Política

La insoportable levedad de los partidos Por Víctor Maldonado R.

Víctor Maldonado R.

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile

La insoportable levedad de los partidos
Para sobrevivir hay que querer sobrevivir, la convivencia y la disciplina hacen el resto

La insoportable levedad de los partidos Por Víctor Maldonado R.

Venimos de un mundo sencillo en el que definirse de izquierda o de derecha ya era suficiente para orientarse, ahora eso está lejos de ocurrir. 

Tenemos una discusión de izquierdistas con sus pares y de derechistas con sus homónimos. Nadie nos está haciendo fácil ubicarnos en el escenario político.

La política actual se define por la necesidad de distinguirse al interior del propio sector, señal previa a un gran reacomodo. 

Es un tipo de comportamiento que aparece en los momentos en que se define el liderazgo porque quienes están ocupando los cargos lo están haciendo de un modo que parece provisorio.

Así, las diferencias en cada polo requieren de un complemento para ser comprendidas. 

Están quienes buscan aglutinar mayorías y, por lo tanto, sumar apoyos, y quienes desean mantener posiciones puras y marcar sus posiciones.

Es evidente que, para algunos, es más alcanzable dirigir la izquierda que conducir el país y es eso lo que explica mejor sus actuaciones. 

Se dirigen en exclusiva a su público, con prescindencia del resto. En la derecha ocurre igual.

Este es el mejor test sobre la fortaleza de un partido. 

Entre los que quieren redibujar el escenario político, están los que buscan dirigir al país y los que quieren liderar un sector del espectro, dejando cualquier otro objetivo para luego que logren eliminar su competencia interna.

La forma de identificar a estos últimos actores es muy sencilla. Los más radicalizados son aquellos que critican y se enfrentan mucho más a los cercanos que a quienes tienen al frente. 

Es como querer sacrificar conducir la nación, poniendo primero una meta que antes se hubiera considerado secundaria.

Un dirigente de partido puede dar por seguro que cuando dé una opinión, será otro dirigente de su mismo partido el que saldrá a la palestra a mostrar su desacuerdo. 

El cuidado de la organización pasó a consideración menor.

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En la otra punta, respecto de la proyección futura de los partidos, están los que ya vislumbran que su organización no podrá adaptarse por sí sola a las nuevas condiciones y tendrá que pasar a otra fase, junto a socios que se encuentren en las mismas circunstancias. 

Aquí el comportamiento es todavía más rudo.

Lo que caracteriza a los más radicales, cuando el horizonte de una tienda se estrecha, es que privilegian un proceder que consiste en dedicarse a influir a su partido impactándolo desde fuera, desde los medios de comunicación, haciendo que los militantes sean los últimos en enterarse de un debate en tono de polémica que perfectamente se pudo haber dado puertas adentro. 

Por supuesto, quien se ubica conscientemente desde fuera, disparando hacia dentro, sabe que produce un daño, pero es parte de una minoría vocinglera que no resiste el debate en su propia casa. 

Por eso acuden a la ayuda de los que quieren mostrar a su organización como dividida y que les otorgan espacio y atención solo hasta que les sean útiles.

Estos son fenómenos que se dan cuando ya se ha conseguido un cierto grado de estabilidad política y hay tranquilidad suficiente para disputar objetivos secundarios. 

Los partidos pueden sobreponerse a estas pruebas. Para sobrevivir hay que querer sobrevivir, la convivencia y la disciplina hacen el resto.

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