La agenda de la expresidenta Michelle Bachelet en Nueva York empezó este lunes por la noche, dentro de la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas. La intervención se dio en la actividad “ONU80: proteger, fortalecer y reformar el pilar de derechos humanos de la ONU”, organizada por Países Bajos y Chile, con la participación del alto comisionado para los derechos humanos, Volker Türk.
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Durante el evento, Bachelet se reencontró con varios antiguos colaboradores de su paso por la oficina de la Alta Comisionada, aplaudiendo su discurso. La exmandataria participa en representación del Club de Madrid y llegó a la ONU por invitación directa del presidente Gabriel Boric para integrarse a la delegación chilena. Esto ocurre en medio de presiones dentro del oficialismo para que el Jefe de Estado tenga un gesto a favor de la eventual candidatura de Bachelet a la Secretaría General de la ONU, para reemplazar a António Guterres a partir del próximo año.
Aunque la posibilidad de competir aún no está definida, Bachelet mantuvo ese tema en conversación con la Cancillería en su última reunión, junto a la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Gloria de la Fuente, y la embajadora chilena ante la ONU, Paula Narváez.
EL DISCURSO DE BACHELET
En ese marco, para la sesión nocturna, la exmandataria preparó un discurso en el que enfatizó los retos de la ONU ante la multiplicación de conflictos armados, el avance de la desigualdad y el debilitamiento del multilateralismo. “Es un honor acompañarlos hoy para conmemorar el octogésimo aniversario de una institución extraordinaria que, pese a sus fallos, ha logrado resistir y adaptarse a guerras, crisis y transformaciones aceleradas en nuestro mundo”, sostiene el texto.
Bachelet, que habló en inglés, subraya que “las Naciones Unidas nunca fueron concebidas para ser perfectas; fueron creadas para ser útiles”. Añade que, con el paso de los años, la organización “se ha reinventado una y otra vez” en áreas como supervisión electoral, mediación en conflictos, descolonización, apoyo a nuevas democracias, y la prestación de ayuda humanitaria, entre otros campos que incluyen salud, educación, derechos humanos y seguridad alimentaria.
La exmandataria advierte que, ochenta años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “esta visión se encuentra bajo una grave presión”. Señala que se multiplican los conflictos —Ucrania, Gaza, Sudán y otros—, que hay genocidio y hambre, que crece la desigualdad, que la sociedad civil es atacada y que se debilita la confianza en el multilateralismo. “Estos desafíos ponen a prueba no solo nuestras instituciones, sino también nuestra determinación colectiva”, afirma.
LOS DD.HH.
“Hablar de derechos humanos no basta. Las Naciones Unidas deben esforzarse de manera genuina para salvaguardarlos y hacer realidad este compromiso, para estar a la altura de los desafíos actuales”, propone. En esa línea, añade que “las resoluciones no bastan” y que es necesario “cerrar la brecha entre las conferencias y las comunidades mediante acciones tempranas, recursos adecuados, un espacio cívico seguro y una rendición de cuentas con consecuencias”. Subraya que las normas orientan, pero que solo una protección eficaz confiere legitimidad; se requieren ambas cosas, con claridad y sin demora.
“Los derechos humanos no son solo una parte de la ONU, sino un pilar transversal que debe informar y guiar cada aspecto de la labor de la Organización”, enfatiza. Habla desde la experiencia: como presidenta de Chile aprendí que ampliar los derechos no es un lujo, sino la base de la resiliencia y la confianza; como Alta Comisionada vi la importancia de un sistema visible, creíble e independiente para los defensores y las víctimas. No se puede apoyar una reforma que debilite esas cualidades. Eso no sería modernización, sería retroceso.
En el cierre de su texto, Bachelet insiste en que, en torno a los derechos humanos, “solo colocándolos en el centro podremos avanzar en la misión que las Naciones Unidas iniciaron hace 80 años: asegurar un futuro de paz, libertad y justicia para todos”.







