Opinión

Este gobierno, al decir de Baldomero Lillo, resulta ser claramente, «inamible». Por Mario López M.

Mario López M. Periodista

Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Licenciado en Derecho y Abogado

Como en el cuento, se ha dado el gusto de tener a toda la estructura estatal, sin ánimo, y han preferido, al igual que la sirvienta que huía del carretonero, esconderse, y no salir de casa.

Como se recordará, un guardia apodado «el guaren» era reconocido por su memoria, debido a que se sabía los reglamentos de memoria y sino, los inventaba. un día «el guaren» escuchó unos gritos, y vio que un tipo perseguía a una chica que era la sirvienta de la casa de la esquina y el sujeto era el carretelero.

En cuanto la muchacha entro a la casa el sujeto se acercó a «el guaren” y se ufanó que la chica grito mucho y él ni siquiera alcanzo a pasarle el bicho que traía. “El guaren” tomó al sujeto y lo llevo al cuartel, el carretelero muy confundido pidió una explicación y el guaren lo justificó que sería encarcelado por andar con animales inamibles (le llamaba inamibles a esos animales, como las culebras, que cuando la gente los veía se asustaba y quedaban sin ánimo, o sea, inamibles).

El oficial a cargo, para no quedar de ignorante, al no entender la frase, dejó al carretelero bajo arresto. Lo mismo aconteció con otras autoridades que conocieron de este peculiar delito, como el oficial a cargo de la custodia y el juez. El infractor debía pagar una cuantiosa multa para recuperar la libertad. “El guaren” preso del remordimiento porque por una frase que él invento quedo un hombre inocente preso, optó por entregar en un sobre anónimo al detenido la suma de la multa. Sin saber aquello, lo mismo hicieron los demás que habían resultado cómplices de tamaña barbaridad.

La suma recaudada por el carretelero fue cuantiosa y pago su fianza quedando con una gran diferencia a su favor y dijo: “hago esto otra vez y recibo otros pesitos”.

Volvamos al Gobierno.

Como en el caso del “guaren”, se inventaron un cuento que se creyeron a pie juntillas y en el que nos envolvieron a una gran mayoría de los chilenos. Bastó solo, «mover la culebra».

En una farra de oportunidades sin parangón, están no solo al debe, echando mano a sus ahorros para pagar la fianza, sino que en situación de “insolvencia” casi absoluta.

Veamos:

Tres era sus pergaminos al llegar al poder. 1.- Era gente joven que no se había percudido con las la inercia de aquellos de los “30 años”, adultos que se habían acomodado al sistema y que, con suerte, actuaban en la “medida de lo posible” y no del sueño que ellos traían, que era conquistar lo imposible. 2.- Que, siendo jóvenes, venían desprovistos de las malas prácticas, el amiguismo, el pituto, el “cómo voy ahí” y hasta del tráfico de influencias. Por último 3.- Dado lo anterior, gozaban de una superioridad moral a toda prueba, a diferencia de los que antes habían gobernado, una manga de corruptos.

Buena parte de este primer año y medio ocuparon gran parte de su energía en el plebiscito que culminaría el pasado 4 de septiembre, hace casi un año. Apostaron todo su capital -el que sobredimensionaron, pues estimaron suyos los votos anti Kast- y consumieron ese tan preciado veranito de San Juan que se entrega a todo gobierno el primer año de mandato.

El resultado es conocido, pero aún por las huestes oficialistas, no asumido del todo. La gran mayoría de ellos ven al revés la prelación de las causales. La primera razón para la terrible derrota es la campaña del Rechazo, luego el comportamiento de los convencionales constituyentes, le sigue la poca injerencia del Gobierno de Gabriel Boric y, al final, una leve responsabilidad del texto emanado de la Convención, que, en el decir de la expresidenta Bachelet: “No es perfecta, más se acerca a lo que soñé”.

