Política

“No siempre el que camina sabe a dónde va” Por Víctor Maldonado

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

El estallido social mostró una gran distancia entre el desarrollo que tenemos y la calidad de vida que anhelamos. Hay una falla crucial en nuestra convivencia, propensa a estallidos que no van a desaparecer porque aparente inactividad.

“No siempre el que camina sabe a dónde va” Por Víctor Maldonado

Los gobiernos siempre tienen un respiro cuando dan cuenta del estado de la nación porque hay muchos números que se pueden mostrar aumentando. El Ejecutivo tiene a su cargo la acción directa en muchos terrenos y siempre se están realizando tareas, de modo que se tiende a ser optimista.

Pero la mirada sobre lo que nos pasa tiene que ser más exigente. Avanzar no siempre es sinónimo de dirigirse hacia algún destino definido. Hay que juzgar a los gobiernos por cómo están enfrentando los principales desafíos.

El estallido social mostró una gran distancia entre el desarrollo que tenemos y la calidad de vida que anhelamos. Hay una falla crucial en nuestra convivencia, propensa a estallidos que no van a desaparecer porque aparente inactividad.

También nos ocurre que Chile ya no es visto por sus vecinos como un caso excepcional y cercano a la prosperidad asegurada. Nos hemos detenido y no son pocos los que avanzan más rápido. Abandonamos la primera posición.

Hay países que tienen problemas que están dispuestos a encarar y otros que están sumergidos en ellos. Sabemos lo que separa a la izquierda de la derecha, pero hace tiempo dejamos de pensar en aquello que los une.

Convivencia fracturada, crecimiento insuficiente y sin equidad, falta de sentido de pertenencia son nuestros problemas de mayor envergadura. Y lo que importa al analizar la política que tenemos es saber si nos estamos aproximando a la política que debemos tener, si alguien está a la altura del desafío.

Podemos ser una generación que entregue una mala posta a la que sigue. Nunca dejaremos de ocupar un territorio, pero no es obligación que seamos siempre una comunidad viva y palpable. Eso es algo que se gana o se pierde.

En 2011 Japón tuvo un terremoto, el cuarto más potente de los últimos 500 años, seguido de un tsunami que causó 15.000 víctimas. La reacción japonesa fue impresionante y se basó en una cultura cívica acendrada, una fuerte institucionalidad y una capacidad de respuesta rápida y coordinada.

Los sistemas de alerta funcionaron, los protocolos de emergencia se activaron, las fuerzas de autodefensa movilizaron más 100 mil efectivos. La oposición cuestionó si se había hecho todo lo que había que hacer, pero se focalizó, como todos, en aportar a la reconstrucción y la recuperación a largo plazo.

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La moraleja es que lo que más importa en una crisis o en una emergencia no es la magnitud del problema, sino la calidad de la respuesta colectiva. Nos empezará a ir mejor cuando cada actor se pregunte, no solo si está cumpliendo con su deber, sino que más está aportando, aparte de lo obligatorio.

La derecha se está comportando como la oposición que es, pero no como el gobierno que quiere llegar a ser. Cumple con lo básico, pero no ocupa todo su espacio. No basta con que nos diga a qué se opone, nos tiene que informar sobre aquello que propone y en que está dispuesta a colaborar.

La crisis de seguridad no es algo que le está pasando al gobierno, sino algo que le está pasando a Chile. Mirado después en retrospectiva, lo que importará no es lo que dijimos, sino cual fue nuestro aporte para construir y reconstruir. El país no puede arrastrar a remolque a sus políticos, tiene que verlos aportando.

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