Opinión

El INBA duele

Rodrigo Mundaca Villalobos, periodista

INBA, Generación 1985

¿Cuál es el costo que están dispuestos a pagar estos adolescentes?

El INBA me está doliendo en el recuerdo y en la actualidad. No puedo creer que cuatro jóvenes y sus familias sufran con la posibilidad de la muerte y que una treintena tema por los daños permanentes por las quemaduras. 

Y me duele más porque ni la rectora ni algunos apoderados observan la realidad. «Son hechos aislados» dice la primera. «Las manifestaciones extremas son múltiples y siempre habrá quien esté dispuesto a arriesgar su vida y su libertad por hacer ruido suficiente para ser escuchado», dicen los otros. Son «infiltrados de overol blanco» dicen algunos.

Ahora, esos que arriesgan su vida necesitan donantes de sangre para poder seguir viviendo. Y nadie se hace responsable de una crisis que se arrastra desde hace varios años.

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GRUPO DE «EXTREMISTAS» EN EL INBA

Es imposible olvidar la primera vez que panfleteamos el colegio. Era el año 84 y con un grupo de compañeros de tercero medio del A, del C y del E imprimimos unos mil panfletos y los lanzamos al patio amarillo. 

Tuvimos miedo, sí. A algunos nos llamaron a la oficina del rector y nos preguntaron si habíamos sido los responsables y lo negamos. Era época de dictadura y el miedo era parte de la vida.

Este mismo grupo de «extremistas» -como nos tildaron en 1984- también participó en las organizaciones estudiantiles de la época: la Pro-FESES o la COEM. 

Nos unimos a las y los jóvenes de la época que participaron en las tomas de los liceos santiaguinos. Nuestro aporte era precario, sábanas para hacer lienzos o candados para cerrar las puertas. 

No recuerdo que hayamos usado pintura para rayar las paredes de alguno de los patios del Internado ni en su piscina ni en sus gimnasios. 

¿CUÁL ES EL COSTO DISPUESTO A PAGAR?

Miro las noticias, las imágenes y los videos. Los baños que están quemados son los mismos de mis compañeros del 7°A en 1980, de mi hermano, de mis primos y de muchos hermanos inbanos que fuimos reconociéndonos en el camino. En los grupos de exalumnos hay rabia, dolor y preocupación. 

Concuerdo en que «manifestarse es un derecho», pero ¿Cuál es el costo que están dispuestos a pagar estos adolescentes? Una declaración de un grupo de apoderados dice que son «jóvenes que traen rabia, pena y una enorme incertidumbre al futuro». 

Claro que pueden tener rabia, pero ni los niños ni los jóvenes deben pelear las luchas de los padres y menos transportar esa rabia hacia las paredes del hogar de muchos.

La declaración del grupo de apoderados anónimos dice que «vivir sin nada que reclamar es un privilegio». Yo les digo que estudiar en el Internado Nacional Barros Arana ya es un privilegio; ser parte de una historia que comenzó a principios del siglo pasado es un privilegio; recorrer los patios, comer y dormir en el Internado es un privilegio; vivir con una comunidad de estudiantes pensantes y críticos como los inbanos es un privilegio y; estudiar con toda la infraestructura y la biblioteca del Internado es un privilegio.  

Rectora, dese cuenta NO SON HECHOS AISLADOS. Recuerde que hace tiempo trataron de quemar la oficina de la rectoría. Es hora de ponerse a pensar en cómo solucionar los problemas.

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