Política

Sabe mucho, pero habla más de la cuenta Por Víctor Maldonado R.

Víctor Maldonado R. Sociólogo

Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, ambas de la Universidad de Chile.

Gabriel Boric tuvo, en sus primeros dos años de gobierno, intervenciones cuyo contenido todavía le pesan. La oposición no tenía más que pedirle que ampliara sus dichos y de allí no salía bien parado. Ahora, el cargo ha empezado a primar por sobre la espontaneidad.

Sabe mucho, pero habla más de la cuenta Por Víctor Maldonado R.

Hay una fórmula para distinguir los mejores políticos de los que no lo son: los primeros incluyen al silencio entre sus posibilidades de respuesta, los inexpertos siempre hacen declaraciones, incluso cuándo nadie se los solicita.

Todo depende de la capacidad de aprender. Gabriel Boric tuvo, en sus primeros dos años de gobierno, intervenciones cuyo contenido todavía le pesan.

La oposición no tenía más que pedirle que ampliara sus dichos y de allí no salía bien parado. Ahora, el cargo ha empezado a primar por sobre la espontaneidad.

Algunos creen que deben responder con sus opiniones personales aun cuando ellas no sean compatibles con el papel de autoridad.

Luego aprenden que las opiniones se dan cuando es compatible con el rol que se desempeña y no más.

Ahora es difícil encontrar a un integrante del comité político cometiendo errores por tomarse licencias al enfrentar la prensa. Y cuando en La Moneda ya se creía poder respirar tranquilos, aparecen ministros más técnicos dando opiniones que ponen al gobierno a dar explicaciones.

No es extraño que algo así ocurra en circunstancias que el Ejecutivo ha centrado la difusión de su trabajo en las áreas social y económica, por sobre la contingencia política de trinchera. Con este énfasis, los ministros sectoriales tienen más espacio para intervenir y eso puede traer complicaciones.

El error cambia de protagonista. Es frecuente que los dirigentes políticos se den licencia para hablar de temas técnicos cuya complejidad desconocen. Se creen validados para intervenir en campos que no les corresponde debido a que siempre los micrófonos le están apuntando y le preguntan de todos los temas.

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Pero también puede ocurrir al revés. Se puede saber mucho de procedimientos y poco de finalidades, mucho de alternativas técnicas y poco del impacto que tiene el solo hecho de mencionarlas. O sea, un ministro de perfil experto se pude ir de boca sin ni siquiera percatarse de que lo está haciendo.

Un ministro de vocación técnica se ha validado antes como experto o académico y eso significa que tiene entrenamiento en la evaluación de alternativas para resolver problemas y está acostumbrado a explicarlas. A eso se dedicaba.

Ahí mismo está el peligro porque los ministros son ejecutores de acciones y, cuando hablan, se refieren a lo que han hecho, están haciendo o piensan hacer. No están para opinar y si se ponen a divagar sobre posibilidades de acción, están dando señales políticas sin siquiera proponérselo.

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Han de salir unos cuantos colegas del dicharachero para explicar que el gobierno no está pensando nada de lo que parecía anunciarse. Es lo que ocurrió con Pardow y la posibilidad de una eventual distribuidora estatal de electricidad.

Si los ministros no se dan cuenta de su error y estiman que son los demás los que no los comprenden bien, estamos en dificultades. De los puestos de ministro no se toman vacaciones ni se tienen recreos con este regreso a la academia.

El error de gobierno y del oficialismo consiste siempre en poner lo secundario en el puesto de lo principal, la reflexión en voz alta por sobre la acción. Si un ministro técnico toma confianza y tiene la tentación de demostrar lo mucho que sabe, que se detenga a tiempo porque lo que diga será una metida de pata.

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