Opinión

Entre los sueños y el crudo pragmatismo

Abraham Santibáñez, Premio Nacional de Periodismo

Periodista titulado en la Universidad de Chile. Elegido presidente del Colegio de Periodistas, el 25 de Julio de 2008. Es miembro del Consejo acreditador de la Sociedad Interamericana de Prensa (CLAEP) con sede en Buenos Aires. Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua. Premio Nacional de Periodismo 2015.

Abraham Santibáñez
Prefirieron ignorarlo, concentrados en la campaña electoral. Pero lo que realmente estaba en juego en la primera vuelta era el futuro de buena parte de los partidos políticos.

Entre los sueños y el crudo pragmatismo.

Prefirieron ignorarlo, concentrados en la campaña electoral. Pero lo que realmente estaba en juego en la primera vuelta era el futuro de buena parte de los partidos políticos.

La declinación del histórico Partido Radical se veía venir: el Chile del pasado, especialmente el de los años de la década de 1930, quedó atrás en nuestro devenir político. Y los radicales, que tuvieron un papel preponderante en el tiempo de la década de los 50, se fueron diluyendo más tarde. El resto lo hicieron el profundo cambio social y la revolución tecnológica, sumados al efecto demoledor de la dictadura en las estructuras partidistas tradicionales.

Similar es, sin duda, lo ocurrido en el centro más cercano a la Iglesia Católica, identificado con la Democracia Cristiana. Hubo un momento, lleno de entusiasmo, en que pareció que Chile con la DC se alejaba de los extremos, pero no fue así: en 1973 se cerraron las puertas democráticas. Empezó entonces la crisis, aunque nadie la vio venir. Era razonable, ya que, en los años 90, la Democracia Cristiana, de la mano de Patricio Aylwin y el poderoso recuerdo de Eduardo Frei Montalva, nos permitió regresar felizmente a la senda democrática.

Vilipendiadas irresponsablemente en medio del estallido social, esas tres primeras décadas parecieron borrarse entonces a causa de una fragilidad no detectada a tiempo. Y el país cayó en la polarización extrema. Como obvia consecuencia, el centro perdió fuerza.

Lo que está claro, en todo caso, es que el PDG -una montonera mientras no se demuestre lo contrario- no ha ocupado ese espacio vital. No con la solidez requerida.

Este panorama ha golpeado brutalmente a los fragmentos que sobreviven de la Democracia Cristiana. Lo que es peor: invocando el nombre de Frei Montalva y los otros reverenciados fundadores, se inició una insólita guerrilla verbal cuyo blanco, por ahora, es Frei hijo.

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Menudearon las críticas más feroces. El presidente Francisco Huenchumilla fue de los más duros: aseguró que la actitud de Frei “lesiona la memoria histórica” del partido y que refleja a un exmandatario que “anda buscando pretextos para irse definitivamente con la derecha. En este caso, con la ultraderecha”. Alejandra Krauss le reprochó haberse alejado de la historia y valores de la DC y recordó que un expresidente “está al servicio del país completo, no de algunos”.

Es una postura que no parece tener destino. No se ha sabido asumir los desafíos a tiempo. Quienes no reaccionaron cuando se empezó a desgranar el choclo, lo hacen ahora de manera desmesurada. Es probable que así terminen de enterrar al partido.

No eran esos ciertamente los sueños del grupo de jóvenes conservadores que fundaron la Falange Nacional hace casi 90 años: Alejandro Silva Bascuñán, Bernardo Leighton, Manuel Garretón, Ricardo Boizard, Radomiro Tomic, Edmundo Pérez Zujovic, Ignacio Palma Vicuña, Rafael Agustín Gumucio, Luis Scherz García y Eduardo Frei Montalva.

Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo 2015

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