El dilema económico en el balotaje: ¿Quién ofrece mejor clima para la inversión y el crecimiento económico?
En medio de diagnósticos catastrofistas, llamados a “emergencias económicas” y relatos de que “el país se cae de a pedazos”, vale la pena detenerse y observar datos más fríos. Aunque persisten desafíos serios, Chile está muy lejos de estar en ruinas: mantiene estabilidad macroeconómica, ha reducido la inflación, exhibe una cartera de inversión privada y pública relevante, registra dinamismo en la inversión extranjera y sostiene una deuda pública baja incluso, bajo estándares OCDE.
Además, el país ha ido construyendo ventajas estratégicas en sectores que el mundo necesita para la transición energética y tecnológica, como el litio, el hidrógeno verde y energías renovables. Y existe algo poco valorado: un consenso político transversal ―aunque con diferencias― respecto a que el crecimiento económico y la inversión importan y que los trámites para llevarla a cabo deben racionalizarse.
La mesa está servida. La pregunta decisiva es ¿quién puede aprovechar mejor esa oportunidad?
¿Qué miran los inversionistas reales? No es solo impuestos
La evidencia internacional es clara: los inversionistas extranjeros valoran, por encima de tasas tributarias reducidas, factores como:
- estabilidad macro,
- calidad institucional,
- seguridad jurídica,
- gobernabilidad,
- infraestructura,
- acceso a financiamiento,
- capital humano y productividad,
- tamaño de mercado y acceso al mundo,
- y un sistema tributario estable y predecible, más que bajo.
De hecho, investigaciones de organismos como Banco Mundial, OCDE y FMI coinciden: no existe evidencia robusta de que rebajar impuestos corporativos por sí sola impulse inversión o crecimiento sostenido. Es ilustrativo el caso de Estados Unidos bajo Trump: rebaja histórica de 35% a 21%, cuyo efecto principal fue aumentar distribución de dividendos y compras financieras, no inversión productiva, ni expansión económica relevante ni aumento de empleo.
Más aún, cuando las rebajas se combinan con recortes fiscales severos, pueden contraer actividad, aumentar desigualdad y deteriorar expectativas. Chile lo sabe: el debate actual sobre ajustes tributarios responsables suele ir acompañado de compensaciones para evitar efectos regresivos y daño fiscal.
El contraste presidencial
José Antonio Kast: ¿promesa de dinamismo o riesgo de recesión?
Su propuesta de reducir el gasto público en 6.000 millones de dólares en 18 meses, junto a rebajas tributarias corporativas de 27% a 24% e integración del sistema tributario, implica un shock equivalente a entre 2 y 3 puntos del PIB. Eso enfriaría la economía, especialmente en un país donde el consumo privado y la inversión pública son motores relevantes.
Además, Kast no entrega certeza de gobernabilidad: se define como un “gobierno de emergencia”, frente a una crisis económica -que no existe, una crisis social -que tampoco existe- y una crisis de seguridad, donde hay serios problemas, pero no a nivel de crisis. El exhibe una trayectoria de escasa construcción de acuerdos, posiciones maximalistas y un historial de rechazo a reformas consideradas avances civilizatorios, por lo que su capacidad para enfrentar las señaladas crisis aparece en cuestión. Sus propuestas en migración o economía carecen de factibilidad técnica en algunos casos, y su desempeño parlamentario no destaca por aportes relevantes.
La ambigüedad programática, el bajo desarrollo de una agenda internacional y el negacionismo ambiental agregan interrogantes. En un país muy vulnerable al cambio climático e integrado al comercio global, esos silencios pesan.
Todo esto conforma un cuadro donde la incertidumbre política y social ―uno de los mayores inhibidores de inversión― no parece disminuir con Kast, sino crecer.
Jeanette Jara: más certidumbre que épica
Jara, en cambio, no llega sola. Representa una de las coaliciones más amplias de nuestra historia, habituada a negociar y a gobernar en conjunto. Guste o no, eso ha dado estabilidad al país durante décadas.
En su programa es más nítido y cuantificado; prioriza seguridad y alivio del bolsillo, pero incluye propuestas en todas las áreas de política pública, desde inversión a salud, pasando por internacional y transición energética. Sus posiciones son explícitas y comprensibles, lo cual reduce incertidumbre y permite anticipar escenarios, un activo relevante para inversionistas.
Su trayectoria ―subsecretaria, ministra, dirigente sindical― muestra capacidad de acuerdos y gestión pública con importantes resultados en política pública. Ello sugiere mayores probabilidades de gobernabilidad, clave para evitar bloqueos y alimentar expectativas positivas.
El voto económico del 14 de diciembre
Las elecciones presidenciales no son ejercicios contables. Expresan expectativas: de estabilidad, de certidumbre, de capacidad de diálogo, de reglas claras. Hoy Chile tiene un punto de partida favorable, pero su materialización depende de quién gestione mejor los riesgos.
Para quienes priorizan crecimiento, inversión y bienestar, la balanza se inclina hacia el proyecto que reduce incertidumbre más que el que la amplifica, que ofrece gobernabilidad antes que polarización, y que entiende que la confianza ―no solo los impuestos― mueve el capital.
Ese es el dilema económico del 14 de diciembre.







