Política

Víctor Maldonado R.: ¡Y después se extrañan de lo que pasa!

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

Hay que tener cuidado con las frases que se dan vuelta contra quien las pronuncia porque en estos tiempos abundan. Una de las más repetidas es la de Sebastián Piñera cuando dice que se intentó “desestabilizar al gobierno” durante el estallido social. Un tipo de acusación que se vuelve contra el acusador.

Este estilo de argumentación es mucho más revelador de lo que se imagina quien la utiliza. Lo que consigue no es endosar responsabilidades a otros, sino abrir las principales interrogantes por el lado que menos se imagina.

Pensemos en lo que acabamos de presenciar este 18 de octubre y nos encontraremos con una situación bien conocida por todos nosotros. Tenemos a los grupos antisistema en el alcance habitual de sus acciones. Pueden alterar el orden público en puntos focales, pero no el orden a secas en todas partes.

En su máximo despliegue, estas organizaciones se manifiestan con violencia, ocupan lugares consabidos, alteran el final del día, rayan muros, queman cosas, interrumpen el tránsito, provocan disturbios. Nada a lo que se pueda quitar importancia, pero que no tiene un impacto de primera magnitud.

Y ese es el punto. Los grupos antisistema existen siempre, pero no siempre encuentran al frente la posibilidad de que sus acciones desborden la acción del gobierno de turno. Así que el tema no es qué pasaba con los violentos, que hacían lo mismo de siempre, sino qué pasaba con el gobierno, al que se le fue completamente de las manos la situación.

Porque lo efectivo es que la administración Piñera empeoró la situación con su manejo deplorable del inicio del estallido. Ni la más imaginativa de las reinterpretaciones de lo ocurrido puede mostrarnos un Piñera teniendo el control de los acontecimientos, ni siquiera entendiendo lo que estaba pasando.

Fue un gobierno que se precipitó desde lo alto de su vanidad. Piñera fue electo para administrar prosperidad, crecer, dar empleo y explicarles a los otros países cómo se hacían las cosas. La idea de un malestar subterráneo le era ajena.

Para explicar lo que pasó no hay que mirar solo la calle, sino lo que aconteció (o más bien no aconteció) en La Moneda. Si Piñera sigue dando explicaciones que, sin darse cuenta, lo complican, significa que todavía no se recupera.

La derecha ha demostrado ser eficiente encauzando descontento contra quienes están en el poder, pero ni por asomo ha demostrado enrielar la rabia cuando le toca a ella estar a cargo. Ahora sigue jugando al desgaste.

La oposición ha entrado en modo campaña y eso implica, según sus usos y costumbres, poner presión a la administración Boric. Si alguna vez dijo que no trataría a sus sucesores en La Moneda como fue tratada por ellos, ya se olvidó, ahora se apresta a negar la sal y el agua con motivo del plebiscito.

Lo que ha empezado a unificar el discurso de la oposición en el Parlamento es señalar que, en este ambiente polarizado, no son posibles los acuerdos. La vida sería muy distinta de tener una nueva Constitución, un gobierno mayoritario y menos partidos, ahí sí los consensos serían posibles. Tal vez la interrogante que deja flotando Piñera se empiece a contestar por este modo de proceder. Cuando se siembran vientos en terreno ajeno se cosechan tempestades en el propio.

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