Este miércoles, se dio a conocer que los restos óseos encontrados en una casa en la que vivió Gustavo Cerati, en el barrio porteño de Coghlan, fueron finalmente identificados por los equipos forenses locales.
Las osamentas corresponden a un adolescente de 16 años, quien fue desaparecido el 26 de julio de 1984. El muchacho fue identificado sólo como Diego, con el fin de resguardar a sus familiares.
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RESTOS ENCONTRADOS EN CASA DE CERATI
Ese día, de acuerdo a datos recopilados por Perfil, Diego había vuelto del colegio al mediodía, almorzó con su madre y luego le pidió dinero para tomar el colectivo. En concreto, dijo que iba a visitar a un amigo, pero no dio más detalles. La última vez que fue visto con vida fue esa misma tarde, en la esquina de Naón y Monroe, en el barrio porteño de Belgrano, a pocas cuadras de su casa.
A la noche, tras no recibir noticias del joven, sus padres se dirigieron a la comisaría 39 para hacer la denuncia, pero no se la aceptaron. «Se fue con una mina, ya va a volver», les dijeron los agentes policiales, según relataron años después.
Diego estudiaba en la Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N.º 36 y jugaba al fútbol en Excursionistas. Entrenaba todos los días, salvo los jueves. El día de su desaparición llevaba puesto su uniforme escolar, un dato que los investigadores ahora pudieron reconstruir a partir de los objetos hallados junto al cuerpo.
Su familia inició entonces una intensa búsqueda. Distribuyeron panfletos, intentaron contactar medios de comunicación. Sin embargo, lo único que lograron fue una entrevista en la revista ¡Esto!, que publicaba el diario Crónica.
UN CRIMEN DE CUATRO DÉCADAS
El terreno donde ocurrió el hallazgo había pertenecido a una casona que fue alquilada entre 2002 y 2003 por Cerati. Aunque el músico no tuvo relación alguna con el hecho, su vínculo con la vivienda ayudó a visibilizar el caso y a despertar el interés público. Esa difusión fue clave para resolver una desaparición que llevaba cuatro décadas sin respuesta.
El caso quedó en manos del fiscal Martín López Perrando. Tras la intervención inicial, especialistas del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) realizaron estudios sobre los huesos. Determinaron que el cuerpo había recibido una puñalada mortal en la cuarta costilla derecha. Además, detectaron marcas en los brazos y piernas que evidenciaban un intento fallido de descuartizamiento con algún tipo de serrucho.
La fosa donde el cuerpo fue enterrado tenía apenas 60 centímetros de profundidad. Para los investigadores, esta característica sugiere que fue cavada con apuro y descuido. Lo cual, explicaría la presencia de objetos personales junto al cuerpo que, décadas después, ayudaron a identificarlo.