Hace solo unos días, un proyecto médico de asistencia bucal a niños, «Canopatitas», ganó un concurso. Dicho así, pareciera no tener ninguna importancia. Sin embargo, no se trata de cualquier proyecto, se trata de humanizar una asistencia médica, generalmente invasiva y hasta traumática en niños, la odontología.
Y tampoco se trata de niños cualquiera. Son niños que no tendrían acceso a estas prestaciones -bastante caras- a no ser por el importante apoyo médico social de hospitales públicos. También de la Universidad de Chile.
Y, aún más, ello no sería factible a no ser de un equipo de académicos, odontólogos, asistentes y funcionarios que, a través de perros de terapia, presentes en las sesiones odontológicas, logran en niños tener otra mirada más amigable de tratamientos invasivos.
Un médico odontólogo, una especie de soñador empedernido, enamorado de su profesión y del servicio público, comprometido con los niños más vulnerables y amante de los animales, lo encabeza. Marcelo Valle Maluenda.
Chimu, Pepe, Morrón y Pipa cumplen esa tarea.
Valle nos relata en qué consiste el proyecto: «Canopatitas implica tratamientos asistidos con perros en ambiente clínico. Yo soy dentista, trabajo en un hospital y atiendo en odontología con perros», señala.
«Se trata de perros que trabajan en distintas áreas del hospital. Por ejemplo, en psiquiatría, con pacientes fisurados, con pacientes quemados. También con pacientes pre ambulatorios que van a entrar a cirugía en pabellones de anestesia general. Se pasean por todo el hospital.
La idea es que los perros de terapia, sean facilitadores para la atención clínica de procedimientos médicos invasivos. Cuando un niño se va a realizar un procedimiento de estas características, le provoca mucha ansiedad, temor, extrañeza.
Y, en eso, el perro lo ayuda a realizar este procedimiento de forma amigable. Es un poco paradójico porque resulta que se intenta humanizar la atención médica a través de perros. Humanizar la tecnología médica con la ayuda de estos animales pequeños que son perros de terapia».
Hace unos 30 años, en España y en algunos otros países de Europa se iniciaron proyectos médicos con presencia de animales. Hubo bastante resistencia al principio por razones sanitarias. ¿Has encontrado esa resistencia en Chile?
Doctor Marcelo Valle Maluenda
«Por supuesto. Me capacité en España en este tema técnico de terapia asistida por animales. Formo parte de la Asociación Internacional de Terapia Asistida por Animales y del vínculo humano animal.
España hubo mucha resistencia, pero ellos hoy son pioneros en esta área. Acá en Chile, el primer hospital que lo implementó fue el hospital Ezequiel González Cortés, que es un hospital de niños donde yo trabajo.
Nos demoramos 1 año y medio en lograr convencer al equipo de enfermeras y al equipo de Infecciones Asociadas a Atención en Salud que se llama IAAS. Hubo que convencer a la seremía Salud también. Y a todo un centro de prevención de enfermedades asociadas a hospital.
Tenían mucho temor por el riesgo de zoonosis que es una enfermedad que transmiten los animales a los seres humanos. Nos costó mucho lograr sobrepasar esa barrera, pese a la evidencia. Ahora, una vez que lo logramos, cuatro hospitales más en Chile se han logrado sumar a esta iniciativa.
Superar esa barrera, fue un esfuerzo muy grande, pero se logró en gran parte».
Este no debe ser un proyecto muy barato en medicina privada para las familias. Sobre todo para aquellas con las que ustedes trabajan. ¿Cómo cubren los costos?
«Claro, cuando empezamos a cotizar este tratamiento, nos dimos cuenta del costo alto de la hora perro de terapia. El proceso puede llegar a costar $120.000 o más, dependiendo del perro y la terapia que se realice.
Nosotros estamos trabajando en un hospital público y también en una Universidad pública que es la Universidad de Chile, también logramos un convenio con la Fundación Tregua, que es la Fundación que entrena estos perros.
