El año ha comenzado con una carga inédita de problemas.
El ya veterano proyecto para mejorar las pensiones sigue en suspenso, pero hay otras situaciones tanto o más aplastantes: la fallida compra de la casa de Salvador Allende en Guardia Vieja es tal vez la más “emblemática”.
Representa una suma de incompetencias (“ignorancia” la llamó sin atenuantes el comentarista Carlos Peña).
AY DOMINGA
Pero hay que sumar también el caso de la minera Dominga, una iniciativa en que han chocado frontalmente intereses económicos y un ecologismo sobreidealizado.
No se trata, lamentablemente, de una historia ejemplar.
La legítima aspiración de los responsables del proyecto se oscureció desde el inicio por una negociación fuera de nuestras fronteras: la venta de Dominga en el paraíso fiscal de Islas Vírgenes Británicas.
TE PUEDE INTERESAR LEER: PERSONAJES DEL AÑO
Más tarde Ciper reveló que la transacción incluyó una cláusula mediante la cual la última cuota sólo se pagaría siempre que no se estableciera un área de protección ambiental sobre la zona.
Este caso nunca terminó de aclararse.
Son situaciones llamativas, por cierto, que nos hablan de falta de transparencia a muy distintos niveles, pero igualmente reprochables.
Pero en el primer balance de 2025 resalta de forma igualmente dolorosa la crisis de la educación. Los resultados de la PAES nos obligan a reflexionar acerca del rumbo del país.
Desde el comienzo de la república, la educación se consideró una preocupación “preferente” del Estado.
En algún momento, sin embargo, en el último cuarto del siglo XX, junto con el cambio profundo de la economía, esa preocupación fue irreflexivamente abandonada.
Igual que a mi amigo Ascanio Cavallo (La Tercera, domingo 12 de enero), me duele lo ocurrido con el Instituto Nacional que ejemplifica claramente la magnitud de la crisis.
Ambos egresamos de la bicentenaria institución -naturalmente que en años muy distintos- pero sentíamos que el paso por sus vetustas aulas nos había preparado adecuadamente para la entrada a la universidad y a la vida real.
Y así fue.
PALMARÉS
Para resumir años de maduración profesional, baste con decir -sin falsa modestia- que Ascanio y yo hemos tenido un buen desempeño, consagrado por el Premio Nacional de Periodismo, el máximo reconocimiento para un profesional de las comunicaciones.
No hay manera de saber si habría ocurrido lo mismo sin la carga profunda -en tolerancia, conocimientos, capacidad de reflexión y, sobre todo, sentido de la responsabilidad ética, de no haber estudiado en el “primer foco de luz de la nación”.
Más que un ejemplo -que no pretendemos serlo- nuestra experiencia, y la de muchos compatriotas más, incluyendo presidentes de la república, confirma que la educación pública, desde la fundación del Instituto en 1813, permitió que muchos chilenos pudiéramos superar nuestras limitaciones de cuna.
No hay razón para que miles de otros chilenos no tengan la misma posibilidad.
Abraham Santibáñez
Premio Nacional de Periodismo 2015