Hoy 30 de enero se celebra el Día Internacional del Croissant. El objetivo de celebrar esta fecha es dar a conocer una pieza de bollería, que es aceptada en el mundo debido a su rico sabor, aroma y textura crujiente.
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El croissant tiene su origen en Austria, no en Francia, como muchos creen y su historia se remonta al siglo XVII en Viena.
Origen
Según la historia más conocida, cuando los otomanos intentaron invadir Viena, cavaron túneles subterráneos para atacar la ciudad.
Y los panaderos, que trabajaban de madrugada, escucharon los ruidos y alertaron a las autoridades, permitiendo que la ciudad se defendiera con éxito.
Para celebrar la victoria, crearon un pan en forma de media luna, inspirado en el símbolo de la bandera otomana. Este pan se llamó «kipferl», que ya existía en Austria pero ganó popularidad tras este evento.
El kipferl llegó a Francia en el siglo XVIII gracias a la reina María Antonieta, quien era de origen austríaco y lo introdujo en la corte francesa.
Así, con el tiempo, los panaderos franceses refinaron la receta, incorporando mantequilla en la masa y perfeccionando la técnica del hojaldre, dando origen al croissant que conocemos hoy.
No fue hasta el siglo XIX, que el croissant se convirtió en un ícono de la panadería francesa y su evolución incluyó el uso de masa hojaldrada y un proceso más elaborado que le dio su textura ligera y crujiente.
Así que, aunque el croissant es un símbolo de la gastronomía francesa, su origen real está en Austria.
¿Por qué el croissant es el favorito de muchos?
El croissant es irresistible por varias razones, combinando texturas, aromas y sabores que estimulan los sentidos.
- Textura crujiente y hojaldrada
El croissant se elabora con masa hojaldrada, que se consigue alternando capas de masa y mantequilla. Durante el horneado, la mantequilla se derrite y genera vapor, creando una textura ligera, crujiente por fuera y aireada por dentro.
- Aroma embriagador
El olor a mantequilla derretida y masa recién horneada es clave en su atractivo. La caramelización de los azúcares y la reacción de Maillard en el horno generan un aroma cálido y reconfortante.
- Sabor rico y equilibrado
La combinación de mantequilla de calidad y una ligera dulzura en la masa crea un sabor suave pero decadente. No es demasiado dulce ni demasiado salado, lo que lo hace perfecto para acompañar tanto café como ingredientes salados.
- Contraste entre ligereza y cremosidad
A pesar de ser hojaldrado y aireado, el croissant tiene una sensación cremosa en la boca gracias a la mantequilla, lo que da una experiencia indulgente y placentera al masticarlo.
- Versatilidad
El croissant puede disfrutarse solo o con rellenos como chocolate, almendra, crema pastelera o incluso versiones saladas con jamón y queso, lo que lo hace aún más atractivo para diferentes gustos.