puro aburrimiento.

Si se hubiera planificado como corresponde, Matthei ya habría realizado una nueva declaración confirmando con datos concretos sus primeros dichos y tendría de cabeza a unos cuantos preparando sus respuestas.

Como lo que vino es el silencio, significa que no se calibró bien la salida pública.

Eso debió producir el aprendizaje correspondiente y motivar una salida más refinada en la segunda oportunidad, pero ha ocurrido justo lo contrario.

Si las referencias al boleo son contraindicadas, la información demasiado precisa en temas álgidos lo son más si posibilitan la réplica bien fundada.

Es evidente que se ha perdido la costumbre de la contestación continua porque en los puestos ejecutivos, cuando se está a la cabeza, se puede dictar cátedra sin temor a una respuesta equivalente.

Se tiene mucha ventaja.

En el caso de la lista de venezolanos entregados por su municipio al subsecretario Monsalve, se cae en un error complicado.

El gobierno tiene un desempeño desigual por áreas y si se le quiere caracterizar por un término, la palabra “rigurosidad” no se encuentran entre las primeras cien que se vienen a la cabeza.

Con Monsalve y otros casos destacados no ocurre así.

Si el subsecretario contradice con credibilidad a Matthei, ella se mete en un triple problema: porque pronto no tendrá qué decir, porque importa poco y porque sale del mundo exclusivo de los presidenciables, sin ganar nada.

En el equipo de apoyo de Matthei tal parece que sobran comunicadores y faltan políticos.

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