Centroizquierda: Los derrotistas sirvan ubicarse al final de la fila Por Víctor Maldonado R.
No hay manera de que la centroizquierda se ordene sin proponerse competir en la elección presidencial. La razón es bien sencilla porque cuando La Moneda deja de ser una meta creíble, lo que en verdad se busca es el segundo mejor objetivo que se tiene a mano: el predominio en el sector.
El foco de la competencia cambia desde la disputa con la derecha a la preeminencia de alguna de las fracciones existentes. Así es como se pierde cualquier atisbo de colaboración auténtica, aunque ello se recubra con la retórica que se estime conveniente.
Lo «complicado» de Boric
El gobierno resentiría más esta situación porque los propósitos comunes pasarían a un segundo plano y tiene muy poco tiempo por delante para poder concretarlos. Parece como mucho más importante definir la posición en que cada uno quedará al término de esta administración.
Dentro del gobierno, quien queda con un rol más difícil de cumplir es Gabriel Boric. Mirado desde la perspectiva de una competencia interna en esta ala del espectro, es percibido como el líder de una fracción y su abanderado indiscutible en cualquier momento posterior al próximo gobierno.
Al salir la derecha como antagonista principal, el oficialismo se queda sin árbitro que dirima entre alternativas igualmente posibles, incluido Boric. Tal como se están desarrollando los acontecimientos, este escenario es el que se está consolidando como el predominante.
La candidatura presidencial es el eje aunque no sea el objetivo
Lo del cambio de centro de interés importa mucho porque, en estas condiciones, la elección parlamentaria sería el objetivo principal y la forma en que se presenten los partidos otorga más o menos ventajas.
En cualquier circunstancia, la dirección de los partidos asume un protagonismo indelegable porque son ellas las que inscriben candidaturas y establecen los pactos correspondientes. El análisis de las alternativas en curso ha de ser el más certero posible, identificando con claridad sus implicancias.
Nada funciona sin la existencia de candidaturas presidenciales. Los partidos no pueden cerrar un pacto sin saber cómo afecta un acuerdo a su abanderado.
No hay heredero natural
La proyección actual de los aspirantes no es lo decisivo, puesto que un heredero natural de la administración Boric ya no apareció. Es el proceso de primarias el que va a proyectar a una figura y para eso hay que preocuparse de que sean personas creíbles antes que apuestas seguras.
Como se ha desaprovechado el tiempo a más no poder, lo que viene ha de ser producto de una buena construcción política.
La generación de la candidatura, la constitución de una coalición cohesionada y la elaboración programática van en paralelo.
Si sacamos el derrotismo de la primera línea, todo cambia.
El adversario común a los nuevos liderazgos es la conformidad y la resignación que se han instalado en el oficialismo con su típica modorra y falta de reflejos.
Quien quiera la unidad ha de dar un rápido impulso a la carrera presidencial, movilizar a los partidos a la negociación y abrir la conversación programática.
Si usted no lo cree, no hay problema, pero sirva ponerse cómodo en un asiento de la galería para dejar espacio a los que tienen mucho trabajo por delante.