La destitución de la senadora Isabel Allende por decisión del Tribunal Constitucional, a pedido de connotados derechistas, ha generado un amplio debate. En el análisis una importante mayoría considera que es una muestra significativa de que nuestra institucionalidad funciona. Y puede hacerlo muy bien.
La conclusión de fondo es, como planteó el rector de la UDP, Carlos Peña:
“Estamos en presencia de un fallo que enmienda lo que fue hasta hace poco, y es de esperar que ya no, uno de los rasgos político-culturales que estaba dañando severamente la esfera pública: la creencia de que la voluntad y las propias convicciones acerca de la justicia y no las reglas, son las que deben tener la última palabra”.
El resultado inevitable en este caso es que la crisis esté llegando al presidente Gabriel Boric. No es el caso del análisis citado de Carlos Peña. Pero en la derecha, el éxito en el Tribunal Constitucional alienta su permanente propósito: poner en Aprietos al primer mandatario y, ojalá, destituirlo.
Ello es poco probable. Pero hay que reconocer que la idea de que el Estado comprara las residencias de los presidentes Allende y Aylwin, fue concebida inicialmente por el propio presidente de la República.
Lo grave, más que su eventual desconocimiento de la prohibición de hacerlo, es que ninguno de quienes revisaron los documentos -se ha dicho que 17 personas, al menos- llamara la atención al respecto, fuera por el impulso adulador del que cree que “al jefe” nunca se le discute o, lo que es peor, por ignorancia.
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Las crisis de este gobierno – y esta es sin duda, la más grave- han terminado en cambios en los más altos niveles. Es este caso es insuficiente con la salida de la ministra de Bienes Nacionales, la primera víctima cuya responsabilidad parece dudosa.
Ni el desempeño del presidente, ni la sanción, justificada pero igualmente lamentable de la senadora, deben alegrarnos a quienes creemos en la democracia y en el valor ineludible de la ética en la vida pública.
El ciudadano Gabriel Boric tiene años de vida política por delante. Es posible que su paso por La Moneda le hayan entregado lecciones importantes pare el futuro. Es una perspectiva que va más allá del tercio de adhesiones que ha tenido en las encuestas. En cambio, lamentablemente la hija de Salvador Allende está concluyendo su paso por el Congreso. víctima de un error inexcusable.
Suya es parte de la responsabilidad, pero no es la mayor.
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