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Inteligencia artificial: ¿Está afectando nuestra mente?

María González

Periodista

inteligencia artificial
Foto: Agencia Uno
Utilizar la IA incorpora amenazas latentes, como los sesgos y la pereza mental

En el último tiempo, la inteligencia artificial ha sorprendido de diversas formas. De hecho, al interactuar con programas como ChatGPT, Gemini, Claude, Grok y tantos otros, impresiona su tremendo potencial para transformar el futuro, tanto en el trabajo como en la vida cotidiana. 

En ese contexto, un estudio reciente publicado en Harvard Business Review, sitúa entre los usos más destacados de la IA en 2025 su función como apoyo emocional. Lo cual, significa que estas herramientas están siendo utilizadas como terapeutas, para organizar la vida e incluso para ayudar a clarificar el propósito vital.

Hace años, la doctora Silvia Leal, experta y consejera de la OCDE en tecnología, vaticinó que «hablaremos más con chatbots o con aplicaciones de IA que con nuestras parejas». En la actualidad, muchas personas pasan más tiempo con herramientas o con dispositivos que se apoyan en la IA que con personas.

Por ello, para hacer un uso adecuado de dicha tecnología es necesario conocer los riesgos a los que nuestra mente se enfrenta cuando entra en contacto con ella.

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LOS RIESGOS DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

El primer riesgo se debe al mundo de los sesgos. Según explica la doctora Leal a El País, «la IA avanza sin poder evitar los sesgos de los datos o las mentiras de internet. Además, se desarrolla a nuestra imagen y semejanza, y el ser humano está lejos de ser perfecto». 

El segundo riesgo surge por el ahorro de energía de nuestro cerebro. Nuestra masa gris está programada para ahorrar esfuerzo, pesa el 2% de nuestro cuerpo, pero consume más del 20% de la energía diaria. Por ello, solemos evitar ciertos esfuerzos innecesarios y caemos en lo que se conoce como pereza cognitiva. 

Debido a la pereza dejamos de recordar los números de teléfono o de practicar cálculos mentales si tenemos agendas o calculadoras en nuestros móviles. Considerando esto, no es de extrañar que la IA acentúe la pereza cognitiva y comience a debilitar nuestra memoria a la hora de recordar información.

Por último, y relacionado con el punto anterior, el tercer riesgo inconsciente puede que sea el más preocupante de todos: las actividades cerebrales que «sacrificamos» más allá de la memoria. 

A través de un estudio, se descubrió que quienes usaban ChatGPT mantenían la escasa actividad mental, aun cuando ya no disponían de él. Dicho fenómeno se conoce como «deuda cognitiva». Es decir, un uso intenso de la IA puede aportar un beneficio a corto plazo, pero a costa de un deterioro en el aprendizaje, la capacidad para formar ideas complejas, la creatividad, la motivación o la conexión profunda con lo aprendido, entre otros.

Las tres dificultades anteriores nos advierten de algo importante. Con la IA corremos el riesgo de volvernos cada vez más dependientes y de tener un menor esfuerzo mental en nuestras actividades diarias. 

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