Entonces eso disminuye el costo a unos $60.000 pesos la hora, pero igual es caro porque es un costo que se asocia a una atención médica, pero eso no lo no lo paga el paciente. Lo lo paga la Universidad, lo pagamos mediante concursos que nos ganamos nosotros.
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Pero, como tú bien dices, hay una barrera económica de acceso a la salud de este tipo de tratamientos. Entonces, es muy injusto y una de las cosas maravillosas de este proyecto es que justamente es para los pacientes más vulnerables, ya que no sólo es un hospital estatal público, sino que además la población objetivo son niños, niños y adolescentes en situación de discapacidad.
Es decir que todos ellos tienen algún grado de discapacidad y si uno ve las atenciones de salud a nivel país, es justamente la población más vulnerable que tienen riesgo social, discapacidad y que son niños. Así que creo que estoy muy contento de que este programa justamente apunte a esas personas».
¿Cuéntame Marcelo, cuántas personas, cuántos profesionales, técnicos, cuántos estudiantes eventualmente están trabajando en torno a este proyecto?
«En este momento en el hospital somos 3 profesionales los que estamos involucrados. Dos somos dentistas y una fonoaudióloga. Pero también trabajan en distinta medida nutricionistas, biólogos y algunas otras especialidades, como kinesiólogos. Pero el proyecto es liderado por odontólogos. En este caso me tocó liderar.
En general los niños deben pasar por tratamientos que tienen una alta tasa de fracaso. Pero eso no sucede con los perros de terapia. Todos los pacientes que fracasaron en el tratamiento no lo lograron temor, ansiedad o por dolor.
Hoy, con el apoyo de los perros, lo lograron el 100%. El simple hecho de que el perro este presente provoca que un cambio en la atmósfera. Me impresiona como niñitos con discapacidad intelectual, se acelera, engancha de una manera amorosa, completamente natural con un perro y eso les facilita acceder a un tratamiento médico muy desagradable».
Ahora llegan a un número reducido de pacientes objetivos ¿Cuál es la capacidad de que disponen en atenciones?
«Aproximadamente hemos visto como 130 niños. Aproximadamente entre 80 a 100 niños por semestre. Esto, considerando que tenemos solo dos vías de atención con animales. Los recursos son escasos. Nos hemos ganado concursos como el Canopatitas», pero también nos hemos ganado fondos concursables de la Universidad de Chile y con esto pretendemos duplicar la cantidad de días a la semana de atención».
¿Con qué requiere contar este proyecto para ampliar las atenciones y hacer algo como el Instituto de Salud Pública lo hizo por Adams en Estados Unidos?
«La labor que personas como ustedes realizan es fundamental, ya que requerimos difusión. Y no solo difusión como de vender un producto, sino difusión para poder transmitir conocimientos, porque hay mucha ignorancia e incertidumbre frente a la efectividad de estos tratamientos y, sobre todo, la seguridad de ellos.
Cuando empecé a trabajar con animales, no pensé que iba a ser una herramienta tan importante para mi labor terapéutica. Pero luego me di cuenta de que era una gran y efectiva herramienta. Un valor insospechado en la atención médica.
Insisto, no es la magia, no es que todos deban hacerlo. Pero, si para algunos de estos pacientes resulta que el perro de terapia es un facilitador para que logre realizar un tratamiento médico, entonces no lo desechemos.
Es increíble como un niño aprende a autorregular sus emociones gracias a un perro. Y ese aprendizaje es impagable. El niño mañana ese aprendizaje lo puede utilizar frente a cualquier otra situación hostil que no necesariamente de salud. Puede ser de educación, en la calle para para subirse a un Metro lleno de gente.
Les aporta en su autorregulación emocional, el desarrollo de la confianza, el fomento de la creatividad y la mejora en la comunicación.
Entonces creo que nosotros como profesionales de salud tenemos la obligación ética de capacitarnos en todas las áreas posibles que tengan la evidencia científica y que puedan ayudar a un niño».
Al finalizar, no se puede sino concluir que resulta patético que los médicos deban postular a concursos para reunir recursos para aportar a la salud de sectores vulnerables. Se esperaría del Estado el apoyo, pues si bien no reporta «utilidad económica», sí reporta «utilidad social».