Lo cierto, es que las prioridades están invertidas. Fue el texto el que no hizo sentido en el común de los sentidos, unido, además, a todas las causas señaladas.

El resto del mandato ha pasado entre armar una nueva propuesta y esquivar las esquirlas de los “casos convenios” y los errores no forzados.

¿Y qué pasó con los tres pilares?

Ya, ya vamos para allá…

El primero: Quedó claro que solo ser joven, aparte de ser una virtuosa condición de energías y vitalidad, sueños y esperanzas, no es más que eso y, con eso, no se gobierna. Se requiere madurez, conocimientos, criterio y, sobre todo, humildad. Y vaya que tales atributos no se vislumbran mucho en la actual administración.

Los exabruptos propios de niños malcriados han sido la tónica, que ha terminado en disculpa tras disculpa. Qué decir de los conocimientos, si hasta la propia vocera y el mismo presidente han reconocido que les han faltado para enfrentar momentos complicados del mando. Y cuando pudieron “formarse” en las lides del poder y la probidad, lo desecharon, al decir de la vocera Vallejo, por falta de tiempo. He ahí las consecuencias.

Lo peor, la inercia. Inversión detenida, cuadros estatales más preocupados de elecciones que de gobernar, perdieron la luna de miel del primer año y estamos sujetos, por errores propios y no esfuerzos de la derecha a su arbitrio, en el Congreso y en el Consejo Constitucional.

El segundo pilar en que se sostenía la mesa, era que, siendo jóvenes, no se habían contaminado de las malas prácticas de los mandamases de los 30 años. Pero los porfiados hechos, han demostrado y con creces, que apenas se subieron al podio comenzaron a practicarlos. El amiguismo campeó, los pitutos -y millonarios- para cónyuges, parejas, cuñados y demás parientes marcaron el poder desde la cúpula atravesando todo el aparato estatal.

El reciente informe de Contraloría acerca de la pecaminosa relación entre el seremi de Vivienda de Antofagasta y la fundación Democracia Viva, desnuda a cuerpo entero que esos jóvenes estaban más que “salpicados” por el pituto y el tráfico de influencias, son derechamente, la personificación de aquello. Segunda pata de la mesa, al suelo y esta, tambaleando.

Por último, el tercer pilar de esta alicaída mesa, lo conformaba la superioridad moral, aquella de que hizo gala, uso y abuso el defenestrado exministro Giorgio Jackson. El caso Fundaciones y todas sus aristas, que darían para una novela, pero de terror, echó por tierra tan infundada y pretenciosa virtuosidad autoasignada.

La mesa se ha quedado hace rato, sin soporte.

Entonces, se salió a buscar a los vilipendiados concertacionistas, los mismos de los 30 años, para que salvaran el entuerto. Se recurrió a “la cocina”, incluso con la derecha para intentar salvar las reformas que, a estas alturas no dan ni para pequeñas transformaciones.

Pero si hasta se invitó a Piñera por el presidente, primero a navegar juntos al cambio de mando en Paraguay y luego a La Moneda, cuando, no hace mucho, el mismo actual anfitrión de la casa de gobierno, amenazaba a Piñera con que lo llevaría a la justicia, incluso a tribunales internacionales para que respondiera por las violaciones a los DDHH en tiempos del estallido social.

Arrepentido el “Guaren”, aquel personaje que representaba la autoridad en la novela de Baldomero Lillo que dio inicio a estas líneas, optó por colocar 30 pesos en un sobre y enmendar su desaguisado, así, saldría libre ese inocente al que metió a la cárcel por el uso de una verborrea grandilocuente que ni él mismo en oportunidades entendía.

El dueño de la carreta salió sin entender mucho lo que pasaba, pero feliz y hasta con plata en el bolsillo. Ojalá que el dueño de esta carreta, llamada Chile, pueda salir también feliz de esta experiencia que, hasta ahora, nos tiene sin entender y presos… de la desesperanza y de un culebrón que nos tiene «inamibles».

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