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El lento deterioro de los moái en Rapa Nui

Por Allan Santander

Periodista

moái
Moáis en Rapa Nui (Foto: Está Pasando)
La erosión natural, el cambio climático y las tensiones entre memoria cultural y destino natural amenazan la supervivencia de los moái. La comunidad rapanui debate cómo proteger estos íconos sin traicionar su historia.

Sobre las laderas del cráter Rano Raraku, en el corazón volcánico de Rapa Nui, los rostros ancestrales de los moái resisten en silencio. Tallados entre los siglos XI y XVII por los antepasados polinesios de la isla, estos monolitos —algunos aún incrustados en la cantera original— se desmoronan poco a poco bajo el peso del tiempo y el clima.

“Mi padre me dijo que los moái volverían al océano algún día”, recuerda a BBC Future la guía turística local, Maria Tuki. Su padre, fallecido en 2020, fue un reconocido escultor contemporáneo de moái, y sus palabras resuenan hoy con una inquietante profecía. La toba volcánica con la que fueron talladas estas figuras es blanda y porosa, extremadamente vulnerable a la lluvia, al viento y a la sal marina que la corroe desde dentro.

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HERENCIA EN PELIGRO

De las aproximadamente mil estatuas registradas en la isla, cerca de 200 descansan sobre sus plataformas ceremoniales, los ahu, en la costa. La mayoría de los moái no llegó a su destino final y quedaron abandonados en el trayecto desde la cantera. A lo largo de siglos, han soportado condiciones adversas, pero hoy enfrentan un deterioro acelerado.

“Los cambios en las últimas décadas son evidentes”, advierte Daniela Meza Marchant, conservadora principal de la comunidad indígena Ma’u Henua. “Las alteraciones registradas en los últimos 50 años superan claramente a las del medio siglo anterior”.

La erosión es ahora más agresiva, alimentada por la combinación de sequías prolongadas, lluvias intensas y un aumento del nivel del mar. En 2022, un incendio forestal arrasó con 80 moái en Rano Raraku. El daño, aseguran las autoridades locales, fue “irreparable y con consecuencias que trascienden lo que se puede apreciar”.

CIENCIA Y TRADICIÓN

Frente a esta amenaza, la comunidad rapanui, en conjunto con expertos internacionales, ha desplegado diversas estrategias de conservación. Desde drones que escanean en 3D hasta soluciones químicas desarrolladas en laboratorios italianos, los esfuerzos se multiplican, aunque con recursos escasos.

En 2025, el equipo de Ma’u Henua comenzó la restauración de cinco moái severamente dañados por el fuego, con tratamientos que incluyen lavados contra el hollín, refuerzos estructurales y antibióticos contra líquenes. “Se realiza un seguimiento constante para verificar si el tratamiento está dando los resultados esperados”, explica Meza Marchant. Pero los altos costos y los impuestos a la importación dificultan la aplicación masiva de estas soluciones.

El objetivo, según Ariki Tepano Martin, presidente de Ma’u Henua, es que estos primeros cinco monolitos restaurados sirvan como modelo para establecer un protocolo de conservación aplicable a toda la isla. “Hasta ahora, cada pequeño mantenimiento requería un permiso especial. Esto nos permitirá trabajar con mayor fluidez”, asegura.

¿SALVARLOS O DEJARLOS IR?

La conservación, sin embargo, no está exenta de debate. Para algunos habitantes de Rapa Nui, la destrucción de los moái forma parte natural de su ciclo de vida. “Muchos creen que los moái deberían, tal como están, ser enterrados y desaparecer. Que los moái regresen a su hanua, su tierra, y que regresen a casa”, sostiene el arqueólogo estadounidense Dale Simpson Jr., quien estudia la cultura material polinesia.

Esa visión contrasta con la de otros expertos y miembros de la comunidad. “Su preservación no es solo deseable, sino absolutamente imperativa”, afirma Claudio Cristino-Ferrando, arqueólogo de la Universidad de Chile. “La idea de su ‘retorno a la nada’ contradice no solo nuestro deber fundamental como custodios del patrimonio cultural humano, sino también la intención original de la tradición Rapa Nui”.

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