Entrevistas y Reportajes

Salud mental: Soy bipolar, no soy una peste

María Fernanda Pavéz Báez

“Es vivir eternamente en una montaña rusa, donde nunca sabes si la experiencia del día va a ser la euforia del ascenso o el desplome de una caída libre”

En Chile medio millón de personas padecen trastorno afectivo bipolar según los cálculos estimados por la OMS, enfermedad que a nivel mundial de 2 a 3% han sido diagnosticados con esta compleja condición mental.

En marzo se conmemora mundialmente el mes del trastorno bipolar, fecha escogida por el natalicio de Vincent Van Gogh, pintor quien fue diagnosticado póstumamente con esta condición.

Un día que nos invita a aumentar la visibilidad y comprensión de esta enfermedad.

Una enfermedad que no mira condición, sexo o edad

Hablamos de una enfermedad que la padecen tanto hombres como mujeres.

Por lo general, en los hombres predomina más el aspecto de la manía y en las mujeres más el aspecto de la depresión.

Es una dificultad mental donde alterna o incluso a veces se presentan al mismo tiempo síntomas de estados contrarios.

Una depresión reflejada en tristeza, bajo ánimo, pensamientos catastróficos, entre otras cosas, en este caso la persona está completamente abatida.

La otra parte del trastorno son las manías

Esto, al contrario de la depresión, la persona se siente sumamente enérgica, con una valoración errada de sí mismo.

A veces se siente invencible, se siente supremamente inteligente, que no tiene impedimentos.

Tiene mucha irritabilidad y asume una gran cantidad de cosas que pueden ser muy riesgosas, se vuelve más extrovertido, tiene exceso de deseo sexual sin límites ni cuidados.

Esta combinación es lo que sucede en esta enfermedad, esa presencia en una misma persona de cuadros tan depresivos, de no soy nadie y no valgo nada, y de yo soy dios, es lo que se llama un trastorno afectivo bipolar.

Muchas confusiones

El psiquiatra Ramón Acevedo, asegura que a lo largo de la historia siempre fue una situación difícil de comprender porque a todas luces parecían dos enfermedades opuestas.

Para esto, especialistas interesados en profundizar en esta dificultad médica realizaron un ejercicio práctico para poder explicarlo.

“Si uno pone la mano derecha frente al espejo la que se verá al otro lado del cristal será la mano izquierda, cuando en rigor realmente son sólo una observada de ángulos diferentes”.

Largo y complejo camino

El doctor Acevedo plantea que “no se puede ignorar que esta es una enfermedad crónica que, en la mayoría de los casos acompañan de por vida a quienes la padecen.

Hecha esta necesaria advertencia es irresponsable ignorar que es un trastorno que tiene recurrentes pensamientos suicidas y acciones no bien tratadas pueden ejercer actos que podrían terminar internados en un centro de salud”.

El uso de medicamentos tienen que ser siempre supervisados, pues un diagnóstico mal entregado con remedios no adecuados puede empeorar el cuadro y poner en riesgo al paciente.

“Por favor tómenlo en serio, un fármaco errado puede incrementar el riesgo suicida, la automedicación también puede ser letal” advierte el especialista.

El Litio un inesperado aliado

Datos históricos indican que el tratamiento más asertivo pudieron descubrirlo en 1948, cuando facultativos en busca de soluciones a otras alteraciones médicas descubrieron que, si bien el litio no cumplió los fines esperados, sí pudo hacer efectos en quienes padecían esta complicación mental.

Ese descubrimiento fue un paso importante y vital para el pequeño porcentaje de personas que sufren este trastorno.

Padecimiento difícil de experimentar tanto para quienes los sufren como a sus seres queridos que también terminan formando parte de esa pesadilla.

Nunca estarán solos

No hay duda de que el apoyo más importante para quienes conocen el peso de estos episodios son el núcleo más cercano, esas personas que siempre acompañan y apoyan, pase lo que pase.

La psicóloga de la Clínica Vie et Santé, María José García confirma que la familia, por ejemplo, es vital, pero a la vez puede llevarse la peor parte.

“Vivir con alguien que tiene trastorno bipolar puede tener un impacto significativo en la dinámica familiar.

La naturaleza cíclica de los episodios maníacos y depresivos puede generar desafíos emocionales, prácticos y de comunicación tanto para la familia como para el paciente”, explica.

La importancia del entorno social y familiar

Y agrega. “Los cambios bruscos en el estado de ánimo, su carácter cíclico y la impulsividad que supone estos episodios pueden ser un gran desafío dentro del grupo”.

“Durante los episodios depresivos, la persona puede tener dificultades para cumplir con las responsabilidades con su núcleo directo, como el cuidado de los hijos, las tareas del hogar, mantener empleo, etc.

Lo que, sin duda, tendrá que generar cambios y adaptaciones en las tareas y roles”, dijo.

