Boric: El conductor imaginario de una coalición imaginaria Por Víctor Maldonado R.
Hay que ser jefe de coalición cuando se toman las decisiones, no cuando se comentan los resultados. Importa al evaluar el recuento de acciones y de orientaciones que se dieron cuando era oportuno.
Decirlo es fácil hacerlo es distinto
Gabriel Boric solicitó una lista unitaria en la elección anterior, pero fue un gesto aislado. No influyó en la decisión final ni hubo confluencia de pareceres. Se trata de que el curso de acción cambie, no simplemente de contemplarlo.
Avalado por una conducta coherente, se puede mediar entre coaliciones o tiendas políticas. Si se hace a destiempo y hay marcadas diferencias de opinión, lo que se hace es tomar partido por una de las opiniones que están en debate. Eso demuestra que se llegó tarde para ser un factor de unidad.
Tras los resultados, más que el solo conteo de votos, importa la conducción política que se ha dado durante todo el proceso. A mayor número de diferencias tratadas en forma oportuna, mayor posibilidad de representarse en pocas listas.
El caso es que el oficialismo representa hoy menos de lo que era hace 4 años.
Encabeza un ciclo corto, que no ha roto las raíces de la crisis del sistema político y que se presta a concluir sin grandes logros.
El oficialismo no se presentó dividido ante una oposición unida porque la derecha también fue en varias listas y, sin embargo, le fue mejor. El propósito manifiesto en la oposición era el de dirimir la hegemonía del sector, puesto que no se podía seguir sin saber quién conduce. Por eso su éxito es doble: ha despejado de incertidumbres y resuelto el liderazgo.
La derecha no solamente tiene mejores números, también tiene claro quién comanda. El problema en el oficialismo es precisamente que no ha sido conducido, ni ha dirimido entre líneas políticas ni se puede seguir a un gobierno que va a la retaguardia del proceso.
No es que los partidos de gobierno hayan perdido su unidad en el último tramo.
Se muestran diferencias que se han hecho evidentes durante lo que va de esta administración, que se expresan en el parlamento y que el gobierno no ha logrado ordenar tras propósitos comunes.
Lo que estamos viendo es una consecuencia de inacciones anteriores, no el irresponsable inicio de hostilidades entre partidos frente a un gobierno que supo siempre expresar certeramente el buen sentido.
Si el Ejecutivo quiere dar inicio a la confluencia oficialista, aunque sea en forma tardía, lo que tiene que hacer es predicar con el ejemplo. Sería muy bueno que La Moneda explicara cómo pretende conseguir el apoyo pleno de sus coaliciones ante sus iniciativas legislativas.
La prédica sin práctica es estéril.
No hay que concentrarse en las recriminaciones, sino enfocarse en las rectificaciones de las que nadie está exento, mucho menos quien debiera ejercer siempre el papel de jefe de coalición, en vez de actuar como intermitente.
Los procesos electorales no hacen otra cosa que expresar confluencias o divergencias políticas previas. Son un punto de llegada, resultado de lo hecho y dejado de hacer. Si durante todo este tiempo no ha existido una coalición, ¿cómo se puede ser jefe de algo que nunca se llegó a conformar?