“El estigma asociado con las enfermedades mentales puede llevar a que la familia se sienta aislada o evite compartir la situación con amigos y seres queridos, lo que puede dificultar el apoyo externo”, declaró la psicóloga.

La sexualidad tampoco está exenta

En lo referido a las relaciones sentimentales también en ocasiones él o la otra se ve afectada pero no por eso tener que ser rechazada.

La psicóloga García plantea. “Los episodios maníacos pueden llevar a comportamientos impulsivos, incluyendo la impulsividad sexual.

Por otro lado, los episodios depresivos pueden disminuir el interés en la intimidad y disminución de la libido”.

“La constante preocupación por los episodios futuros y la incertidumbre sobre cómo afectarán a la relación pueden generar un estrés adicional en la pareja”, advierte.

Desde la experiencia

Un vaivén de emociones intensas carentes de términos medios. Días extremos, dolor incontrolable tiempos donde no existen los días grises.

“Es vivir eternamente en una montaña rusa, donde nunca sabes si la experiencia del día va a ser la euforia del ascenso o el desplome de una caída libre”, así lo describe Amanda, chilena diagnosticada con trastorno bipolar a los 28 años.

En la actualidad tiene 40 años y admite que su diagnóstico es sumamente complejo y el camino para llegar a la respuesta de su calvario se sintió interminable.

“Viví años con un diagnóstico, fui a más de cuatro psicólogos y psiquiatras y nada cambió.

Tenía episodios peores a tal punto de haber atentado contra mi vida en dos oportunidades.

Un buen diagnóstico puede hacer la diferencia

En mi último intento de suicidio un psiquiatra que estaba presente en la urgencia advirtió que lo que yo tenía no era una depresión, él me recomendó un especialista en bipolaridad, uno de los pocos que hay en Chile”.

“Las dos primeras veces que acudí a atención de salud mental fueron desesperanzadoras.

Me diagnosticaron esquizofrenia, sin ningún miramiento.

Falta de empatía

Era como que me dijeran ‘usted tiene gastritis’, más ganas de morirme me dieron”, contó.

“La frialdad fue horrorosa y sin mayor estudio que media hora sentada con el doctor en la consulta”, recuerda.

“El profesional que dio con lo que nadie fue capaz de descubrir tuve que pagarlo como una consulta particular, pero no me importó.

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Entender la enfermedad es entenderte

Me quedó claro que en Chile quien no pueda costear los gastos como yo lo hice terminará atentando contra su vida y nadie va a entender qué pasó”, lamenta.

“En mi primera cita con el doctor me pidieron varios exámenes, conversamos largo rato y unos días después ya estaba confirmado, tenía trastorno afectivo bipolar”, detalla.

“Fue un alivio tan grande y triste al mismo tiempo. Por fin sabía porque me pasaban tantas cosas.

Pedir perdón

Sé y tengo súper claro que todo no termina acá, que debo admitir que viviré para siempre con esto”.

Confiesa: “Tengo que pedir perdón a mucha gente que le hice mal, perdonarme yo por todas esas veces que me arriesgué en actos que hoy me dan inmenso asco y vergüenza”.

“Lo mío es enfermedad crónica que, si me cuido siendo responsable con mis medicamentos, psicoterapia y otras precauciones, me van a ayudar a enfrentarlo de la manera más feliz posible, con la ayuda de mi familia y la gente que amo”.

Vivir con miedo

“No voy a contarte una historia de Disney, ser bipolar es algo que sabes que en cualquier momento te va a agarrar, vives con miedo”.

“Pasamos tiempos de eutimia increíbles en los que estamos muy estables, es hermoso, no hay que ser mal agradecidos, pero hay miles de cosas que te descolocan y duelen”, se desahoga.

Y expone con enfado. “La bipolaridad no es un adjetivo, es una enfermedad mental mucho más profunda que un cambio de opinión repentino como la gente erróneamente lo describe”, señala, “somos un objeto de burla y prejuicio constante, ¿entiendes a lo que me refiero?”.

Continúa. “La gente en general nos juzga como si se fueran a contagiar con nosotros. Si dices que tienes en este trastorno te miran raro, se alejan y nos tratan con si fuéramos seres peligrosos”.

“Soy bipolar, no una peste”.

“Como si fuera fácil vivir con esta enfermedad le suman los prejuicios erráticos. Ni se te ocurra contarlo en el trabajo y mucho menos a alguien que estás conociendo porque de seguro hasta ahí no más llegas”.

Ante las oscilantes descripciones que esta mujer entrega sobre su experiencia con el trastorno, esta periodista de estapasando.cl le pregunta directamente.

¿Cómo es vivir con trastorno bipolar?

Responde. “Una vez vi una película buenísima sobre una mujer que tenía lo mismo que yo.

Cuando conoció a un tipo que se enamoró de ella, él le hace esta misma pregunta y la actriz responde:

“Tú sabes que algunas enfermedades te matan… con esto el que se quiere morir eres tú”.

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